ANTONIO MARTÍN ORTIZ: marzo 2009
ANTONIO MARTÍN ORTIZ
EN ESTA POSICIÓN ME HE PASADO LA MAYOR PARTE DE MI VIDA.
AQUÍ Y ASÍ ME TENÉIS.

Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci.
OMNE TVLIT PVNCTVM QVI MISCVIT VTILE DVLCI.
(Q. Horatius Flaccus, Epistula ad Pisones, 343)
Ganó todo mérito el que mezcló lo útil con lo agradable.

VERANO DE 1964 EN SAINT CIERS DU TAILLON [Charente Maritime], Francia

<strong>VERANO DE 1964 EN <em>SAINT CIERS DU TAILLON [Charente Maritime], Francia</em></strong>
Mi padre [R.I.P.], un amigo (Josep Ma. Riba i Armenter [R.I.P.]), mi hermana Simona, yo mismo, mi hermana Rosario,
mi hermano Pepe, mi madre [R.I.P.], otro amigo (Josep Amiell):
PATRI MATRIQVE MEIS IN MEMORIAM: Descansen en Paz los dos juntos
.
"Cuando uno ha perdido a su padre y a su madre, se ha quedado sin referencia al pasado".
(Frase mía, que yo, como bien nacido, les dedico a quienes me dieron la Vida y me abrieron el Camino para ser Feliz)
A mí, lo mismo que a Ovidio (Tristia, I, III, 4):
Labitur ex oculis nunc quoque gutta meis.
Todavía ahora se me resbala una lágrima de los ojos, los míos.

Recojo y comparto la frase, más optimista, de mi amigo Carlos Hernández, Chacien: ”Lo que en verdad mata es el olvido”.
No es mi caso, porque yo, estas cosas, no las olvido.

EQUITACIÓN AL SON DE POLCAS VIENESAS

Si quieres disfrutar de la maravilla de ver a los caballos de la Escuela Española de Equitación de Viena danzando al son de las polcas de los Strauss,
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2) Spanische Hofreitschule
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Ejercicios de doma de caballos

viernes, 27 de marzo de 2009

LA SOLEDAD DE BRUTO I: SU SUICIDIO. El suicidio entre los romanos: otros ejemplos.




SÉNECA
Hace unos días, con el título de

IDVS MARTIAS (IV): Lo que nos cuenta PLUTARCO (Después del Tiranicidio)

yo publiqué los prodigios que se habían sucedido tras el asesinato de Julio César, el año 44 aC. Allí explicaba, entre otras cosas, el suicidio de Marco Junio Bruto, uno de los asesinos, cuando en Filipos se dio cuenta de que iba a ser derrotado por Marco Antonio y Octavio (el futuro Augusto): Ayudado por un amigo, se abalanzó con fuerza sobre su propia espada desenvainada. Lo explica Plutarco en el final absoluto, el Capítulo LXIX, de su “Vida de César”.

Aquí tenéis el enlace, por si queréis echarle un vistazo.

http://antoniomartnortiz.blogspot.com/2009/03/idvs-martias-y-iv-lo-que-nos-cuenta.html
LUCRECIA

Entonces nuestra amiga, Soledad Sánchez M., que tiene un Blog excelente,

http://soledadsanchezm.blogspot.com/

hizo un comentario certero, como suele hacer ella, y me planteó la cuestión de LA SOLEDAD DE BRUTO, con la pregunta de por qué Bruto prefirió suicidarse a morir luchando, que parecería como más propio de un hombre valiente. Yo le hice un comentario en el que daba alguna idea sobre el tema del suicidio entre los Romanos. A ella el comentario le pareció tan interesante (lo dice ella, no lo digo yo), que me pidió que lo transfiriese a primera página, como una ENTRADA independiente.

Me atengo a sus deseos y os dejo aquí, apenas sin cambios, lo que entonces escribí, añadiendo algún dato que considero necesario, así como algunas imágenes que harán más agradable la lectura del texto.

BRUTO

“Amiga Soledad, te voy a contestar con algún detalle al estupendo comentario que haces en mi espacio.

“LA SOLEDAD DE BRUTO“ es la “soledad” del héroe de la tragedia griega: el héroe siempre está solo, frente al destino. Es precisamente ése su destino: tiene que enfrentarse solo a todo y contra todos.

En relación a su suicidio, planteas un tema muy interesante: el Romano, cuando se ve vencido, como en el caso de Bruto, o cuando por pensamiento filosófico, como en el caso de Séneca, que era estoico y creía en el Destino, piensa que ha llegado su final, prefiere darse muerte a sí mismo, con sus propias herramientas, antes de que lo haga un enemigo o sea ello con una herramienta no apropiada.
JULIO CÉSAR

He aquí algunos casos:
BRUTO

Bruto, cuando se vio ya vencido por Marco Antonio y Octavio, el futuro Augusto, en Filipos, antes de dejarse matar por un enemigo, se suicidó él, y “con su propia espada”, que era su herramienta de trabajo. Sucedió el 42 aC.


MARCO TULIO CICERÓN

Marco Tulio Cicerón (106-43 aC.), el gran orador, perseguido por los sicarios de Marco Antonio, huyó lo que pudo acompañado de unos esclavos de confianza y su hermano. Fulvia, la perversa y dominante mujer en su ya tercer matrimonio, éste con Marco Antonio, le exigió a éste que, en los pactos del Tercer Triumvirato, se incluyese en la lista de proscritos a Cicerón. Figurar en la lista de proscritos era como una sentencia de muerte. Cicerón huyó de Roma y, en su huida, según nos explica Plutarco (XLVII, 6) en su biografía, tuvo unos momentos de duda y pensó esconderse en una casa para suicidarse, pero no tuvo el suficiente valor, porque les tenía pánico a los tormentos del suicidio.
Cuando se vio acorralado y supo que su final había llegado, le ofreció su cuello al legionario Popilio, en un acto de cobardía, y éste le le cortó la cabeza, que fue llevada a Roma, junto con el resto del cadáver, donde fue expuesta en los "rostra", en la tribuna de los oradores, en la misma en la que Cicerón había pronunciado poco antes sus famosísimas Filípicas, discursos demoledores contra Marco Antonio. Pasó el 43 aC.
Fulvia exhibió la cabeza y las manos de Cicerón en el Foro, cortados por un centurión romano de nombre Herennius. Ella misma atravesó la lengua del muerto Cicerón con sus horquillas de oro, como una última venganza contra la "lengua" de Cicerón.

Cicerón había pronunciado sus Filípicas, previniéndolos a todos contra las aspiraciones de Marco Antonio tras el asesinato de Julio César. Y es que Cicerón, que, en la guerra entre Pompeyo y César, había optado por Pompeyo, cuando Pompeyo fue vencido por Julio César en Farsalia el 48 aC., fue perdonado por César y entonces se pasó al partido de éste.

Luego, no es que lo dijese, pero se sintió complacido con el asesinato, y en consecuencia previno a los Romanos contra los seguidores de Julio César, como lo era Marco Antonio. Y es que Cicerón sospechaba de todos los políticos que aspiraban al poder personal, lo dijesen o no lo dijesen. Era Cicerón un idealista, un defensor de la vieja “Res publica”, que ya estaba muerta.
Además, Cicerón no tuvo ni la valentía ni el valor de un general, porque había participado y mucho, pero sólo en Política. Jamás lo vimos en una guerra. Lo suyo eran las letras, el pensamiento y la oratoria. En sus mismas circunstancias Bruto se habría suicidado, que es lo que hizo en condiciones diferentes, es decir, en plena lucha. Cicerón fue un cobarde, desde el punto de vista de un militar Romano: ofreció su cuello a sus asesinos, como si de un cordero sumiso se tratase.
Como aquí tratamos del suicidio y la soledad, soy de la opinión de que Cicerón tuvo una soledad más angustiosa que la de Bruto, porque Bruto no dejó de ser un militar hasta que expiró, sin permitir que fueran sus enemigos quienes acabaran con su vida. Por el contrario, Cicerón, dejó de ser él mismo, cuando aún respiraba. Son dos tipos diferentes de soledad. Personalmente pienso que la de Cicerón fue más amarga, más solitaria.

