ANTONIO MARTÍN ORTIZ: UN GUIÑO A LA METAMORFOSIS DE F. KAFKA: LA METAMORFOSIS EN CHIMPANCÉ
ANTONIO MARTÍN ORTIZ
EN ESTA POSICIÓN ME HE PASADO LA MAYOR PARTE DE MI VIDA.
AQUÍ Y ASÍ ME TENÉIS.

Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci.
OMNE TVLIT PVNCTVM QVI MISCVIT VTILE DVLCI.
(Q. Horatius Flaccus, Epistula ad Pisones, 343)
Ganó todo mérito el que mezcló lo útil con lo agradable.

VERANO DE 1964 EN SAINT CIERS DU TAILLON [Charente Maritime], Francia

<strong>VERANO DE 1964 EN <em>SAINT CIERS DU TAILLON [Charente Maritime], Francia</em></strong>
Mi padre [R.I.P.], un amigo (Josep Ma. Riba i Armenter [R.I.P.]), mi hermana Simona, yo mismo, mi hermana Rosario,
mi hermano Pepe, mi madre [R.I.P.], otro amigo (Josep Amiell):
PATRI MATRIQVE MEIS IN MEMORIAM: Descansen en Paz los dos juntos
.
"Cuando uno ha perdido a su padre y a su madre, se ha quedado sin referencia al pasado".
(Frase mía, que yo, como bien nacido, les dedico a quienes me dieron la Vida y me abrieron el Camino para ser Feliz)
A mí, lo mismo que a Ovidio (Tristia, I, III, 4):
Labitur ex oculis nunc quoque gutta meis.
Todavía ahora se me resbala una lágrima de los ojos, los míos.

Recojo y comparto la frase, más optimista, de mi amigo Carlos Hernández, Chacien: ”Lo que en verdad mata es el olvido”.
No es mi caso, porque yo, estas cosas, no las olvido.

EQUITACIÓN AL SON DE POLCAS VIENESAS

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jueves, 14 de julio de 2011

UN GUIÑO A LA METAMORFOSIS DE F. KAFKA:
LA METAMORFOSIS EN CHIMPANCÉ


El Miguel, al que cariñosamente llamamos El Nené, es ahora un Bachiller. El año pasado aún no lo era y, con los 17 años recién cumplidos, redactó el siguiente escrito, en el que intenta con éxito emular La Metamorfosis de Franz Kafka.


Aquí os lo presento, para disfrute de todos vosotros y honra suya:

Al despertar Miguel de un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso chimpancé. Oyendo los avisos de su madre como cada mañana, saltó de la cama. Algo iba mal: la distancia entre el suelo y su cama había aumentado. Aún medio dormido, se quedó un rato quieto, se observó: vio sus manos, sus pies, palpó su cara, su cuerpo. Tenía más pelo, mucho más, sus manos y pies estaban arrugados y encogidos, y su mandíbula, hasta entonces perfecta, se salía hacia fuera, Miguel temió lo peor.

- Más cambios hormonales -pensó.

Intentó dar un paso, y casi dio con su nueva y deformada dentadura en el suelo. Encorvado y ayudándose con sus manos, se dirigió a la cocina, donde se encontraba su madre. En el momento en el que iba a decirle que le ocurría algo raro, salió de su boca un aullido extraño.

- ¿Qué haces, Miguel? -preguntó su madre, mientras giraba la cabeza.

Se le cayó la taza de café que tenía en sus manos y, horrorizada, retrocedió despacio.

Miguel se giró y vio su reflejo en el espejo que había delante de la cocina, y vio su nueva y monstruosa forma. Su madre empezó a gritar.

- ¡Miguel, Antonio, hay un mono en casa!

Antonio apareció en el comedor armado con una silla.

-¡Miguel, no salgas de la habitación! -gritó Antonio.

El mono en que Miguel se había convertido, asustado, pasó por el lado de Antonio de un salto. En cuanto llegó a su habitación, cerró la puerta. Sus padres decidieron no abrir, algo intuían. No se había oído la voz de Miguel en toda la mañana. Su madre pensó lo impensable: ¿y si aquel chimpancé era Miguel?

No era una explicación lógica, pero era la única posible, dadas las circunstancias.

Las horas pasaron lentamente en un ambiente de gran tensión. Miguel oía deliberar a sus padres y dar vueltas sobre el tema. Después de unas horas, Miguel oyó cómo Antonio alzaba la voz.

-Sí, hola, hoy Miguel no puede ir al colegio, no se encuentra bien.

