ANTONIO MARTÍN ORTIZ: abril 2009
ANTONIO MARTÍN ORTIZ
EN ESTA POSICIÓN ME HE PASADO LA MAYOR PARTE DE MI VIDA.
AQUÍ Y ASÍ ME TENÉIS.

Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci.
OMNE TVLIT PVNCTVM QVI MISCVIT VTILE DVLCI.
(Q. Horatius Flaccus, Epistula ad Pisones, 343)
Ganó todo mérito el que mezcló lo útil con lo agradable.

VERANO DE 1964 EN SAINT CIERS DU TAILLON [Charente Maritime], Francia

<strong>VERANO DE 1964 EN <em>SAINT CIERS DU TAILLON [Charente Maritime], Francia</em></strong>
Mi padre [R.I.P.], un amigo (Josep Ma. Riba i Armenter [R.I.P.]), mi hermana Simona, yo mismo, mi hermana Rosario,
mi hermano Pepe, mi madre [R.I.P.], otro amigo (Josep Amiell):
PATRI MATRIQVE MEIS IN MEMORIAM: Descansen en Paz los dos juntos
.
"Cuando uno ha perdido a su padre y a su madre, se ha quedado sin referencia al pasado".
(Frase mía, que yo, como bien nacido, les dedico a quienes me dieron la Vida y me abrieron el Camino para ser Feliz)
A mí, lo mismo que a Ovidio (Tristia, I, III, 4):
Labitur ex oculis nunc quoque gutta meis.
Todavía ahora se me resbala una lágrima de los ojos, los míos.

Recojo y comparto la frase, más optimista, de mi amigo Carlos Hernández, Chacien: ”Lo que en verdad mata es el olvido”.
No es mi caso, porque yo, estas cosas, no las olvido.

EQUITACIÓN AL SON DE POLCAS VIENESAS

Si quieres disfrutar de la maravilla de ver a los caballos de la Escuela Española de Equitación de Viena danzando al son de las polcas de los Strauss,
PINCHA EN UNO DE LOS ENLACES SIGUIENTES:

1) Spanish Riding School Vienna
2) Spanische Hofreitschule
3) Beliebte Annen-Polka
4) Best Equestrian Art School of Europe 251107.
Ejercicios de doma de caballos

jueves, 23 de abril de 2009

TILIAE CONTERMINA QVERCVS [UNA ENCINA CONTIGUA A UN TILO]: BAUCIS Y FILEMÓN. La fidelidad en el AMOR y la piedad con los DIOSES

OBSERVACIÓN PREVIA:

Al mismo tiempo que este artículo, aparecen dos sobre el mismo tema en:

SOLEDAD SÁNCHEZ M., un Blog de poesía sublime,
e
ISABEL BARCELÓ, una erudita en conocimientos sobre Roma, en su Blog MUJERES DE ROMA.

Podéis acceder a ellos pinchando en los correspondientes nombres.

Dejo aquí, tal cual, un comentario de Elena Pascual, que tiene un Blog delicioso, ELENA CLÁSICA, comentario que me ha parecido, sencillamente hablando, sublime.

“He aquí la amada historia de Filemón y Baucis. Como no podía ser menos, llegó llena de estremecimientos del alma y es que introducirla con la historia de Aqueloo y Perimele, no obviando ésta, es un detalle cervantino que enriquece el poder de los dioses y que nos deslumbra llevados de tu mano. Los cuadros son para enamorarse directamente de Aqueloo, creo yo. ¡Ah, las pasiones de este espacio! Las imágenes de la historia del arte bellas en el entrecruzamiento de dioses y mortales.

No sé si serán quizás esos retoques del alma lo que aportan la exquisitez y la elegancia que te caracterizan. Por si acaso, hazle una ofrenda a los dioses, más que nunca tamizada por los lares de Filemón y Baucis, no se vayan a ofender de tanta perfección.

Un beso desde los ríos que palpitan y desde las ramas con corazón”.


En Bitinia, región de Asia Menor, limítrofe con Frigia, abundan los encinares. Sus encinas eran famosas en la Antigüedad. Allí hay una encina y un tilo contiguos, milenarios podríamos decir. Esa encina y ese tilo tenían su correspondiente leyenda. Es la que explicaban los viejos del lugar. Es una historia de Amor y de Piedad, de una pareja de hombre y mujer modélicos.

El río Aqueloo acaba de explicar la historia de Perimele, una Equínade, de la que se había enamorado él mismo. Fue él mismo el que la despojó de su virginidad. Su padre, Hipodamante, la castigó arrojándola al abismo desde un peñasco, para que encontrase la muerte. Fue recogida por el río Aqueloo, que le pidió ayuda a su padre Neptuno, el cual la convirtió en isla.