Agradecimiento:

ésta es como una segunda redacción del arítulo sobre Cicerón. Nuestra amiga Isabel Barceló, que tiene un Blog excelente, "Mujeres Romanas", con el pseudónimo de Isabel Romana, ha tenido la cortesía, cuyo reflejo podéis encontrar en los comentarios, de hacerme una sugerencia sobre unos detalles sutiles relacionados con el final vergonzoso de Cicerón. Gracias, amiga Isabel.

SÉNECA

Séneca (4 aC. – 65 dC), cuando le llegó la orden de Nerón de que su fin había llegado, se preparó un baño de agua tibia y, conversando con sus amigos en la bañera de temas filosóficos, se abrió las venas. Murió plácidamente, si así puede decirse. Ocurrió el año 65 dC.


LUCRECIA

Lucrecia, una noble dama Romana, que había sido violada por uno de los hijos del rey Tarquinio el Soberbio, el séptimo y último rey de Roma, llamó a su padre y a su marido, y les explicó lo que había sucedido. Entonces se suicidó ella misma, en este caso con un cuchillo de cocina. Es que Lucrecia, al ser violada, se sintió “sucia”, como si el delito lo hubiese cometido ella. Sucedió allá por el 509 aC.

Como consecuencia de esto, los Romanos hicieron una revolución, echaron a los Reyes de Roma y nunca más los toleraron. La revolución fue protagonizada por Lucio Junio Bruto, un sobrino del Rey Tarquinio, y Collatinus, su padre. Otro Bruto, Marco Junio Bruto fue el que quitó de en medio a Julio César. Es curioso: un Bruto acabó con el último rey de Roma y otro Bruto con el que parecía un rey.

Según Tito Livio, eran una estirpe “odiosa y peligrosa para la libertad”:

“Odi regium genus: periculosum libertati esse” [Odio la estirpe de los reyes: es peligrosa para la libertad], dice en el libro primero de su obra “Ab Vrbe condita” [Desde la fundación de Roma], que se suele traducir por "Historia de Roma”.

Por eso apuñalaron a César, porque, creían, se comportaba con si fuese un rey. Por eso al magnicidio a veces se le llama el tiranicidio, porque en Griego “τύραννος” [týrannos] significa “rey”. (Los Romanos pronunciaban la palabra como llana, de acuerdo con las normas de acentuación del Latín, diferentes de las del Griego. De ahí que en Castellano digamos "tirano").

TREVÉLEZ (ALPUJARRA GRANADINA)


Y es que en Roma y también en Grecia, por los menos en el Mito y la Tragedia, la gente se suicidaba con sus herramientas de trabajo, la mujer siempre con alguna herramienta de cocina y el hombre siempre con una espada, a ser posible la suya propia. Es que así la muerte era más honrosa, menos deshonrosa.

Yo mismo he comprobado que en La Alpujarra Granadina, en los pueblos que son zonas totalmente rurales, el que se suicida lo hace siempre con herramientas que le son cercanas: suele ser colgándose de un árbol, en pleno campo, con una soga no comprada, o en la propia casa, de la misma forma y con los mismos utensilios.

Como la mujer estaba confinada en casa, las que se suicidan lo hacen siempre con herramientas caseras, preferentemente de cocina, y los hombres, que practicaban la guerra, con una espada, a ser posible, la propia.

Y es que tú, querida Soledad, cuando planteas algún tema, ese tema da para hablar largo y tendido.

Te envío un beso y un abrazo, en espera de tu próxima sugerencia,

Antonio”

SÉNECA
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Soledad Sánchez M., con un perfecto sentido de la oportunidad, que es exquisita en ella, rozando lo sublime, publica hoy mismo, día 29, unas sonoras palabras, con el título de “LA SOLEDAD DE BRUTO II”, un poema delicioso, como lo son todos los suyos, en el que pone toda su capacidad poética y creativa a nuestra disposición, para que podamos revivir, si así puede llamarse, como una especie de καθάρσις [kathársis], es decir, “una liberación”, los momentos finales de ese gran pintor que se llama, se llamaba, Vincent Van Gogh. Añade, para que podamos deleitar nuestra vista, una pintura suya: “Joven con aciano”. Si queréis disfrutar del sentimiento y la sonoridad de sus palabras, hacéis "click" en su nombre. Es el segundo capítulo de este "post", salvando, claro, las distancias, porque el suyo roza lo sublime y la perfección absoluta.
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Nuestra fiel seguidora "winsta" ha tenido la cortesía de transmitirnos un bello poema, que encaja perfectamente dentro del tema tratado. Es de justicia que figure en primera página. Gracias, muchas gracias, "winsta". Y un beso, de Antonio
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POEMA DE JUAN LUIS PANERO:

"A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno"

"Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel".

martes, 24 de marzo de 2009

NVDVS ARA, SERE NVDVS: HIEMS IGNAVA COLONO (ARA DESNUDO [= en verano], SIEMBRA DESNUDO: EL INVIERNO ES PEREZOSO PARA EL CAMPESINO)

Como viene siendo costumbre en ella, nuestra querida Soledad

http://soledadsanchezm.blogspot.com/

nos pone, en la cabecera de su “locus amoenus”, y de una forma metódica, uno o unos versos extraídos de “Las Geórgicas” de Virgilio, obra que es la culminación del Arte Clásico en su forma escrita. “Las Geórgicas” alcanzan la categoría de lo sublime. En Lengua Latina no se ha escrito nada que se le pueda comparar. Nos ha regalado esta semana, con el buen tiempo que hace ya, y en el contexto de esas impresionantes amapolas de Klimt y la música de fondo de “La Primavera” de “Las Estaciones” de Haydn y de Vivaldi, acompañado todo ello de la musicalidad armónica de sus versos, el siguiente verso (I, 299), como si fuera su amapola “elegida”, la “elegida” de esta semana:
“Nudus ara, sere nudus: hiems ignaua colono”
(Ara desnudo [= en verano], siembra desnudo: el invierno es perezoso para el campesino).
Sigo con mi costumbre de hacer un pequeño comentario, tarea que es una de las más agradables que hago durante la semana. Quiere decir Virgilio que las tareas del campo hay que hacerlas cuando el tiempo lo permita, es decir, cuando el agricultor pueda andar y moverse desnudo, simplemente vestido con el ceñidor. Aquí hay por lo menos dos cosas que resaltar:

Que la desnudez era concebida por los Romanos de forma diferente a como la interpretamos nosotros. No le tenían miedo a la desnudez y no sentían pudor ni vergüenza al ir a las termas o al gimnasio desnudos. En realidad esta última palabra procede del Griego “gymnós”, que significa “desnudo”. Y es que las labores del campesino son muy duras y sólo se pueden realizar con el buen tiempo. El invierno lo dedicaban a preparar o reparar los utensilios que utilizarían posteriormente en sus labores agrícolas. Y a convivir con la familia y a disfrutar de la satisfacción del deber cumplido. Sensaciones ésas que son las que se perciben cuando uno escucha “EL OTOÑO” y “EL INVIERNO” del grandioso Oratorio de Franz Joseph Haydn, "LAS ESTACIONES”, del que ahora nuestra Soledad nos deleita con “LA PRIMAVERA”.
Es que el trabajo fuera de casa para los Romanos empezaba con el buen tiempo. En el primitivo calendario romano el año empezaba en Marzo y terminaba en Diciembre, porque "Diciembre" significa “el décimo mes”, al igual que “Septiembre” significa “el séptimo”. Durante el invierno era como si los meses no pasasen. Fue más adelante cuando añadieron el mes de Enero, dedicado al dios “Ianus” (Jano), el de las dos caras, y el de "Febrero" que en Latín se relaciona con “Februa”, que significa “Purificaciones”. Y es que dedicaban ese mes para hacer toda clase de ceremoniales con la finalidad de que los dioses y diosas fuesen propicios con ellos en las tareas que se iniciarían con la llegada del buen tiempo. El mismo ejército se retiraba, durante el invierno, de las guerras y se recogía en sus ”hiberna”, es decir, en los cuarteles de invierno.