Miguel se quedó pensando en muchas cosas a la vez durante varias horas. Entonces le vino el hambre, era la hora de comer. Su madre entró en su habitación y lo cogió de la mano, como si fuera un niño pequeño.

-Vamos, Miguel, es hora de comer, debes de tener hambre. -Le dijo con una dulce sonrisa.

Cuando Miguel llegó a la mesa, vio un plato de macarrones. No se los comió a gusto. Volvió a su habitación y no salió de ella hasta la hora de la cena.

Su madre no había podido cocinar nada ese día, debido a los nervios, así que Miguel volvió a tragarse los macarrones. Esos macarrones le encantaban cuando tenía forma humana. Sin embargo, ahora le asqueaban y le causaban dolor de estómago. Supuso que ésa no era la dieta adecuada para un chimpancé.

El día siguiente, que por suerte fue sábado, fue parecido al anterior: no hubo altercados en casa y la hermana de Miguel no había venido a visitarlo, a pesar de que era seguro que sabía lo que había ocurrido.

Miguel pasó otro día entero divagando con ideas varias y variadas. Primero pensó sobre la causa de su metamorfosis. Se le ocurrieron miles de ideas: desde que era víctima del poder de Dios, hasta que era el conejillo de Indias de algún Gobierno. Incluso llegó a pensar sobre que era objeto de experimentos alienígenas, pero, finalmente, concluyó que se hallaba inmerso en una pesadilla.

Esta vez su madre le hizo albóndigas, demasiado fuertes para su estómago.

El domingo, Miguel pensó sobre su futuro inmediato, ¿Qué haría al día siguiente? No podía ir al colegio. ¿O tal vez si? Al fin y al cabo, todo era una pesadilla. Sin embargo, Miguel permanecía dubitativo. En el caso de que todo fuera real, ¿cuánto tardarían sus padres en llamar a las Autoridades competentes, fueran cuales fueran? Miguel se sentía furioso, pero decidió esperar un día más.

Llegó el lunes y, por desgracia para Miguel, seguía en su forma simiesca. Entró finalmente en cólera. Un pensamiento que parecía lógico le invadió la mente. En el caso de que siguiera soñando, no pasaba nada porque perdiera la razón por unos momentos. En caso contrario, era lo único que podía hacer: sus padres acabarían llamando a las autoridades, no podía fingir que seguía siendo humano, debía aceptar lo que era. Miguel nunca se ha definido como alguien positivo y se le había acabado la esperanza.

De modo que dejó salir sus instintos primitivos, se divirtió destrozando su habitación y huyendo por la ventana mientras oía los gritos de sus padres.

Decidió ir a su escuela. Por un lado, creía que alguien podría reconocerlo; por otro, podría hacer todo lo que había deseado con la gente que más odiaba.

En cuanto llegó la gente, tuvo varias reacciones. Se asustaron y huyeron, se sorprendieron e intentaron divertirse. Pero Miguel aún conservaba su orgullo y no tenía ganas de que se rieran de lo que hacía, de modo que se puso agresivo. Mordió, golpeó y gritó, tal vez movido por la rabia de saber de su horrible destino, o tal vez por la satisfacción que sentía al no tener ya la obligación de ser sometido a las normas humanas.

Ahora Miguel reside en el zoo. Él diría que es feliz: come, duerme, fornica, defeca y orina mientras los turistas lo fotografían y lo señalan. Pero aún así, siente rabia. Nadie más volverá a quererlo.

7 comentarios:

Aristos Veyrud dijo...

Magnifica adaptación de estilo, argumento y arte de la tensión en un relato, guiado por el canal maestro de Kafka. Quien se salta las normas sociales y humanas corre el gran riesgo de perder su estima, reconocimiento y amor.
Aunque todos somos chimpancés, bueno hay que guardar las apariencias de los avances de la civilización, ja ja ja.
Felicitaciones al Nene y espero haya continuado el ejercicio de la narrativa.
Saludos maestro!!!

Chacien dijo...

Le confieso, amigo mío, que, sin entrar a analizar los méritos literarios de esta obrita, lo que más me ha llamado la atención es la última frase, tal vez por su carácter tan drástico y concluyente.

Ignoro hasta que punto El Nené se ha sentido identificado con el simiesco protagonista, pero deduzco que ese final donde un narrador omnisciente, en el último párrafo, afirma que el animalejo siente rabia porque "nadie más volverá a quererlo" sí debe tener algo de autobiográfico. La duda que cabría plantearse es si en el fondo lo que subyace es un reflejo de la falta de afecto familiar que el autor siente en sus propias carnes y que le llevaría a identificarse con el destino final del homínido, o si, por el contrario, lo que manifiesta es la actitud de una persona que se siente auténticamente querida por sus más allegados, que percibe y aprecia la inmensa fortuna de recibir este afecto, y lo que desea es, precisamente, poner en valor dicho afecto, lo que supondría sufrir esa pérdida en un caso hipotético.

