martes, 2 de noviembre de 2010

REMINISCENCIA DE UN COMIENZO (II):
ÉL Y ELLA COMENZARON A AMARSE

Anthony van Dyck. Cupid and Psyche. 1638. Oil on canvas. Kensington Palace, Royal Collection, London, UK

LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS

Él y ella quedaron en verse el domingo siguiente a la una y media de la tarde en casa de ella. Para ella representó una dura decisión, pues no solía invitar a hombre alguno a su casa: llevaba su viudedad con mucha dignidad. A él no le representó inconveniente alguno, porque ya estaba algo acostumbrado a quedar citado con mujeres a las que no conocía. Ella le esperó en la puerta de su casa. Iba acompañada de su perro de raza, por si las moscas. Bueno, tampoco es eso: había simplemente aprovechado para sacar al perro para que hiciera sus necesidades. Hacía frío. Ella llevaba un abrigo de piel de esos largos. Estaba maquillada y reluciente. Toda ansiosa.

Él iba más descuidado. Es un intelectual y la verdad es que el aspecto externo le importa bien poco. En realidad no le importa nada. Se saludaron con un beso en la mejilla de esos que apenas se perciben. Ella le hizo subir a él a su casa y se la enseñó entera. Ella insistía en los aspectos materiales de la casa, pero a él eso le tenía sin cuidado. A él le importaba más la persona. Fueron a comer a un restaurante italiano y tuvieron una conversación agradable. Se sentaron el uno enfrente del otro. Ella se sintió muy halagada cuando él pagó la comida: no estaba acostumbrada a que la invitasen.

Después de la comida se fueron a un local mejicano a tomar unas copas. Pensaban ambos que podían pasar unas buenas horas juntos. La conversación cada vez era más agradable e iba ascendiendo de tono. Pasaron toda la tarde juntos. Hablaron de todo. Ambos mantuvieron el tipo y la dignidad. Quedó bien demostrado que eran toda una señora ella y todo un señor él. Eso parece que iba a ir bien. Fueron largas conversaciones de todos los temas, incluso los temas personales más íntimos.

Cuando decidieron despedirse el uno del otro, ya eran algo más de las ocho de la tarde. Ella tenía que regresar pronto a casa para preparar la cena para los niños y él, como era todo un caballero, lo entendió perfectamente. Había sido una tarde muy agradable y muy intensa. Después de ese encuentro a ambos les dio la sensación de que se conocían de casi toda la vida y tuvieron la percepción de que tal vez estuviesen hechos el uno para el otro. Él no se había mostrado excesivamente agresivo y ella se había mostrado recatada, pero sin rozar lo ridículo. Incluso, en un momento de cierta complicidad coloquial, tuvo el gesto de estirarse un poco la blusa suave que llevaba para que él pudiese verle, desde la distancia, los senos y los pezones: había que confirmar de alguna forma lo que había dicho por teléfono y lo que había dicho en conversaciones previas, por teléfono también.

Él, por su parte, fue aproximándose a ella, como el que no quiere la cosa, con disimulo, sin que pareciese estudiado, hasta que quedaron sentados el uno junto al otro. Sus piernas podían percibir el calor mutuo. Incluso llegó a acariciarle suavemente una pierna, la izquierda. A lo mejor le acarició también la ingle. En ningún momento ninguno de los dos transgredió norma alguna de esas que llaman de educación, pero también dejaron bien claro ambos que, en una relación entre una mujer y un hombre que se consideren como tales, puede y debe haber algo más que palabras. El cuerpo también cuenta.

La relación había comenzado ya. Ahora sólo quedaba reforzar y mantener en vida lo que acababa de nacer. Había sido una tarde de lo más agradable, tanto para ella como para él. Pareció que las funciones a desempeñar estaban claras y que el futuro se auguraba prometedor. Las conversaciones telefónicas adquirieron tono nuevo, más nivel, más intimidad, más alegría, más sensualidad, más cariño: más nivel en definitiva
François-Pascal-Simon Gérard. Amor and Psyche, also known as

6 comentarios:

  1. Buenos pilares, ya podemos empezar a pensar en ir estirando los cables y saldrá un puente seguro y fiable.

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  2. Amigo Cesar,

    Es que los pilares a los que Vd. se refiere, supongo, son las piernas de ella. Le puedo asegurar que son de estilo Jónico.