Me vais permitir, aún a riesgo de resultar demasiado extenso y pesado, recordar los versos que preceden y siguen al que estamos comentando.
“Muchos trabajos se presentan más hacederos durante la noche fresca, o cuando el lucero matutino cubre las tierras de rocío al salir el sol. Por la noche se siegan mejor las cañas sin espiga, por la noche los secos prados; no falta en las noches la suavizante humedad. Otro vela también las noches junto al fuego de invernal candela y talla en forma de espiga las teas con un hierro aguzado. Mientras tanto, aliviando su esposa con el canto la larga tarea, recorre la tela con el resonante peine, o cociendo al fuego el dulce mosto, le suprime el agua y espuma con hojas la superficie líquida de la trepidante caldera.

Mas el dorado trigo se corta con los calores fuertes y con los calores fuertes trilla la era las tostadas mieses.
Ara desnudo, siembra desnudo: el invierno es perezoso para el campesino.
Durante los fríos disfrutan ordinariamente los labradores de lo que allegaron y con alegría se regalan entre ellos con festines. Les invita el regocijante invierno y les alivia los cuidados. A la manera que, cuando las naves cargadas han tocado ya puerto, colocan alegres los marineros coronas en la popa. A pesar de esto, es también la ocasión entonces de varear las bellotas de la encina y las bayas del laurel y la oliva y el fruto, rojo como sangre, de los mirtos; de tender lazos a las grullas y redes a los ciervos y de perseguir a las libres orejudas; es el momento de herir a los gamos, restallando en el aire la cuerda de estopa de la honda baleárica, cuando la nieve yace en ventisqueros y los ríos arrastran témpanos de hielo”.
(Geórgicas, I, 288-310, en traducción, con algún retoque, de Tomás de la Ascensión Recio García y Arturo Soler Ruiz).
Y es que a uno, a mí, por ejemplo, después de leer esto, me entran ganas de trasladarme a EL CABACO, en Salamanca, con el deshielo ya incipiente, y escuchar el cantar de los pájaros, y el fluir de los arroyos, al tiempo que percibo el perfume de las amapolas de , y percibo, al leerlos, la música de los versos de esta nueva Musa que se llama Soledad.

Multa adeo gelida melius se nocte dedere
aut cum sole nouo terras inrorat Eous.
Nocte leues melius stipulae, nocte arida prata
290
tondentur, noctes lentus non deficit umor.
Et quidam seros hiberni ad luminis ignis
peruigilat ferroque faces inspicat acuto.
interea longum cantu solata laborem
arguto coniunx percurrit pectine telas,
295
aut dulcis musti Uolcano decoquit umorem
et foliis undam trepidi despumat aëni.
At rubicunda Ceres medio succiditur aestu
et medio tostas aestu terit area fruges.
Nudus ara, sere nudus. hiems ignaua colono:
300
frigoribus parto agricolae plerumque fruuntur
mutuaque inter se laeti conuiuia curant.
Inuitat genialis hiems curasque resoluit,
ceu pressae cum iam portum tetigere carinae,
puppibus et laeti nautae imposuere coronas.
305
Sed tamen et quernas glandes tum stringere tempus
et lauri bacas oleamque cruentaque myrta,
tum gruibus pedicas et retia ponere ceruis
auritosque sequi lepores, tum figere dammas
stuppea torquentem Balearis uerbera fundae,
310
cum nix alta iacet, glaciem cum flumina trudunt.


sábado, 21 de marzo de 2009

IDVS MARTIAS (IV): Lo que nos cuenta PLUTARCO (Después del Tiranicidio)

A mí me gusta ser previsor y prevenido. Bastantes días antes de las Idus de Marzo, bajo la etiqueta “IDVS MARTIAS”, os regalé los prodigios siniestros que precedieron y se sucedieron al apuñalamiento, según los explicó Virgilio (70-19 aC.) en “Las Geórgicas”, Ovidio (43 aC- 17 dC.) en “Las Metamorfosis”, y Suetonio (70-150 dC.) en “La Vida de Julio César", en el Senado Romano, al año 44 aC., precisamente en las Idus de Marzo, por parte de Bruto, un amigo, eso parecía, de Julio César, y Casio, acompañados de otros Senadores. Fueron veintitrés puñaladas, al decir de Plutarco. Incluso, en ese tumulto que se provocó, con tanta espada desenvainada, hubo quienes fueron heridos por sus propios amigos.

Isabel Barceló, en su Blog “Mujeres Romanas”, con el pseudónimo de “Isabel Romana”,

http://mujeresderoma.blogspot.com/

con el sentido de la oportunidad, la precisión y la exactitud, que le son propios, nos ha recordado puntualmente el asesinato de César y lo que pasó al día siguiente con su cadáver.
Ello me ha hecho volver a estudiar o recordar el tema y he recurrido a la "Vida de César” que nos dejó Plutarco (46 dC. – 120 dC.), un griego que nos dejó una serie de “Vidas Paralelas”, comparando la de un Griego con la de un Romano. Es el caso de la de Julio César, que comparó con la de Alejandro Magno.

Os dejo más abajo la traducción y el texto original, en Griego, de la "Vida de César, de Plutarco”, el capítulo LXIX, porque él también nos explica los fenómenos extraños que ocurrieron tras el asesinato de Julio César. Es el final absoluto de su "Vida de César”.

He puesto, entre paréntesis, los años de nacimiento, aproximados en el caso de Plutarco, de los cuatro autores mencionados, porque lo que nos cuenta Plutarco no tiene la crudeza de la inmediatez como la tiene lo que nos dice Virgilio u Ovidio. Es que a Virgilio y a Ovidio, personas aún vivas les pudieron explicar los hechos, por haberlos vivido directamente, y Suetonio y Plutarco sólo pudieron conocerlos por leerlos en los libros. No es lo mismo. Pierden en ellos, en Suetonio y en Plutarco, el calificativo de “escalofriantes”, que les atribuye, y como los llama Isabel Barceló.
Tampoco es el mismo el genio creador de un Virgilio u Ovidio, como el interés puramente descriptivo o historiador de Plutarco o Suetonio.
“Cuando murió, César tenía cincuenta y seis años cumplidos. Y no había sobrevivido a Pompeyo más que cuatro años; y de aquella dominación, de aquella soberanía que durante toda su vida se había empapado, pasando por tantos peligros y que apenas había conseguido, no había obtenido más fruto que el solo nombre y la gloria que hacía que fuese envidiado por los ciudadanos.

Verdad es que el Genio poderoso, que lo había asistido durante toda su vida, lo acompañó incluso después de su muerte: vengador del crimen, no dejó en paz a los asesinos, por tierra y por mar, hasta que no quedó ni uno: los que, de la forma que fuese, habían puesto sus manos en la fechoría o tomado parte en el complot, todos sufrieron el castigo. Pero lo más maravilloso entre los sucesos de orden humano es lo que pasó con Casio, porque, vencido en Filipos, se suicidó con la misma espada que había utilizado contra César; entre los de carácter divino, el gran cometa que después del asesinato de César brilló con todo su esplendor durante siete noches y desapareció de golpe; así como el oscurecimiento de la luz del sol. Porque, durante todo aquel año, su disco se volvió amarillento y sin tener aquella brillante radiación, y el calor que enviaba era tenebroso y escaso, por la debilidad del calor que lo destruía, y los frutos a medio cocer y todavía para madurar, se quedaron inmaduros y como pasas por el frío del ambiente.