Dejemos que sea Ovidio (Metamorfosis, VIII, 611-724) el que hable.

“Tras estas palabras se calló el río. El extraordinario suceso había impresionado a todos. El hijo de Ixíon [Perítoo, despreciador de los dioses, como su padre, hasta el punto de que se atrevió a descender al Infierno con el propósito de raptar a Prosérpina] se burla de los que lo creen, y, despreciador de los dioses como era y de corazón empedernido, dijo: “Es falso lo que cuentas, Aqueloo, y es excesivo el poder que atribuyes a los dioses de dar y quitar la figura”. Quedáronse todos atónitos y rechazaron tales palabras, y señaladamente Lélex, hombre maduro en espíritu y en edad, habló así: “Inmenso es el poder del cielo y no tiene fin, y todo lo que los dioses quieren se realiza, y para que no dudes, en las lomas de Frigia hay una encina contigua a un tilo y rodeada de una pequeña cerca; yo mismo he visto el lugar; pues Piteo me envió a los campos de Pélope [a Lidia, contigua de Frigia] en los que en otro tiempo reinó su padre. No lejos de aquel lugar hay un marjal, tierra habitable otrora, pero ahora convertida en aguas frecuentadas por los somorgujos y las negretas de los pantanos (611-625).


Allí se presentó Júpiter en figura mortal, y, acompañando a su padre, el Atlantiada [Mercurio, nieto de Atlas] portador del caduceo, que se había quitado las alas. A mil casas se dirigieron en busca de alojamiento para descansar; mil casas les fueron atrancadas con cerrojos; una en cambio los recibió, pequeña en verdad, cubierta de paja y de cañas del pantano, pero en ella la piadosa anciana Baucis, y Filemón, de la misma edad, habían estado juntos en los años de su juventud, y en aquella cabaña envejecieron, e hicieron llevadera su pobreza, confesándola y soportándola de buen grado; y sería inútil buscar allí señores o criados; la casa entera está constituida por dos, y son los mismos los que obedecen y los que mandan (626-637).


Y así, cuando los celestes alcanzaron aquel humilde hogar, y pasaron, inclinando la cabeza, por la exigua puerta, el viejo les invitó a dar descanso a sus miembros preparándoles asiento; sobre éste extendió Baucis, solícita, su tosca funda, y apartando en el fogón la ceniza tibia, atiza el fuego de la víspera, lo alimenta con hojas y corteza seca, y con su soplo de anciana lo acrecienta hasta producir llamas, y bajando del tejado teas muy astilladas y ramitas secas, las desmenuzó y acercó a un pequeño caldero, y descabezó, despojándolo de las hojas, un repollo que su esposo había traído del bien regado huerto; él, con una horquilla de dos puntas, alcanzó en vilo un lomo ahumado de cerdo colgado de una viga ennegrecida, y corta un trocito de su curada y añeja carne, y, una vez cortado, lo cuece en el agua hirviente (638-650).


Mientras tanto, entretienen con su charla las horas que faltan y les impiden darse cuenta de la espera. Había allí una artesa de madera de haya, colgada de un clavo por su sólida asa; es llenada de agua tibia y recibe los miembros de los viajeros para tonificarlos; en el centro de la choza hay un colchón de blanda juncia sobre un lecho de armadura y patas de sauce. Lo cubren de ropas que no solían extender más que en días de fiesta, pero incluso esta ropa era mísera y vieja, no impropia de un lecho de sauce (651-659).


Recostáronse los dioses. La anciana, temblorosa y con la ropa recogida, coloca la mesa, pero, de las tres patas de la mesa, una cojeaba: un tiesto la equilibró, y una vez que, calzado, eliminó su inclinación, unas matas de verde menta limpiaron la mesa ya nivelada. Es servido allí el fruto bicolor de la casta Minerva [aceitunas], y cerezas de cornejo del otoño cubiertas de líquidas heces de vino, y escarola y rábano y queso fresco y huevos ligeramente pasados por un rescoldo no muy fuerte, todo ello en cacharros de barro. Y después ponen un barreño [un cratero] cincelado en plata de la misma clase [es decir, en barro o cerámica tosca también], y copas hechas de haya, embadurnadas de rubia cera por su parte cóncava; poco hubo que esperar hasta que el fuego del hogar les mandó la comida bien caliente, y se trajo un vino de no mucha antigüedad, el cual fue a continuación retirado por breve tiempo para ceder su lugar al segundo plato [es decir, el postre]; consistió éste en nueces, higos mezclados con arrugados dátiles, ciruelas, fragantes manzanas en anchos cestos, y uvas recogidas de un viñedo ya de color púrpura; en el centro hay un panal resplandeciente; a todo ello se añadían rostros amables y una buena voluntad que no era inútil ni pobre (660-678).