Habida cuenta de la armonía que parece reinar en su matrimonio, amigo Antonio, yo me decanto, obviamente, por esta segunda posibilidad: porque la armonía y el calor hogareño se haya contagiado a todos y cada uno de los miembros de esta familia. Aunque, si he de decir verdad, lo hago con ciertas reservas, porque todos hemos sido adolescentes y sabemos que a esa edad no siempre hemos desarrollado una adecuada capacidad de sindéresis ni tenemos la suficiente experiencia de la vida para comprender, verbigracia, que cuando nuestros progenitores nos reprenden o intentan cortar nuestras icáreas alas antes de que nos demos el trompazo o nos imponen cierta disciplina, lo hacen por nuestro único bien, por amor hacia nosotros. Los adolescentes, vástagos del homo sapiens, en la edad del Meleagris gallopavo pueden llegar a ser terriblemente injustos consigo mismos y con quien de veras los quieren. No digo que sea este el caso, tómelo como una reflexión en voz alta, algo que se me ha ocurrido pensar al leer el relado de El Nené.

Cordiales saludos, también para El Nené, y que me perdone si he especulado a su costa más de la cuenta.

Aristos Veyrud dijo...

Mono

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Aristos Veyrud,

Muchas gracias por su comentario, así como por el excelente vídeo que nos ha regalado después, con ese mono disparando con una metralleta. Le he transmitido sus felicitaciones al Nené, que las agradece sinceramente. Tengo que añadir que el texto en cuestión fue parte de un trabajo que presentó en el Instituto, en la Asignatura de Literatura Universal, tras la lectura de La Metamorfosis de Kafka, y que el trabajo mereció la calificación máxima, es decir, un 10.

Se ve que al adolescente de entonces se le daba, y se le da, bien escribir. Le añado con alegría que los Estudios del autor del texto siguen una curva ascendente, de forma que las notas de este año son más altas que las del curso pasado. Creo, por lo que observo de él, que muy pronto estará en disposición de hacer una buena lectura de Also sprach Zarathustra, y confío en que lo entenderá.

Pensando yo ahora en su nuevo pseudónimo, me he dado cuenta de que Aristos es una palabra Griega: Ἅριστος [El Mejor]. No llego a entender lo que pueda significar la segunda parte de su pseudónimo, pero estoy seguro de que tendrá algún sentido.

Le envío un abrazo sincero y mi agradecimiento.

Antonio

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Don Carlos Hernández, Chacien,

Es Vd. un hombre con una perspicacia que no puede uno fácilmente presuponer. A Vd. no se le escapa ni media, y sus análisis y percepciones tienen una profundidad y una seriedad propias de un Filósofo de Primera Línea. En este sentido, puede estar seguro de que sus opiniones son altamente valoradas por quien esto escribe.

Paso ahora a responder, en parte solamente, a su comentario y las posibles interpretaciones de La Metamorfosis que he presentado en esta ocasión. Como le he dicho al anterior comentarista, reafirmo que el texto es rigurosamente auténtico y fiel a la forma en que fue escrito. Yo no he añadido ni cambiado absolutamente nada. Sólo son mías la configuración y las imágenes, porque, como puede suponer, el autor del texto es más de FaceBook que de Blogger.

El texto fue presentado en el Instituto el año 2010, cuando hacía Primero de Bachillerato, como parte de un trabajo de Literatura Universal, y recibió de la Profesora correspondiente la calificación de 10.

Posteriormente el autor publicó ese texto en su FaceBook y fue entonces cuando yo, tras solicitar la aprobación suya, lo publiqué en el Blog.

Sobre la posibilidad de que haya algún rasgo autobiográfico en el texto, tengo que manifestarle que es un tema que no hemos tratado, ni lo vamos a tratar, porque publicar algún comentario al respecto en un foro público, como es éste, sería una inmersión en la intimidad de alguna o algunas personas, cosa que no considero procedente.

Ni ratifico ni rechazo las posibles interpretaciones que sugiere Vd., pero sí le digo que tiene Vd. un olfato exquisito, un olfato al que no se le escapa nada. De todas formas, es Vd. muy hábil y muy buena persona, porque, entre las dos interpretaciones que da, deja más abierta la posibilidad de que la auténtica sea la segunda, la de mejor perspectiva.