Pero sobretodo el fantasma que se le apareció a Bruto reveló hasta qué punto el asesinato de César no fue del agrado de los dioses. He aquí esa historia. Bruto, a punto de hacer pasar a su ejército de Abidos al otro continente, descansaba una noche, como solía, dentro de su tienda, no durmiendo, sino dándole vueltas a lo que vendría; porque dicen que este hombre era el General que menos dormía de todos los que han existido jamás, y el que, de forma natural, podía pasar más tiempo en vigilia. En un sobresalto, le pareció oír un ruido en la puerta, y, mirando hacia aquel lado a la luz de una lámpara ya toda mortecina, ve una visión espantosa de un hombre de talla extraordinaria y aspecto feroz. Asustado a la primera, cuando ve que el espectro no hace ni dice nada, sino que está de pie en silencio cerca de su lecho, Bruto le pregunta quién es. Y el fantasma le responde: “Bruto, soy tu Genio malo; me verás en Filipos”. Entonces Bruto, con aire seguro, dice: “Te veré”, y el ser divino se va de golpe de su presencia. Y en el tiempo que vino, cuando en Filipos comenzó la batalla contra Antonio y Octavio César, el primer día, Bruto, vencedor, puso en fuga a todo el que se encontraba delante suyo, y arremetiendo a través del enemigo limpió el campo de César. Y ya se disponía a la segunda batalla, cuando el mismo espectro lo visita por la noche, por segunda vez; no es que le dijese nada, pero Bruto comprende cuál es su destino y se lanza de cabeza en medio del peligro.

A pesar de todo, no cayó combatiendo; pero, tras la derrota, huyó hacia un lugar escarpado y, apretando su pecho contra su espada desnuda, ayudado, dicen, por un amigo, que dio más fuerza al golpe, murió”.
(Plutarco, Vida de César, LXIX)
[69] Θνῄσκει δὲ Καῖσαρ τὰ μὲν πάντα γεγονὼς ἔτη πεντήκοντα καὶ ἕξ, Πομπηΐῳ δ’ ἐπιβιώσας οὐ πολὺ πλέον ἐτῶν τεσσάρων, ἣν δὲ τῷ βίῳ παντὶ δυναστείαν καὶ ἀρχὴν διὰ κινδύνων τοσούτων διώκων μόλις κατειργάσατο, ταύτης οὐδὲν ὅτι μὴ τοὔνομα μόνον καὶ τὴν ἐπίφθονον καρπωσάμενος δόξαν παρὰ τῶν πολιτῶν.
Ὁ μέντοι μέγας αὐτοῦ δαίμων, ᾧ παρὰ τὸν βίον ἐχρήσατο, καὶ τελευτήσαντος ἐπηκολούθησε τιμωρὸς τοῦ φόνου, διά τε γῆς πάσης καὶ θαλάττης ἐλαύνων καὶ ἀνιχνεύων ἄχρι τοῦ μηδένα λιπεῖν τῶν ἀπεκτονότων, ἀλλὰ καὶ τοὺς καθ’ ὁτιοῦν ἢ χειρὶ τοῦ ἔργου θιγόντας ἢ γνώμῃ μετασχόντας ἐπεξελθεῖν. θαυμασιώτατον δὲ τῶν μὲν ἀνθρωπίνων τὸ περὶ Κάσσιον· ἡττηθεὶς γὰρ ἐν Φιλίπποις, ἐκείνῳ τῷ ξιφιδίῳ διέφθειρεν ἑαυτὸν ᾧ κατὰ Καίσαρος ἐχρήσατο· τῶν δὲ θείων ὅ τε μέγας κομήτης (ἐφάνη γὰρ ἐπὶ νύκτας ἑπτὰ μετὰ τὴν Καίσαρος σφαγὴν διαπρεπής, εἶτ’ ἠφανίσθη), καὶ τὸ περὶ τὸν ἥλιον ἀμαύρωμα τῆς αὐγῆς. ὅλον γὰρ ἐκεῖνον τὸν ἐνιαυτὸν ὠχρὸς μὲν ὁ κύκλος καὶ μαρμαρυγὰς οὐκ ἔχων ἀνέτελλεν, ἀδρανὲς δὲ καὶ λεπτὸν ἀπ’ αὐτοῦ κατῄει τὸ θερμόν, ὥστε τὸν μὲν ἀέρα δνοφερὸν καὶ βαρὺν ἀσθενείᾳ τῆς διακρινούσης αὐτὸν ἀλέας ἐπιφέρεσθαι, τοὺς δὲ καρποὺς ἡμιπέπτους καὶ ἀτελεῖς ἀπανθῆσαι καὶ παρακμάσαι διὰ τὴν ψυχρότητα τοῦ περιέχοντος.
Μάλιστα δὲ τὸ Βρούτῳ γενόμενον φάσμα τὴν Καίσαρος ἐδήλωσε σφαγὴν οὐ γενομένην θεοῖς ἀρεστήν· ἦν δὲ τοιόνδε. μέλλων τὸν στρατὸν ἐξ Ἀβύδου διαβιβάζειν εἰς τὴν ἑτέραν ἤπειρον, ἀνεπαύετο νυκτὸς ὥσπερ εἰώθει κατὰ σκηνήν, οὐ καθεύδων, ἀλλὰ φροντίζων περὶ τοῦ μέλλοντος· λέγεται γὰρ οὗτος ἁνὴρ ἥκιστα δὴ τῶν στρατηγῶν ὑπνώδης γενέσθαι καὶ πλεῖστον ἑαυτῷ χρόνον ἐγρηγορότι χρῆσθαι πεφυκώς· ψόφου δέ τινος αἰσθέσθαι περὶ τὴν θύραν ἔδοξε, καὶ πρὸς τὸ τοῦ λύχνου φῶς ἤδη καταφερομένου σκεψάμενος, ὄψιν εἶδε φοβερὰν ἀνδρὸς ἐκφύλου τὸ μέγεθος καὶ χαλεποῦ τὸ εἶδος. ἐκπλαγεὶς δὲ τὸ πρῶτον, ὡς ἑώρα μήτε πράττοντά τι μήτε φθεγγόμενον, ἀλλ’ ἑστῶτα σιγῇ παρὰ τὴν κλίνην, ἠρώτα ὅςτίς ἐστιν. ἀποκρίνεται δ’ αὐτῷ τὸ φάσμα· „ὁ σὸς ὦ Βροῦτε δαίμων κακός· ὄψει δέ με περὶ Φιλίππους“. τότε μὲν οὖν ὁ Βροῦτος εὐθαρσῶς „ὄψομαι“ εἶπε, καὶ τὸ δαιμόνιον εὐθὺς ἐκποδὼν ἀπῄει. τῷ δ’ ἱκνουμένῳ χρόνῳ περὶ τοὺς Φιλίππους ἀντιταχθεὶς Ἀντωνίῳ καὶ Καίσαρι, τῇ μὲν πρώτῃ μάχῃ κρατήσας τὸ καθ’ ἑαυτὸν ἐτρέψατο, καὶ διεξήλασε πορθῶν τὸ Καίσαρος στρατόπεδον· τὴν δὲ δευτέραν αὐτῷ μάχεσθαι μέλλοντι φοιτᾷ τὸ αὐτὸ φάσμα τῆς νυκτὸς αὖθις, οὐχ ὥστε τι προσειπεῖν, ἀλλὰ συνεὶς ὁ Βροῦτος τὸ πεπρωμένον, ἔρριψε φέρων ἑαυτὸν εἰς τὸν κίνδυνον.