Entretanto ven que el cratero del que tantas veces se había sacado licor se está volviendo a llenar por sí mismo, y que el vino sube de nivel por propia iniciativa. Tanto Baucis como el medroso Filemón quedan espantados, atónitos ante lo inaudito del suceso, y con las manos levantadas pronuncian plegarias y piden perdón por la insignificancia de la colación y del servicio. Tenían un solo ganso, que era el guardián de la humildísima granja; se dispusieron sus dueños a sacrificárselo a los dioses, que eran sus huéspedes; el animal, veloz por sus alas, cansa y burla durante largo tiempo a los ancianos, lentos por su edad, y, al fin, pareció que se refugiaba junto a los dioses mismos: los dioses prohibieron que se le matara (679-688).


“Somos dioses, y esta comarca impía va a pagar el castigo que se merece”, dijeron; “a vosotros se os concederá quedar a salvo de esta catástrofe; abandonad al punto vuestra morada, seguid nuestros pasos y venid con nosotros a lo alto de la montaña”. Obedecen ambos y, precedidos por los dioses, ayudan con sus bastones a sus miembros, y, despaciosos por sus ancianos años, se esfuerzan en avanzar por la interminable cuesta. Distaban de la cima tanto como puede alcanzar de una vez una flecha disparada: volvieron la mirada y advirtieron que todo había quedado sumergido bajo una laguna, a excepción de su casa, que era lo único que estaba a salvo; y, mientras se maravillan de aquello y lloran la destrucción de sus vecinos, aquella vieja choza, pequeña hasta para sus dos dueños, se convierte en un templo: el lugar de los soportes ahorquillados vinieron a ocuparlo columnas, la cubierta de paja empieza a amarillear, y resulta un techo de oro, unas puertas esculpidas y un suelo recubierto de mármol (689-702).


Entonces el Saturnio [Júpiter, hijo de Saturno], con plácido semblante, pronunció estas palabras: “Decid, justo anciano y mujer digna de su justo esposo, qué es lo que deseáis”. Filemón habló brevemente con Baucis, y a continuación manifestó a los celestes la unánime decisión de ambos: “Pedimos ser vuestros sacerdotes y guardar vuestro santuario, y, puesto que hemos pasado juntos y en paz nuestros años, que una misma hora nos lleve a los dos, que no vea yo nunca la tumba de mi esposa y que tampoco tenga ella que enterrarme a mí” (703-710).


La petición es atendida y realizada; fueron ellos la custodia del templo mientras se les dio vida; y, ya exhaustos por los años de la ancianidad, encontrándose un día delante de la sagrada escalinata, hablando de sucesos que la ocasión les evocaba, vio Baucis que a Filemón le salían hojas y el viejo Filemón vio que le salían a Baucis. Y, cuando la copa arbórea iba creciendo e invadiendo ya los dos rostros, se dirigían la palabra mutuamente, mientras aún podían, y al mismo tiempo dijeron los dos “adiós, consorte”, y al mismo tiempo la vegetal corteza cubrió e hizo desaparecer sus bocas (711-719).


Todavía los nativos de Bitinia enseñan allí dos troncos vecinos que salen de un doble tocón. Esto es lo que me contaron ancianos nada frívolos, y no había motivo para que tuvieran intención de engañar. Y, desde luego, yo vi unas guirnaldas colgadas de las ramas, y yo mismo puse otras nuevas diciendo: “Los que son objeto de la solicitud de los dioses dioses son, y reciban culto los que lo rindieron” ((719-724).

Había terminado su relato, y tanto el suceso como quien lo atestiguaba habían impresionado a todos, especialmente a Teseo. Deseando éste escuchar hechos prodigiosos de los dioses, el río de Calidón, apoyándose en el codo, se dirige a él hablándole así: “Hay, oh héroe valerosísimo, gente cuya figura ha cambiado una sola vez y ha permanecido en ese nuevo estado; hay quienes poseen la facultad de pasar a muchas formas, como la posees tú, habitante del mar que abraza la tierra, Proteo” (725-731) (Traducción, con algún retoque, de Antonio Ruiz de Elvira).

Pero esto es ya otra historia y tiene que quedar para otro momento.



