lunes, 27 de agosto de 2012

GRACIAS A ELLOS, A PESAR DE TODO
(Fiebres veraniegas)


Esto va en serio. Ya lo había dicho Esquilo, el trágico griego, “que sufriendo se aprende”. Lo repitió el psicólogo C. D. Jung, que “sólo del sufrimiento surge la curación”. Yo estoy agradecido con todas las personas que, de una forma u otra, han intentado hacerme daño o me han maltratado. 

Yo le doy las gracias a aquel niño que en la escuela se burlaba de mis gafas y me llamaba “el gafotas”: luego resultó que yo a las chicas les gustaba más con gafas. Yo le estoy agradecido a aquel maldito profesor de Matemáticas que me suspendió porque me atrapó con una chuleta en un examen: a partir de aquel momento empecé a estudiar Matemáticas y desde entonces las Matemáticas fueron mi asignatura predilecta. Yo le doy las gracias a aquel jefe, analfabeto casi y además estúpido que, en la oficina, me devolvía todos los escritos que yo redactaba, aunque estaban bien escritos: me corregía cosas que estaban bien y me hacía escribir cosas que estaban mal. Yo entonces estaba cursando estudios universitarios y él no podía mostrarse inferior a mí, siendo mi jefe y cobrando un sueldo mayor que el mío, pero, claro, él era mi jefe y tenía que dejar constancia de ello. Además, como mal reza el dicho, “el jefe siempre tiene razón”. No hay cosa más repugnante en esta vida que un jefe que no sabe mandar y no reconoce su ignorancia. 

A partir de esa situación, yo decidí que aquél no era un trabajo para mí. Encaminé mis esfuerzos por otro sendero. Ahora soy todo un Catedrático y me encanta enseñar a los adolescentes que tienen ganas de aprender. Además, tengo un sueldo más alto y trabajo menos horas que cuando estaba en aquella polvorienta oficina de banco, y no tengo que soportar las impertinencias de un jefe que no debería serlo. 

Yo, con la persona con la que estoy más agradecido, es con aquella joven mujer a la que yo me insinué y no me hizo caso alguno. Bueno, no es que no me hiciera caso: en realidad me rechazó de la forma más grosera. Se enfadó porque yo, en su cumpleaños, le regalé un frasco de perfume. Casi me lo tira a la cara. Dirigí entonces mi atención hacia otra dirección y me di cuenta de que en el mundo existían otras jóvenes con muchos más méritos que ella. Les estoy muy agradecido a todos los alumnos y todas las alumnas que me decían que mis clases eran muy aburridas: cada vez que he oído semejantes comentarios, me he esforzado por mejorar la calidad de mis palabras y ahora a los que me escuchan, se les cae la baba cuando hablo. También le estoy muy agradecido al equipo de “La Ventana de Millás”, porque no me han publicado algunos de los escritos que les he enviado: con ello llego a la conclusión de que no escribo bien del todo y eso me da la oportunidad de mejorar. Siempre es bueno mejorar. Yo voy a mejorar más todavía. Bueno, tampoco pienso pasarme: odio la perfección porque, si fuera perfecto, dejaría de ser humano. Sería un dios y yo soy ateo. Tendría que dejar de creer en mí mismo.

Oil on canvas. Philadelphia Museum of Art, Philadelphia, PA, USA

Esto también va en serio: es mi parte femenina, hace ya algunos años, quizá bastantes, cuando la gente con ideas defendía La Revolución y la lucha contra la Opresión, cuando el Espíritu todavía estaba convencido de que las cosas podían mejorar. Eran tiempos heroicos, que todavía permanecen en el recuerdo.