Οὐ μὴν ἔπεσεν ἀγωνιζόμενος, ἀλλὰ τῆς τροπῆς γενομένης ἀναφυγὼν πρός τι κρημνῶδες, καὶ τῷ ξίφει γυμνῷ προσβαλὼν τὸ στέρνον, ἅμα καὶ φίλου τινὸς ὥς φασι συνεπιρρώσαντος τὴν πληγήν, ἀπέθανεν.

miércoles, 18 de marzo de 2009

(El nacimiento del árbol de la) MIRRA (II): MIRRA está atormentada

Eurídice, la amada de Orfeo, el gran cantor de la Mitología, había sido picada por una serpiente venenosa. Fue directamente a parar al mundo subterráneo, el mundo de las sombras y los espectros, al Infierno. Orfeo, que la amaba profundamente, se dirigió allí a buscarla, a devolverla a la Tierra desde el reino de Hades. Tuvo que adormecer con su canto al perro de tres cabezas, al Can Cerbero. Hades le impuso una condición: que volviesen los dos a la Tierra, yendo delante Orfeo y Eurídice detrás, sin que Orfeo pudiese ni verla ni mirarla hasta que hubiesen salido del mundo subterráneo. Orfeo no cumplió con la condición impuesta: impulsado por su amor a Eurídice, volvió el rostro hacia atrás para contemplar a Eurídice. Entonces recibió el castigo correspondiente: Eurídice tuvo que volver, ahora ya definitivamente, al mundo subterráneo, y Orfeo siguió su camino hacia la Tierra, triste como nunca, porque había perdido definitivamente a su amada Eurídice.

Triste y muy triste entonces, se retiró Orfeo a un monte que estaba continuamente golpeado por los vientos. Allí Orfeo, alejado de todo amor femenino, por fidelidad a Eurídice o por la tristeza de haberla perdido, aunque fueron muchas las que lo pretendieron, entonaba su canto, canto que escuchaban todos los seres que por allí había: los árboles, las fieras, los pájaros. Todos estaban atentos al canto de Orfeo, que, al mismo tiempo, hacía vibrar las cuerdas de su lira. Era todo un tropel de pájaros, fieras, árboles y demás seres animados, quienes escuchaban su dulce canto. Orfeo seguía su canto. Hacía ya mucho tiempo que estaba cantando las historias y las transformaciones de seres mágicos.

Sigue Orfeo, es decir, Ovidio, en LAS METAMORFOSIS (X, 300-336):

Voy a cantar algo espantoso; alejaos de aquí, hijas, alejaos, padres, o, si mi canción resulta placentera a vuestros corazones, no me deis crédito en esta sección y no admitáis que se trate de algo que haya ocurrido, o, si lo admitís, admitid también como ocurrido el castigo que le siguió. Aún así, si la Naturaleza permite que se produzca una fechoría como ésta, yo felicito a los pueblos del Ísmaro y a nuestro mundo [Es decir, a Tracia, de donde es y donde se encuentra Orfeo], yo felicito a esta tierra por estar lejos de aquellas regiones que dieron origen a tan enorme iniquidad. Por más que sea rica en amomo la tierra de Panquea [Isla fabulosa, en el Océano Índico, no lejos de Arabia, donde se producían los exquisitos perfumes de Oriente], por más que produzca su canela y su costo y el incienso que sudan sus maderas y otras criaturas florales, en tanto que, además, produzca la mirra, habrá que decirlo: no merecía la pena que surgiera un árbol nuevo a tanta costa. El mismo Cupido [Eros] niega que fueran sus dardos, los que te perdieron, Mirra, y exculpa de este atentado a sus antorchas; fue una de las tres hermanas [Es decir, las Euménides griegas, las Furias romanas, cuyos cabellos eran serpientes y siempre auguraban algo siniestro] la que sopló sobre ti con su hachón de la Estige [El mundo subterráneo, el Infierno, el reino de Hades] y con sus hinchadas víboras: es un crimen odiar a un padre, pero este amor es un crimen mayor que el odio. Te desean príncipes escogidos de todas partes, y a competir por tu tálamo viene la juventud de todo el Oriente; de entre ellos elige tú, Mirra, un marido, siempre que ese uno no se encuentre entre todos ellos. Ella, desde luego, se da cuenta de todo y trata de luchar contra la torpe pasión y se dice: ”¿A dónde me lleva mi inclinación? ¿Qué voy a hacer? Dioses, os lo suplico, y también vosotros, Piedad y sagrados derechos de los padres, impedid esta monstruosidad y oponeos a mi crimen, si es que, por otra parte, se trata de un crimen. Verdaderamente no se dice que la piedad condene esta clase de amor: los demás animales se unen sin ninguna discriminación, y no se tiene por vergonzoso para una vaca que soporte la carga de su padre sobre sus lomos, la hija de un caballo se convierte en su esposa, el macho cubre a las hembras que él mismo ha procreado, y la pájara concibe del mismo por cuyo semen ha sido concebida. ¡Felices seres los que tienen permitidas tales cosas! Los prejuicios humanos han promulgado leyes odiosas, y lo que la naturaleza permite lo prohíben normas hostiles. Sin embargo, se habla de pueblos en los cuales la madre se casa con su hijo y la hija con su padre, para que aumente la piedad con un amor duplicado. ¡Ay desdichada de mí, porque no he tenido la suerte de nacer allí y me veo contrariada por el azar de mi ubicación! ¿Para qué doy vueltas en torno a todo esto? ¡Apartaos de mí, esperanzas prohibidas!". (Traducción de Antonio Ruiz de Elvira).

300
Dira canam; procul hinc natae, procul este parente
aut, mea si uestras mulcebunt carmina mentes,
desit in hac mihi parte fides, nec credite factum,
uel, si credetis, facti quoque credite poenam.
Si tamen admissum sinit hoc natura uideri,

305
[gentibus Ismariis et nostro gratulor orbi,]
gratulor huic terrae, quod abest regionibus illis,
quae tantum genuere nefas: sit diues amomo
cinnamaque costumque suum sudataque ligno
tura ferat floresque alios Panchaia tellus,

310
dum ferat et murram: tanti noua non fuit arbor.
Ipse negat nocuisse tibi sua tela Cupido,
Myrrha, facesque suas a crimine uindicat isto;
stipite te Stygio tumidisque adflauit echidnis
e tribus una soror: scelus est odisse parentem,

315
hic amor est odio maius scelus. – undique lecti
te cupiunt proceres, totoque oriente iuuenta
ad thalami certamen adest: ex omnibus unum
elige, Myrrha, uirum, dum ne sit in omnibus unus.
Illa quidem sentit foedoque repugnat amori

320
et secum "quo mente feror? quid molior?" inquit
"di, precor, et pietas sacrataque iura parentum,
hoc prohibete nefas scelerique resistite nostro,
si tamen hoc scelus est. sed enim damnare negatur
hanc Uenerem pietas: coeunt animalia nullo

325
cetera dilectu, nec habetur turpe iuuencae
ferre patrem tergo, fit equo sua filia coniunx,
quasque creauit init pecudes caper, ipsaque, cuius
semine concepta est, ex illo concipit ales.
Felices, quibus ista licent! humana malignas

330
cura dedit leges, et quod natura remittit,
inuida iura negant. gentes tamen esse feruntur,
in quibus et nato genetrix et nata parenti
iungitur, et pietas geminato crescit amore.
Me miseram, quod non nasci mihi contigit illic,

335
fortunaque loci laedor! – quid in ista reuoluor?
spes interdictae, discedite!

martes, 17 de marzo de 2009

¿Se debe pronunciar "Prosérpina" o *"Proserpina"?