Amnis ab his tacuit. factum mirabile cunctos
mouerat: inridet credentes, utque deorum
spretor erat mentisque ferox, Ixione natus
'ficta refers nimiumque putas, Acheloe, potentes

615
esse deos,' dixit 'si dant adimuntque figuras.'
Obstipuere omnes nec talia dicta probarunt,
ante omnesque Lelex animo maturus et aeuo,
sic ait: 'inmensa est finemque potentia caeli
non habet, et quicquid superi uoluere, peractum est,

620
quoque minus dubites, tiliae contermina quercus
collibus est Phrygiis, modico circumdata muro:
ipse locum uidi; nam me Pelopeia Pittheus
misit in arua suo quondam regnata parenti.
Haud procul hinc stagnum est, tellus habitabilis olim,

625
nunc celebres mergis fulicisque palustribus undae;
Iuppiter huc specie mortali cumque parente
uenit Atlantiades positis caducifer alis.
Mille domos adiere locum requiemque petentes,
mille domos clausere serae; tamen una recepit,

630
parua quidem, stipulis et canna tecta palustri,
sed pia Baucis anus parilique aetate Philemon
illa sunt annis iuncti iuuenalibus, illa
consenuere casa paupertatemque fatendo
effecere leuem nec iniqua mente ferendo;

635
nec refert, dominos illic famulosne requiras:
tota domus duo sunt, idem parentque iubentque.
ergo ubi caelicolae paruos tetigere penates
summissoque humiles intrarunt uertice postes,
membra senex posito iussit releuare sedili;

640
cui superiniecit textum rude sedula Baucis
inque foco tepidum cinerem dimouit et ignes
suscitat hesternos foliisque et cortice sicco
nutrit et ad flammas anima producit anili
multifidasque faces ramaliaque arida tecto

645
detulit et minuit paruoque admouit aeno,
quodque suus coniunx riguo conlegerat horto,
truncat holus foliis; furca leuat illa bicorni
sordida terga suis nigro pendentia tigno,
seruatoque diu resecat de tergore partem

650
exiguam sectamque domat feruentibus undis.
Interea medias fallunt sermonibus horas
sentirique moram prohibent. Erat alueus illic
fagineus, curua clauo suspensus ab ansa:
is tepidis inpletur aquis artusque fouendos

655
accipit. in medio torus est de mollibus uluis
inpositus lecto sponda pedibusque salignis.
Vestibus hunc uelant, quas non nisi tempore festo
sternere consuerant: sed et haec uilisque uetusque
uestis erat, lecto non indignanda saligno.

660
Accubuere dei. Mensam succincta tremensque
ponit anus, mensae sed erat pes tertius inpar:
testa parem fecit; quae postquam subdita cliuum
sustulit, aequatam mentae tersere uirentes.
ponitur hic bicolor sincerae baca Mineruae

665
conditaque in liquida corna autumnalia faece
intibaque et radix et lactis massa coacti
ouaque non acri leuiter uersata fauilla,
omnia fictilibus. post haec caelatus eodem
sistitur argento crater fabricataque fago

670
pocula, qua caua sunt, flauentibus inlita ceris;
parua mora est, epulasque foci misere calentes,
nec longae rursus referuntur uina senectae
dantque locum mensis paulum seducta secundis:
hic nux, hic mixta est rugosis carica palmis

675
prunaque et in patulis redolentia mala canistris
et de purpureis conlectae uitibus uuae,
candidus in medio fauus est; super omnia uultus
accessere boni nec iners pauperque uoluntas.
Interea totiens haustum cratera repleri

680
sponte sua per seque uident succrescere uina:
attoniti nouitate pauent manibusque supinis
concipiunt Baucisque preces timidusque Philemon
et ueniam dapibus nullisque paratibus orant.
unicus anser erat, minimae custodia uillae:

685
quem dis hospitibus domini mactare parabant;
ille celer penna tardos aetate fatigat
eluditque diu tandemque est uisus ad ipsos
confugisse deos: superi uetuere necari
"di" que "sumus, meritasque luet uicinia poenas

690
inpia" dixerunt; "uobis inmunibus huius
esse mali dabitur. modo uestra relinquite tecta
ac nostros comitate gradus et in ardua montis
ite simul!" Parent et dis praeeuntibus ambo

693a
membra leuant baculis tardique senilibus annis
nituntur longo uestigia ponere cliuo.