Cuando dice Vd. que, por lo que se ve, somos una familia bien avenida, sí quiero decirle que anda Vd. en lo cierto. En esta casa da gusto vivir, y por lo que respecta al autor del texto en cuestión, le confirmo que es toda una gozada compartir su vida y su presencia. Si nos atenemos a su comportamiento en casa y en los Estudios, puedo asegurarle que es un joven del que puede uno estar más que orgulloso, y yo, por mi parte, estoy seguro de que el Futuro que le espera es muy esperanzador.

Comprenderá Vd. que no pueda entrar en otros detalles, para preservar la intimidad de las personas que aparecen en el relato.

Le envío mi agradecimiento más que sincero, y un gran abrazo.

Antonio

Chacien dijo...

Me congratulo de que todo sea como usted dice, amigo Antonio, y le envío mi parabién. Por descontado, no esperaba yo que hiciese públicos sus comentarios respecto a algo tan personal, sino que, de un modo espontáneo, movido por la amistad, he querido trasmitirle mis reflexiones para que usted, en el uso de su inteligencia y en su papel de padre de la criatura, se sirviese de ellas si es que lo que estimaba oportuno. Ya le digo que me decanto por la visión más halagüeña, y me reafirmo mucho más ahora, después de sus palabras, pero tenía cierto escrúpulo al prever la otra posibilidad, por remota que me pareciese, y no decir nada, consciente de que en ocasiones, desde fuera, sin que medie el trato frecuente y el íntimo parentesco, se ven las cosas desde una más cierta y rigurosa perspectiva. Así pues, ahora me quedo mucho más tranquilo.

Respecto a lo de ser filósofo, no lo sé, me limito a intentar ser yo mismo y vivir de acuerdo con lo que pienso. Yo más bien me tengo por poeta, me siento poeta. Mi filosofía es, tal vez, mi vida misma, porque yo no llamaría filósofo a aquel que predica una cosa y hace otra; eso de "haz lo que yo diga y no lo que yo haga" está muy bien para vividor, oportunista, trepador, gente hipócrita o con escasa auto estima que no ve otro modo de afirmarse, pero ser, lo que se dice ser, somos lo que hacemos, aquello que resulta del uso de nuestro albedrío y voluntad, no de la imagen pública con que queramos darnos a conocer. Cualquiera que viva de acuerdo con esta premisa puede ser filósofo, además de... lo que sea.

Una recomendación para El Nené: que ese 10 que le concedió su profesora de literatura no se le suba a la cabeza; si realmente desea revalidar ese 10 y realizarse como auténtico escritor y como persona que no se duerma en los laureles, que sea humilde, que no descuide su formación ni regatee ningún esfuerzo, que con el tiempo los resultados llegan..., bueno, y con un poquito de ayuda por parte de las Musas.

Un fuerte abrazo y discúlpenme por el exceso de confianza.

Aristos Veyrud dijo...

Amigo Antonio lo de Aristos es una coincidencia con ese nombre griego de cuyo significado me vine a enterar luego de haberlo adoptado como seudónimo. Fue un sueño de madrugada que alguien me llamaba repetidamente por ese nombre, cuando me levanté busqué en la red y en algunas enciclopedias, y hay varias familias y un hotel que tienen ese apellido y nombre. Pero últimamente estoy convencido que se trata más de una de esas distorsiones oníricas, pues rebuscando viejos archivos para un escrito me encontré con unos documentos de unos artists contemporáneos neozelandeces, entonces por esas distorsiones de los sueños artists creo que se manifestaba como Aristos. Pero fue de ese curioso sueño de donde salió ese nombre. Luego me enteré por una amiga que el dicho nombre se relaciona con el mejor o el que sabe mandar. Pero no es esa la intensión del nombre. Dilman significa corazón elevado, en una lengua caldea que hablaban los sacerdotes en una región llamada también así. Pero tampoco fue la intensión de nombrarme así, es otra coincidencia. Como ve amigo Antonio al menos nombre y seudónimo tengo para presentarme. Ahora me toca trabajar duro para corresponderlos. Lo de Veyrud es una promesa de destino que en su debido tiempo revelaré y si llego a ser el novelista que me he propuesto ser.
Su hijo para leer el Zaratustra debe tener en cuenta que no existe una interpretación única y correcta del texto, existen miles de ellas, es más cuando uno empieza hace una y cuando pasa los cincuenta años ya ha hecho varias y a veces diferentes. Es un texto que nunca se agota en su lectura, y entusiasma que su hijo tenga esas ambiciones que estoy seguro nunca lo defraudarán.
Mis saludos maestro Antonio.