BERNINI: EL RAPTO DE PROSÉRPINA

Nuestra amiga Soledad Sánchez M., que tiene, como sabéis, un “locus amoenus” exquisito,

http://soledadsanchezm.blogspot.com/

me ha sugerido, en un comentario, que explique con cierto detalle por qué hay que pronunciar “Prosérpina” en lugar de “Proserpina”, como suele hacerse habitualmente. Yo, que tanto disfruto paseándome por su jardín, pues así es su Blog, y paseándome con asiduidad, no puedo negarme a ello. Con sumo placer atiendo a su deseo. Veamos.


Los griegos, en Griego, decían “Περσεφόνη” [Persefóne] y los Romanos, en Latín, decían “Prosérpina”. (No se escriben las tildes en Latín, pero aquí las pondré porque es necesario)

En Latín no se ponen tildes en las sílabas tónicas, pero el Latín tenía una rigurosa y simple norma de acentuación. En Latín no existen las palabras agudas. Todas son llanas o esdrújulas.

La norma era: las palabras de dos sílabas son, evidentemente, todas llanas. En las de tres o más: si la penúltima es larga, lleva el acento y la palabra es llana. Si la penúltima es breve, no puede llevar el acento y, consecuentemente, la palabra será esdrújula. “Larga” o “breve” significa que duraba más o menos tiempo.

Las normas de la acentuación en Griego, donde sí se escribían las tildes, son otras: había palabras agudas, llanas y esdrújulas. Cada palabra lleva el acento en la sílaba correspondiente, dependiendo de múltiples factores, como en todas las lenguas.

La única limitación era: si la última sílaba es larga, la palabra no puede ser esdrújula y entonces el acento pasaba a la penúltima, en el caso de que alguna forma derivada tuviera que llevarlo allí.

Un Griego podía pronunciar y pronunciaba “Περσεφόνη” [Persefóne]. Los Romanos cultos convivían con el Griego. Ante esta palabra, cuya penúltima sílaba es breve (contiene una “ómicron” = “o” pequeña), un Romano tenía dos opciones:

Pronunciar “Persefóne” al modo griego, por respeto al Griego o por dárselas de culto, y pronunciar “Perséfone”, al modo latino, ateniéndose a las normas de la acentuación latina, o por simple rechazo de todo lo griego, que de todo había en Roma. Como ahora.

Pasaba como entre los catalanes de ahora que escriben “parking” a la inglesa, o “pàrquing” a la catalana.

Con “Prosérpina”, que es palabra latina, no hay problema, porque la –pi- es una sílaba breve (los motivos no vienen a cuento) y, como es la penúltima sílaba y es breve, no puede llevar el acento. Luego, lo llevará la anterior.

Consecuencia; hay que pronunciar “Prosérpina”. que es la forma correcta, pero, si uno quiere pronunciar "Proserpina", puede hacerlo, porque esa pronunciación está muy arraigada en nuestra lengua.


Eso ocurre con muchos nombres propìos greco-latinos. También hay que ver si los nombres propios griegos los hemos tomado directamente del Griego o a través del Latín.

Y, para acabarlo de complicar, tenemos el Latín vulgar, que es de donde vienen todas las palabras patrimoniales. Puede que haya habido alguna influencia en este sentido de la pronunciación vulgar. Es decir, que hay que diferenciar si se trata de un cultismo o una palabra patrimonial.

A mí, mi primer profesor de Griego me hablaba de “Edipo”. Ahora en Cataluña, me he tenido que acostumbrar a decir, cuando hablo en Catalàn, ”Èdip” (llana). Si tomamos la palabra del Griego, hay que decir en Castellano “Edipo” (llana), y, si la tomamos a través del Latín, “Édipo” (esdrújula), que suena fatal, lo mismo que `”Èdip” (llana) en Catalán. A mí me gusta más “Edipo” (llana).

Resumiendo: yo pronuncio: Prosérpina, Perséfone. No pronuncio “Safó” (aguda), que sería lo correcto y a la griega, sino “Safo” (llana), porque esta pronunciación está suficientemente arraigada en nuestra lengua y nos ha llegado a través del Latín, que, como he dicho, no admitía palabras agudas.

Hay muchas palabras que vulgarmente se pronuncian mal:

Hay que pronunciar “libido” (impulso sexual) como llana, porque es palabra latina y se pronunciaba así. No debe confundirse con “lívido” (esdrújula), que es el color grisáceo de los lobos, o de cuando uno ha perdido la vida, o se ha desmayado.

También habría que decir: “Bárcino" (Barcelona) y “Tárraco” (Tarragona) que en Latín son esdrújulas.

Creo que es un poco complicado todo esto, pero era necesario que lo hiciera.

Muchas gracias, amiga Soledad, por habérmelo sugerido.

¿Hay que decir "Las Idus" o *"Los Idus"?

Isabel Barceló, con el pseudónimo de Isabel Romana, tiene un Blog, “MUJERES DE ROMA”,

http://mujeresderoma.blogspot.com/

en el que nos va recreando, según corresponda a cada día del calendario, diferentes escenas Romanas. Cuando uno lo lee, tiene la sensación de encontrarse “in situ” en la Antigua Roma. Es toda una delicia pasearse por esa Roma que tan bien nos describe Isabel. Os aconsejo que lo visitéis, quienes todavía no lo hayáis hecho.

Ayer, día 16, con la oportunidad acostumbrada en ella, nos recordó con realismo el asesinato de Julio César en las Idus (día 15) de Marzo del 44 aC. por parte de un grupo de senadores, encabezados por Bruto y Casio, con un artículo titulado “DUDA TRAS EL ASESINATO DE JULIO CÉSAR”.

Yo escribí mi correspondiente comentario laudatorio y un comentarista “Anónimo” me quiso corregir, porque yo había dicho que son “Las Idus” (femenino) y no *”Los Idus” (masculino), como suele decir la mayoría de la gente.

Os dejo, por si os interesa, el texto íntegro, con el que le respondí.

Amiga Isabel,

Me vas a permitir que deje aquí, en tu espacio, la contestación adecuada a una pretendida corrección que se me hace aquí mismo, por parte de un “Anónimo”, a unas palabras que yo escribí. Todo ello con el mayor respeto y sin ninguna pretensión de polemizar, porque no es mi estilo ni mi deseo, ni es éste el lugar adecuado para hacerlo. Es el género de la palabra “Idus” en Latín.

Como bien conoces tú, en el antiguo calendario romano, “Idus” correspondía a la luna llena. Es un substantivo de la cuarta declinación que sólo tiene plural, y esa misma forma vale para el nominativo, el vocativo y el acusativo. Desde nuestro primer año de Latín todos sabemos que en la cuarta declinación hay substantivos neutros (muy pocos) como “genu” (rodilla), “cornu” (cuerno). Todos ellos tienen el nominativo/vocativo/acusativo singular terminado en -u.

El resto de substantivos (porque no hay adjetivos) de la cuarta declinación terminan en –us (forma que vale para el nominativo/vocativo singular, y el nominativo/vocativo/acusativo plural). Pueden ser de género femenino, como “manus” (mano [todavía nosotros decimos “la mano”, a pesar de su terminación en –o]) y del género masculino, como “exercitus” (ejército). El uno u otro género depende del significado, si nuestros antepasados indo-europeos, de donde procede el Latín, lo interpretaban como algo sexualmente masculino o femenino.