695
Tantum aberant summo, quantum semel ire sagitta
missa potest: flexere oculos et inhospita tecta

696a
mersa uident quaeruntque ubi sint pia culmina uillae:
sola loco stabat, quae dis fuit hospita magnis.
Dumque ea mirantur, dum deflent fata suorum,
illa uetus, dominis etiam casa parua duobus

700
uertitur in templum (furcas subiere columnae,
stramina flauescunt), aurataque tecta uidentur,
caelataeque fores, adopertaque marmore tellus.
Talia tum placido Saturnius edidit ore:
"dicite, iuste senex et femina coniuge iusto

705
digna, quid optetis!" Cum Baucide pauca locutus
iudicium superis aperit commune Philemon:
"esse sacerdotes delubraque uestra tueri
poscimus, et quoniam concordes egimus annos,
auferat hora duos eadem, nec coniugis umquam

710
busta meae uideam, neu sim tumulandus ab illa."
Vota fides sequitur: templi tutela fuere,
donec uita data est; annis aeuoque soluti
ante gradus sacros cum starent forte locique
narrarent casus, frondere Philemona Baucis,

715
Baucida conspexit senior frondere Philemon.
iamque super geminos crescente cacumine uultus
mutua, dum licuit, reddebant dicta "uale" que
"o coniunx" dixere simul, simul abdita texit
ora frutex: ostendit adhuc Thyneius illic

720
incola de gemino uicinos corpore truncos.
Haec mihi non uani (neque erat, cur fallere uellent)
narrauere senes; equidem pendentia uidi
serta super ramos ponensque recentia dixi
"cura deum di sint, et qui coluere, colantur."'

725
Desierat, cunctosque et res et mouerat auctor,
Thesea praecipue; quem facta audire uolentem
mira deum innixus cubito Calydonius amnis
talibus adloquitur: 'sunt, o fortissime, quorum
forma semel mota est et in hoc renouamine mansit;

730
sunt, quibus in plures ius est transire figuras,
ut tibi, conplexi terram maris incola, Proteu.








sábado, 18 de abril de 2009

(El nacimiento del árbol de la) MIRRA (III): MIRRA, atormentada, decide suicidarse, pero lo impide su nodriza





Llevo unos días contándoos EL NACIMIENTO DEL ÁRBOL DE LA MIRRA. Recapitulemos lo ya dicho en los dos capítulos anteriores.

Pigmalión, en Chipre, ha hecho una estatua de marfil blanco. Es su ideal de mujer. Afrodita, ante el amor que siente Pigmalión por la estatua, hace que ésta cobre vida: se convierte en mujer de carne y hueso. Hubo tálamo nupcial, hubo matrimonio. De esa unión nace una hija de nombre Pafos. De esa hija nace un niño, de nombre Cíniras. Cíniras, a su vez, tiene una hija llamada Mirra. Mirra se enamora apasionadamente de su padre Cíniras, pero su amor no es un amor propio de una hija a un padre, es un amor como el que le puede tener una mujer a un hombre, un amor apasionado. Mirra está ahora atormentada por el sentimiento y la pasión que siente por su padre, porque es antinatural. Es una cosa horrible. Está hablando y meditando Mirra consigo misma.
Prosigue Ovidio (Metamorfosis, X, 336-395)

«Digno es él de ser amado, pero como un padre. De manera que, si yo no fuese la hija del gran Cíniras, podría acostarme con Cíniras, y, en cambio, porque es ya mío, no es mío, y la misma proximidad es mi ruina, y, si fuese una extraña, sería más poderosa. Quisiera irme lejos de aquí y abandonar el territorio de mi patria, con tal de que pudiera escapar de mi crimen; un malsano fuego me retiene enamorada, por contemplar ante mí a Cíniras, y tocarlo y hablarle, y darle besos, si nada más se me concede. Pero ¿puedes esperar algo más, joven impía, y no te das cuenta de cuántos son los vínculos y también los títulos que pretendes confundir? ¿Vas a ser a la vez la rival de tu madre y la concubina de tu padre? ¿Te vas a llamar la hermana de tu hijo y la madre de tu hermano? ¿Y no temes a las hermanas cuya cabellera se compone de negras serpientes [es decir, Las Furias, Las Euménides, que castigaban los crímenes de familia], y que, con implacables tizones que aplican a los ojos y al rostro, ven la culpa en los corazones? Por el contrario, no concibas tú con el pensamiento, mientras con el cuerpo aún no has sufrido la ignominia, y no mancilles con un yacer vedado la ley que preside a la armonía de la naturaleza augusta. Supón que él consienta; la realidad misma lo veda; él es piadoso y fiel cumplidor de las normas morales…, y oh, ¡cómo quisiera yo que en él hubiese una locura semejante a la mía!”.