    Que Vd. siga imaginando, que la imaginación también es una fuente de riqueza.

    Un abrazo,

    Antonio

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  3. Interesante relato D. Antonio, continuación del primero, todo un devenir, toda una anticipación.
    Sexualidad, erotismo y amor, triada sobre la que percutimos una y otra vez, incesantemente, y que es, a la postre, el vivir.

    Un placer pasar por su espacio virtual.
    Saludos musicales

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  4. Amigo Ritmo Rancio,

    Preciosa fábula, la que nos regala Vd. en tu espacio, que nos demuestra que el peor antídoto contra el Amor es la rutina: evitemos la rutina y triunfaremos en todo.

    Muy buena y científica la explicación sobre el Amor, citando a los Grandes: Freud, Heidegger, Homero, Hesíodo. Quizás falte nuestro Ortega y Gasset con sus Estudios sobre el Amor y Edward Spranger con su Psicología de la Edad Juvenil, sin contar a otros muchos, entre los que sobresale Platón.

    Resumiendo: un texto muy claro y muy bien documentado.


    Creo que su texto y el mío se complementan: Vd. pone la parte teórica y yo transmito el aspecto práctico. Seguirán otras entregas.

    Me gusta su espacio que, además, ,tiene un título muy atractivo, Ritmo Rancio, y lo visitaré con frecuencia. He llegado a él a través de la visita que ha hecho Vd. en el mío, y que le agradezco.


    Reciba un saludo musical, lleno de pentagramas.

    Antonio Martín Ortiz

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  5. Mi querido Antonio:

    Con que hermosísimo relato nos sorprendes, amigo. Aparentemente sencillo, minimalista, pero íntimo y profundo como pocos, de los que roza el alma y hace contener el aliento, de los que hace recordar el estremecimiento de una mirada tal vez insinuada y del roce de la mano en la piel como una simple saludo. La alegría, la ilusión que irrumpe de repente, cuando quizás no se espera y que se vuelve a recibir como el encanto de los duendes.
    Me hiciste recordar aquel poema de Benedetti de "Los formales y el frío", con una versión musicada por Joan Manuel Serrat extraordinaria.

    Una extraña desazón y una intensa sensualidad se apoderan del lector después de conocer un relato tan hermoso. Esperamos con ansiedad la continuación del mismo.

    Las pinturas que has escogido son preciosas ambas, pero me quedo fascinada, especialmente, con la segunda, de Gérard, tal es su delicadeza y preciosismo.

    Recibe, mi querido y polifacético Antonio un abrazo gigante de tu admiradora Ἑλένη.

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  6. Amiga del alma, Elena Pascual, Elena Clásica, Φίλη Ἑλένη,

    Como es habitual en ti, creo que has entendido perfectamente lo que escribí, y te has percatado de todos los detalles. No podía esperar yo que nadie aludiese, con esta lectura, a Mario Benedetti, poeta de los grandes allí donde los haya; pero, bueno, bienvenida sea la sugerencia.

    De todos es conocida la frase de Hegel (Filosofía del Derecho):

    Lo racional se hace real y lo real se hace racional.

    Aquí está la clave de lo que yo escribí. En efecto, es imposible escribir nada que uno no lleve dentro. Ahora sólo (con acento, sí) me queda remitirme al dicho Clásico:

    Sapienti pauca.
    A buen entendedor, pocas palabras.

    A mí manera, ya te he dicho quién es él y quién es ella, y tú, que eres perspicaz e inteligente como nadie, puedes imaginarte el resto: tan real como la vida misma.

    Te envío todo mi cariño, mi agradecimimiento, mi empatía, y un gran a brazo, Querida Elena, Φίλη Ἑλένη.

    Antonio

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