Pasa como con los árboles, que tanto en Griego como en Latín son femeninos, aunque en Griego y en Latín muchos sean de la segunda declinación (“-os” en Griego, y “–us” en Latín, terminaciones que gramaticalmente daban en su mayoría substantivos masculinos). Y es que el género natural (macho o hembra) siempre se ha impuesto en las lenguas indo-europeas al género gramatical (el de la terminación), que es posterior y secundario. Y resulta que nuestros antepasados remotos, cuando veían a un árbol que “daba a luz” frutos y frutas y le ponían un nombre, se lo ponían igual que a una hembra, que también “da a luz”. Los interpretaban como sexualmente femeninos.

Lo podemos reconocer en nuestra propia lengua en la que palabras como “poeta, artista, pianista, ebanista, lampista, organista” y todo un sinfín de palabras acabadas en –a (que es una terminación gramaticalmente femenina), han sido consideradas masculinas por su significado, porque eran actividades exclusivamente reservadas a los hombres. Ahora, gracias a Dios, las cosas están cambiando. En algunos casos se admiten ahora formas como “la pianista”, si se trata de una mujer, o se instala una nueva palabra, de creación secundaria, como “poetisa”, que es lo que era nuestra admirada Safo (los Griegos decían “Safó”, y esto creará otra polémica).

Estoy de acuerdo en que la gente suele decir *”Los Idus”, en masculino, en lugar de “Las Idus”, que sería lo correcto. Puede ser que el hablante identifique la terminación en –us con un masculino, porque la mayoría de substantivos latinos terminados en –us dieron masculinos en nuestra lengua.

Resumiendo: todos los que hemos leído algunos textos en Latín estamos acostumbrados a leer:

Pridie [el día antes de) Idus Martias, Februarias, Ianuarias”, etc.,
lo mismo que:
“Pridie Nonas Martias, Februarias, Ianuarias”,
o
“Pridie Kalendas Martias, Februarias, Ianuarias”.

Así es como ponía la fecha, por ejemplo Cicerón, cuando, desde su destierro, le enviaba cartas a su amada esposa Terentia o a sus amigos.

Me perdonarás, amiga Isabel, por lo extenso de este comentario, pero es que pienso que tu espacio es un lugar donde hay gran abundancia de Cultura (con mayúscula) Romana, y, entre todos y todas, no nos podemos permitir el más mínimo desliz.

Te envío, amiga Isabel, toda mi admiración y un gran abrazo,

Antonio

PS.: Puestos a corregir el comentario de “Anónimo”, lo vamos a corregir todo. Dice “Anónimo”: “fue asesinado en el Senado por Craso y Bruto, su hijo”. Dice Suetonio (Vida de Julio César, 82,2) que Julio César le dijo a Bruto, en Griego: Καὶ σὺ, τέκνον; [¿Kái sý téknon?] (¿Y tú también, hijo?). No es que Bruto fuese hijo de Julio César, sino que fue una fórmula cariñosa, la dirigida a un amigo. Lo que sí parece cierto es que la madre de Bruto fue una, una más, de las amantes de Julio César, pero Bruto no era hijo de Julio César. El que sí lo fue fue Cesarión, producto de los amoríos con Cleopatra, la que tuvo a Julio César como uno, uno más también, de sus amantes.

lunes, 16 de marzo de 2009

“Prima Ceres ferro mortalis uertere terram instituit” (Geórgicas).“Fue Ceres la primera que enseñó a los hombres a remover la tierra con el arado"

Nuestra amiga Soledad Sánchez M.:

http://soledadsanchezm.blogspot.com/

nos viene regalando, de unas semanas acá, unos bonitos versos de “Las Geórgicas” de Virgilio, que yo tengo la costumbre de comentar. En su espacio, un “locus amoenus”, podéis encontrar el comentario que transcribo aquí, tal cual, añadiendo el texto Latino. Allí encontraréis al ambiente propicio para goce y disfrute de la cita, porque está acompañado de un hermoso poema suyo, una música celestial, y una bucólica pintura de Klimt.

Paso a comentar la joya de frase de “Las Geórgicas” que nos ha regalado esta semana nuestra amiga Soledad, en su “locus amoenus”, porque este espacio es más y más atractivo cada día. Ahora tenemos un magnífico paisaje, una arboleda de Klimt, por la que nos podemos pasear al son de las notas de la Novena Sinfonía de Beethoven, con la Oda a La Alegría de Schiller de fondo, al tiempo que disfrutamos de la beatitud y tranquilidad bucólica que nos transmite el poema de Soledad, que acompaña generosamente a este cúmulo de sensaciones.

A mí, que me eduqué entre los Clásicos Griegos y Latinos, el lindo poema de nuestra Soledad me transmite resonancias de Homero, que insistentemente les llamaba “aladas” a las palabras, palabras sencillas que eran las suyas, porque procedían del pueblo, como “sencillas” les llama Soledad a sus palabras, que, me imagino, proceden de lo más noble de su espíritu. Y es que la sencillez es una cualidad. Y no suele abundar por estos mundos intelectuales.

No puede uno imaginarse mejor espacio y ambiente para comentar unos versos de esa obra tan dedicada al campo y a la vida y al trabajo al aire libre, como son “Las Geórgicas”.

Decíamos, decía nuestra Soledad, hace unas cuantas semanas, al comienzo de esta serie:

“Labor omnia uicit improbus et duris urgens in rebus egestas” (Geórgicas, I, 145-6).
“Todo lo ha vencido el trabajo ímprobo, y la pobreza que apremia en las condiciones duras”.

Sigue Virgilio con los versos de esta semana:

“Prima Ceres ferro mortalis uertere terram instituit” (Geórgicas, I, 147-8).
“Fue Ceres la primera que enseñó a los hombres a remover la tierra con el arado”.

Es el paso de la Edad de Oro de Ovidio, en la que la Naturaleza nos lo daba todo, sin esfuerzo ninguno por nuestra parte, a la Edad de Plata, en la que se nos dio el trabajo como herramienta para superar todas nuestras desgracias. Es la expulsión del Paraíso Terrenal. Pasamos de un mundo gobernado por Cronos (Saturno) a un mundo regido por Zeus (Júpiter).

Y prosigue inmediatamente Virigilio:

“... cuando ya empezaban a faltar las bellotas y los madroños del sagrado bosque y Dodona [Dodona, en El Epiro, comarca de Grecia donde había extensos bosques de encinas, cuyo fruto, la bellota, al decir de los poetas, fue la primera comida de los hombres] negaba su alimento. Después también el trigo sufrió nuevo castigo: el anubio nocivo [hongo parásito del trigo] que consume las espigas y el pelado cardo que se eriza sobre los campos. Perecen los sembrados y crece en su lugar la áspera maleza, el lampazo y el abrojo, y en medio de vistosas mieses sobresalen la cizaña estéril y las avenas locas. Por lo tanto, si no persigues sin tregua la hierba con los rastros y espantas con ruidos a las aves, levantas, guadaña en mano, el tapiz que cubre el campo e invocas con súplicas la lluvia, ¡ay!, en vano contemplarás el grueso montón de trigo ajeno y tendrás que acallar solitario el hambre, sacudiendo la encina de los bosques”.
(Geórgicas, I, 148-159, en traducción de Tomás de la Ascensión Recio García y Arturo Soler Ruiz).


……………
cum iam glandes atque arbuta sacrae
deficerent siluae et uictum Dodona negaret.
150
Mox et frumentis labor additus, ut mala culmos
esset robigo, segnisque horreret in aruis
carduus: intereunt segetes, subit aspera silua
lappaeque tribolique, interque nitentia culta
infelix lolium et steriles dominantur auenae.
155
Quod nisi et adsiduis herbam insectabere rastris,
et sonitu terrebis auis, et ruris opaci
falce premes umbras uotisque uocaueris imbrem,
heu magnum alterius frustra spectabis aceruum
concussaque famem in siluis solabere quercu.