Así había dicho, pero Cíniras, a quien la honrosa abundancia de pretendientes hacía vacilar sobre qué deba hacer, le pregunta a ella misma, mencionando los nombres, a qué marido quiere pertenecer. Ella al principio calla, y, fija la mirada en el rostro de su padre, se abrasa, e inunda de tibio rocío sus ojos. Cíniras, creyendo que todo esto es propio de la timidez de una doncella, le dice que no llore, le enjuga las mejillas y une sus labios a los de ella; Mirra se regocija enormemente con esos besos, y, a la demanda de cómo quiere que sea su marido, dijo: “como tú”; pero él, que no entiende el sentido de sus palabras, las alaba y le dice: “Sigue siendo siempre tan piadosa”. Pronunciado el nombre de piedad, la joven, con la conciencia de su crimen, bajó la cabeza.



Era medianoche, y el sueño había relajado las preocupaciones y los cuerpos; mas la joven hija de Cíniras está insomne y es presa de indómito fuego, y vuelve a considerar sus vesánicos deseos, y tan pronto desespera como quiere hacer la tentativa, y se avergüenza y ansía y no encuentra solución, y, como un inmenso tronco herido por el hacha, cuando sólo falta el último golpe, no se sabe dónde va a caer, y por todas partes se teme que pueda hacerlo, así su alma, asaltada y quebrantada por muchos golpes, se tambalea insegura de un lado para otro, y recibe impulsos en direcciones contrarias, y no aparece otro freno ni reposo para su pasión que la muerte.

La muerte es lo que decide. Se levanta, resuelve apretarse la garganta con un lazo, y, después de atar a una viga del techo su cinturón, dice: “Adiós, querido Cíniras, y comprende el motivo de mi muerte”. Dijo y estaba sujetándose la correa al cuello, que ya se amorataba.


El rumor de sus palabras dicen que llegó a los fieles oídos de la nodriza que custodiaba el umbral de su pupila. Se alza la vieja, abre las puertas, y, al ver los instrumentos de la muerte ya inminente, en el mismo momento da un grito, se golpea, se rasga el regazo y arranca del cuello de la muchacha la correa y la hace trizas; sólo entonces encontró espacio para llorar; sólo entonces para darle abrazos y preguntarle el motivo del lazo. La joven permanece en silencioso mutismo, mira inmóvil el suelo, y se duele de que haya sido descubierto el intento de darse una muerte que no ha llegado a tiempo. Insiste la anciana, y, desnudando sus canas y sus pechos vacíos, le suplica, por su cuna y por su primera nutrición, que le confíe qué es lo que causa su desesperación. La joven se vuelve de espaldas a quien así le pregunta, y gime; la nodriza está decidida a averiguarlo todo y a garantizarle algo más que lealtad».

(Traducción, con algunos retoques, de Antonio Ruiz de Elvira).


…………............………………. Dignus amari
ille, sed ut pater, est. – ergo, si filia magni
non essem Cinyrae, Cinyrae concumbere possem:
nunc quia tam meus est, non est meus, ipsaque damno

340
est mihi proximitas: aliena potentior essem.
Ire libet procul hinc patriaeque relinquere fines,
dum scelus effugiam; retinet malus ardor euntem,
ut praesens spectem Cinyran tangamque loquarque
osculaque admoueam, si nil conceditur ultra.

345
Vltra autem exspectare aliquid potes, inpia uirgo?
Nec, quot confundas et iura et nomina, sentis!
Tune eris et matris paelex et adultera patris?
Tune soror nati genetrixque uocabere fratris?
Nec metues atro crinitas angue sorores,

350
quas facibus saeuis oculos atque ora petentes
noxia corda uident? At tu, dum corpore non es
passa nefas, animo ne concipe neue potentis
concubitu uetito naturae pollue foedus!
Velle puta: res ipsa uetat; pius ille memorque est

355
moris – et o uellem similis furor esset in illo!"

Dixerat, at Cinyras, quem copia digna procorum,
quid faciat, dubitare facit, scitatur ab ipsa,
nominibus dictis, cuius uelit esse mariti;
illa silet primo patriisque in uultibus haerens

360
aestuat et tepido suffundit lumina rore.
uirginei Cinyras haec credens esse timoris,
flere uetat siccatque genas atque oscula iungit;
Myrrha datis nimium gaudet consultaque, qualem
optet habere uirum, "similem tibi" dixit; at ille

365
non intellectam uocem conlaudat et "esto
tam pia semper" ait. Pietatis nomine dicto
demisit uultus sceleris sibi conscia uirgo.

Noctis erat medium, curasque et corpora somnus
soluerat; at uirgo Cinyreia peruigil igni

370
carpitur indomito furiosaque uota retractat
et modo desperat, modo uult temptare, pudetque
et cupit, et, quid agat, non inuenit, utque securi
saucia trabs ingens, ubi plaga nouissima restat,
quo cadat, in dubio est omnique a parte timetur,

375
sic animus uario labefactus uulnere nutat
huc leuis atque illuc momentaque sumit utroque,
nec modus aut requies, nisi mors, reperitur amoris.
Mors placet. Erigitur laqueoque innectere fauces
destinat et zona summo de poste reuincta

380
"care, uale, Cinyra, causamque intellege mortis!"
Dixit et aptabat pallenti uincula collo.

Murmura uerborum fidas nutricis ad aures
peruenisse ferunt limen seruantis alumnae.
Surgit anus reseratque fores mortisque paratae

385
instrumenta uidens spatio conclamat eodem
seque ferit scinditque sinus ereptaque collo
uincula dilaniat; tum denique flere uacauit,
tum dare conplexus laqueique requirere causam.
Muta silet uirgo terramque inmota tuetur

390
et deprensa dolet tardae conamina mortis.
Instat anus canosque suos et inania nudans
ubera per cunas alimentaque prima precatur,
ut sibi committat, quicquid dolet. Illa rogantem
auersata gemit; certa est exquirere nutrix

395
nec solam spondere fidem.

Elena Clásica, que es el Blog de Elena Pascual, ha tenido la generosidad de dejar un comentario que, por su exquisitez, su elegancia, su profundidad, su calidad literaria, merece estar en primera página. Lo dejo aquí, tal cual, para que le haga algo de compañía a nuestra atormentada Mirra. Muchas gracias, querida Elena.

“Querido Antonio:

Eres un verdadero encanto, y sobre todo un hombre generoso.
Respecto a esta entrada: tal profusión de amantes, abrazos y de amores prohibidos que se descuelgan de los cuadros y que gritan desde las letras es un ejercicio de amor a Ovidio, a la literatura y un prodigio, como siempre de conocimiento.
¿Y qué será de la pobre Mirra? ¿Y qué será de Fedra? ¿Y de Pasifae? ¿Qué será de todas ellas, si de los dioses no reciben piedad?
Y empleo el futuro porque todas ellas viven en nosotros, como seres atemporales, llenos de sentimientos incontrolables, tan cálidas, tan sufrientes, tan horrorizadas, ¡tan amantes!
Que reciban mi compasión, y todo mi amor hacia un Ovidio que así ha sabido retratar el alma humana, y en especial el alma femenina.
Un cálido abrazo para el maestro que nos ofrece estos lluviosos e intensos fragmentos. Como siempre un beso para tu Baucis”

martes, 14 de abril de 2009

FELIX QVI POTVIT RERVM COGNOSCERE CAVSAS [AFORTUNADO EL QUE HA PODIDO CONOCER LAS CAUSAS DE LAS COSAS]

Nuestra amiga Soledad Sánchez M., como es costumbre en ella, nos ha regalado esta semana un muy significativo verso de Virgilio. Viene siendo también mi costumbre hacer un pequeño comentario filológico de ese verso. Aquí lo tenéis, tal como lo he dejado en su espacio, añadiendo algunas imágenes que harán más amena su lectura. Podéis entrar en su espacio y disfrutar de sus poemas pinchando aquí


Paso a comentar, muy gustosamente, el verso de “Las Geórgicas” de Virgilio, con el que ha adornado esta semana nuestra querida Soledad Sánchez M. su “locus amoenus”. Dice así:

8. Felix qui potuit rerum cognoscere causas (II, 490).

"Afortunado el que ha podido conocer las causas de las cosas"

Y prosigue Virgilio:

Atque metus omnis et inexorabile fatum
subiecit pedibus strepitumque Acherontis auari (II, 491-2).


"Y puso bajo sus pies los temores todos, la cree
ncia en un destino inexorable y el estrepitoso ruido del Aqueronte avaro”.


Es una clara referencia al libro que había publicado, hacía unos veinte años, el epicúreo Lucrecio, “De rerum natura” [Sobre la naturaleza de las cosas, Sobre la Realidad]. El libro de Lucrecio es el primer ataque directo contra las creencias en los dioses y los temores de ultratumba. Todo es materia y todo puede reducirse a la materia, incluidas las emociones y los sentimientos. No hay que tenerles miedo a los dioses, ni pánico a sus castigos. Los dioses no existen. Sólo existe la materia. Si conocemos las causas de la Realidad, las fuerzas que se mueven en la Naturaleza, los dioses sobran: no hay lugar para ellos, porque con ese conocimiento podemos sentirnos seguros, sin que tengamos que atenernos a las veleidades de los dioses.