Y es que los dioses y diosas de la Mitología Clásica tenían cada uno, como los humanos, una función: Afrodita (Venus) se encargaba de los amores y también de los amoríos; Ares (Marte), de las matanzas y guerras; Zeus (Júpiter) lo presidía todo; Hefesto (Vulcano) se cuidaba de la forja de los metales con el fuego; Las Nueve Musas inspiraban a los poetas; Poseidón (Neptuno) era el rey de los mares; Hades (Plutón) reinaba en el Mundo Inferior, en los Infiernos, en el mundo de los Espectros y las Sombras.

La Romana Ceres (su equivalente entre los Griegos es Deméter) es, entre otras cosas, la diosa de la agricultura, la diosa maternal de la Tierra, la que hace que la Naturaleza sea fecunda, que los árboles den frutos y los sembrados sonrían al agricultor, con generosas mieses. No olvidemos que en nuestra lengua la palabra “cereal”, base fundamental de la alimentación de los primeros hombres, etimológicamente se relaciona con Ceres. Es la divinidad de la tierra cultivada, es esencialmente la diosa del trigo. Sus leyendas se han desarrollado en todas las regiones helénicas en las que prospera este cereal.

En el mito, Ceres (Deméter) se halla íntimamente relacionada con su hija Prosérpina [Sí, es esdrújula, aunque generalmente se pronuncie como llana] (Perséfone), que fue raptada, para hacer de ella su consorte, por su tío Plutón (Hades), lo que dio origen a las Cuatro Estaciones. Pero eso es ya otra historia. Me quedo aquí, porque, como me decía una buena amiga, “todo llegará”.


domingo, 15 de marzo de 2009

IN MEMORIAM. Para las madres: una que "se fue" hace unos meses, y una que "se fue" hace unos años


Madre de los Enéadas,
placer de hombres y dioses,
Venus nutricia,
tú, que bajo los astros que se deslizan
en el cielo llenas con tu presencia
el mar portador de naves y las tierras fructíferas —
pues gracias a ti toda raza de seres vivientes
es concebida y, habiendo nacido,
ha visto la luz del sol—,
de ti, diosa, de ti huyen los vientos,
de ti huyen las nubes del cielo, y de tu llegada.

Para ti la artificiosa tierra
perfumadas flores hace surgir,
para ti ríen las llanuras del mar,
y el cielo, una vez apaciguado,
resplandece con derramada luz.

En efecto,
tan pronto como la faz primaveral del día
se ha manifestado y la fecunda brisa del favonio,
liberada, se fortalece,
en primer lugar las aves del aire a ti, diosa,
y a tu entrada anuncian,
estremecidas en sus corazones por tu poder.

Después las bestias y el ganado retozan sobre los
ricos pastos y atraviesan a nado los arrebatadores
ríos: a tal punto, cautivas por el placer,
te siguen con ardiente deseo
a donde a cada una insistes en conducir.

Luego, por mares y montañas y ríos torrentosos
y por las frondíferas moradas de las aves
y los verdeantes campos, infundiendo a todos
en el pecho dulce amor,
haces que con ardiente deseo
todos renueven la estirpe de sus razas.

Ya que tú sola eres la que gobiernas
la naturaleza de las cosas
y sin ti nada emerge
a las resplandecientes riberas de la luz
y nada se pone contento ni amable,
deseo que tú seas mi aliada
para escribir estos versos,
que yo intento componer
acerca de la naturaleza de las cosas
para nuestro Memiada,
a quien tú, diosa, quisiste distinguir
en todo tiempo adornado con todos los méritos.

Por lo cual con mayor razón da, diosa,
un duradero encanto a mis palabras.

Haz que, entretanto,
las crueles labores de la milicia se aquieten,
adormecidas, por todos los mares y todas las tierras.

Pues sólo tú puedes auxiliar a los mortales con una
tranquila paz, ya que Marte, el armipotente,
dirige los salvajes trabajos de la guerra,
y éste a menudo a tu regazo se abandona,
vencido del todo por la eterna herida del amor,

y así, recostado su bien formado cuello,
mirando hacia arriba,
alimenta de amor sus ojos ávidos de ti,
diosa, boquiabierto,
y de tu boca pende el aliento
del que está tendido.

Hacia ése que reposa en tu cuerpo santo,
tú, diosa, abrazándolo desde arriba,
vierte de tu boca suaves palabras pidiendo,
oh ínclita, apacible paz para los romanos.

Pues ni nosotros podemos aplicarnos a nuestra tarea,
en un tiempo inestable de la patria, con mente serena,
ni el ilustre vástago de Memio
puede en tales circunstancias
descuidar la seguridad pública.

Es necesario, en efecto,
que toda la naturaleza de los dioses de por sí
disfrute de vida eterna
con una paz perfecta, apartada y separada
a gran distancia de nuestros asuntos.

Pues privada de todo dolor, libre de peligros,
poderosa ella misma con sus propios recursos
y no necesitada de nada nuestro,
no se deja ganar por servicios virtuosos
ni es tocada por la ira.

(T. Lucrecio Caro, “Sobre la naturaleza de las cosas”, I, 1-49)
(Traducción de Eduardo Molina Cantó)
Aeneadum genetrix, hominum diuomque uoluptas,
alma Venus, caeli subter labentia signa
quae mare nauigerum, quae terras frugiferentis
concelebras, per te quoniam genus omne animantum
5
concipitur uisitque exortum lumina solis:
te, dea, te fugiunt uenti, te nubila caeli
aduentumque tuum, tibi suauis daedala tellus
summittit flores, tibi rident aequora ponti
placatumque nitet diffuso lumine caelum.
10
Nam simul ac species patefactast uerna diei
et reserata uiget genitabilis aura fauoni,
aëriae primum uolucris te, diua, tuumque
significant initum perculsae corda tua ui.
15
Ide ferae pecudes persultant pabula laeta
14
et rapidos tranant amnis: ita capta lepore
16
te sequitur cupide quo quamque inducere pergis.
Denique per maria ac montis fluuiosque rapacis
frondiferasque domos auium camposque uirentis
omnibus incutiens blandum per pectora amorem
20
efficis ut cupide generatim saecla propagent.
Quae quoniam rerum naturam sola gubernas
nec sine te quicquam dias in luminis oras
exoritur neque fit laetum neque amabile quicquam,
te sociam studeo scribendis uersibus esse,
25
quos ego de rerum natura pangere conor
Memmiadae nostro, quem tu, dea, tempore in omni
omnibus ornatum uoluisti excellere rebus.
Quo magis aeternum da dictis, diua, leporem.
Effice ut interea fera moenera militiai
30
per maria ac terras omnis sopita quiescant;
nam tu sola potes tranquilla pace iuuare
mortalis, quoniam belli fera moenera Mauors
armipotens regit, in gremium qui saepe tuum se
reiicit aeterno deuictus uulnere amoris,
35
atque ita suspiciens tereti ceruice reposta
pascit amore auidos inhians in te, dea, uisus
eque tuo pendet resupini spiritus ore.
Hunc tu, diua, tuo recubantem corpore sancto
circum fusa super, suauis ex ore loquellas
40
funde petens placidam Romanis, incluta, pacem;
nam neque nos agere hoc patriai tempore iniquo
possumus aequo animo nec Memmi clara propago
talibus in rebus communi desse saluti.
Omnis enim per se diuum natura necessest
45
immortali aeuo summa cum pace fruatur
semota ab nostris rebus seiunctaque longe;
nam priuata dolore omni, priuata periclis,
ipsa suis pollens opibus, nihil indiga nostri,
49
nec bene promeritis capitur nec tangitur ira.


(T.Lucretius Carus [97-55 aC], “De rerum natura", I, 1-49)