La filosofía materialista de Lucrecio, a quien sigue aquí Virgilio, le inspira estos versos de índole filosófica e irreligiosa, negando la existencia del Infierno, donde corre el Aqueronte, que no permite que se le vuelva a pasar, o que no devuelve la presa, por lo que merece el calificativo de “avaro”.


Es que Virgilio, leyendo el “De rerum natura” de Lucrecio, había entrado en contacto con la doctrina de Epicuro, unos diez años antes de comenzar “Las Geórgicas”, allá por el 50 ó 49 aC, de la mano del maestro Sirón, en Nápoles.

Lucrecio, transmitiendo la doctrina de Epicuro, negaba la existencia de los dioses y nos prevenía contra esos miedos infundados sobre la ultratumba.

Pero Virgilio no era un epicúreo: el Epicureísmo pasó por su pensamiento de forma fugaz. Veremos la próxima semana que rápidamente Virgilio reacciona él mismo contra estas ideas materialistas y regresa a la creencia en los dioses.


Una semana es lo que tardó Virgilio en reaccionar contra esa especie de impiedad, si tenemos en cuenta el ritmo de su composición, y una semana es lo que tardaremos nosotros en darnos cuenta de que ese episodio en el pensamiento de Virgilio fue fugaz y sin que ensombreciese el resto de la obra, porque “Las Geórgicas” rezuman culto y respeto a las divinidades y una empatía con los seres vivos todos.


Como he dicho, la idea de que todo puede reducirse a la materia no podía encajar ni en una mente con la “religiosidad” de Virgilio, ni en una obra animada toda ella de vida y empatía al resto de los seres animados.


Para que el lector pueda comprobar por sí mismo el ateísmo de Lucrecio, cito a continuación unos versos suyos.


“Mas me temo mucho en esto que te digo, no sea que pienses acaso que te inicio yo en los principios de la razón y en el camino del crimen; porque, por el contrario, esa religión muchas veces dio lugar a criminales e impías acciones, a la manera que en Áulide mancillaron el altar de la Trivia [Ártemis] de forma vergonzosa con la sangre de Ifianasa [Ifigenia, la hija de Agamenón, que, por exigencia de Ártemis, debía ser sacrificada para conseguir vientos favorables en su expedición a Troya] los escogidos jefes de los Dánaos [es decir, los Griegos, incluido su padre Agamenón], los mejores de los guerreros”.
(Sobre la naturaleza de las cosas, I: 80-86)





[Illud in his rebus uereor, ne forte rearis
impia te rationis inire elementa uiamque
indugredi sceleris. Quod contra saepius illa
religio peperit scelerosa atque impia facta.
Aulide quo pacto Triuiai uirginis aram
Iphianassai turparunt sanguine foede
ductores Danaum delecti, prima virorum].
(De rerum natura, I: 80-86)


OBSERVACIÓN FINAL:

He dicho yo que Virgilio, que tenía una religiosidad profunda, había tenido un episodio pasajero de ateísmo y materialismo al escribir este verso. En efecto, hace referencia directamente al “De rerum natura” (Sobre la naturaleza de las cosas, Sobre la realidad) de Lucrecio, el primero que se encaró directamente y de forma decidida contra la creencia en los dioses.

Eso puede comprobarse por la posición en el verso de la palabra clave, que es “rerum” (de las cosas, de la realidad). Esa palabra está en el título de la obra de Lucrecio.

Uno hubiese esperado que Virgilio escribiese:

“Felix qui rerum potuit cognoscere causas”,
en lugar de:
"Felix qui potuit rerum cognoscere causas"
adelantando la palabra “rerum” y dándole una posición de preferencia. Eso, en cuanto a la forma, encajaría mejor con el orden de las palabras del Latín Clásico y también con el mismo Virgilio. Sería un verso igualmente perfecto, casi más solemne que el que escribió Virgilio. No soy yo nadie para corregir a Virgilio, que no necesita que nadie le corrija.

Resulta que Virgilio, de una forma consciente, desplazó a una posición de menor relevancia la palabra “rerum”, lo que significa que él era consciente de que su ateísmo y materialismo eran pasajeros, como ya dije. Y es que, como he dicho varias veces, “Las Geórgicas” alcanzan la perfección absoluta, en la forma y en el contenido. Todo está donde tiene que estar y como tiene que estar. Ni sobra ni falta nada y todo está en su lugar.

Es un detalle tan mínimo que no sería necesario comentar, pero lo hago para poner de relieve, una vez más, lo sublime y la perfección de “Las Geórgicas”. En efecto, no se ha escrito nada mejor en Latín en los mil quinientos años de pervivencia de dicha lengua.