IDVS MARTIAS (IV): Lo que nos cuenta PLUTARCO (Después del Tiranicidio)
yo publiqué los prodigios que se habían sucedido tras el asesinato de Julio César, el año 44 aC. Allí explicaba, entre otras cosas, el suicidio de Marco Junio Bruto, uno de los asesinos, cuando en Filipos se dio cuenta de que iba a ser derrotado por Marco Antonio y Octavio (el futuro Augusto): Ayudado por un amigo, se abalanzó con fuerza sobre su propia espada desenvainada. Lo explica Plutarco en el final absoluto, el Capítulo LXIX, de su “Vida de César”.
Aquí tenéis el enlace, por si queréis echarle un vistazo.
http://antoniomartnortiz.blogspot.com/2009/03/idvs-martias-y-iv-lo-que-nos-cuenta.html
Entonces nuestra amiga, Soledad Sánchez M., que tiene un Blog excelente,
http://soledadsanchezm.blogspot.com/
hizo un comentario certero, como suele hacer ella, y me planteó la cuestión de LA SOLEDAD DE BRUTO, con la pregunta de por qué Bruto prefirió suicidarse a morir luchando, que parecería como más propio de un hombre valiente. Yo le hice un comentario en el que daba alguna idea sobre el tema del suicidio entre los Romanos. A ella el comentario le pareció tan interesante (lo dice ella, no lo digo yo), que me pidió que lo transfiriese a primera página, como una ENTRADA independiente.
Me atengo a sus deseos y os dejo aquí, apenas sin cambios, lo que entonces escribí, añadiendo algún dato que considero necesario, así como algunas imágenes que harán más agradable la lectura del texto.
“LA SOLEDAD DE BRUTO“ es la “soledad” del héroe de la tragedia griega: el héroe siempre está solo, frente al destino. Es precisamente ése su destino: tiene que enfrentarse solo a todo y contra todos.
En relación a su suicidio, planteas un tema muy interesante: el Romano, cuando se ve vencido, como en el caso de Bruto, o cuando por pensamiento filosófico, como en el caso de Séneca, que era estoico y creía en el Destino, piensa que ha llegado su final, prefiere darse muerte a sí mismo, con sus propias herramientas, antes de que lo haga un enemigo o sea ello con una herramienta no apropiada.
He aquí algunos casos:
Bruto, cuando se vio ya vencido por Marco Antonio y Octavio, el futuro Augusto, en Filipos, antes de dejarse matar por un enemigo, se suicidó él, y “con su propia espada”, que era su herramienta de trabajo. Sucedió el 42 aC.
Marco Tulio Cicerón (106-43 aC.), el gran orador, perseguido por los sicarios de Marco Antonio, huyó lo que pudo acompañado de unos esclavos de confianza y su hermano. Fulvia, la perversa y dominante mujer en su ya tercer matrimonio, éste con Marco Antonio, le exigió a éste que, en los pactos del Tercer Triumvirato, se incluyese en la lista de proscritos a Cicerón. Figurar en la lista de proscritos era como una sentencia de muerte. Cicerón huyó de Roma y, en su huida, según nos explica Plutarco (XLVII, 6) en su biografía, tuvo unos momentos de duda y pensó esconderse en una casa para suicidarse, pero no tuvo el suficiente valor, porque les tenía pánico a los tormentos del suicidio.
Cicerón había pronunciado sus Filípicas, previniéndolos a todos contra las aspiraciones de Marco Antonio tras el asesinato de Julio César. Y es que Cicerón, que, en la guerra entre Pompeyo y César, había optado por Pompeyo, cuando Pompeyo fue vencido por Julio César en Farsalia el 48 aC., fue perdonado por César y entonces se pasó al partido de éste.
Luego, no es que lo dijese, pero se sintió complacido con el asesinato, y en consecuencia previno a los Romanos contra los seguidores de Julio César, como lo era Marco Antonio. Y es que Cicerón sospechaba de todos los políticos que aspiraban al poder personal, lo dijesen o no lo dijesen. Era Cicerón un idealista, un defensor de la vieja “Res publica”, que ya estaba muerta.
Agradecimiento:
ésta es como una segunda redacción del arítulo sobre Cicerón. Nuestra amiga Isabel Barceló, que tiene un Blog excelente, "Mujeres Romanas", con el pseudónimo de Isabel Romana, ha tenido la cortesía, cuyo reflejo podéis encontrar en los comentarios, de hacerme una sugerencia sobre unos detalles sutiles relacionados con el final vergonzoso de Cicerón. Gracias, amiga Isabel.
Lucrecia, una noble dama Romana, que había sido violada por uno de los hijos del rey Tarquinio el Soberbio, el séptimo y último rey de Roma, llamó a su padre y a su marido, y les explicó lo que había sucedido. Entonces se suicidó ella misma, en este caso con un cuchillo de cocina. Es que Lucrecia, al ser violada, se sintió “sucia”, como si el delito lo hubiese cometido ella. Sucedió allá por el 509 aC.
Como consecuencia de esto, los Romanos hicieron una revolución, echaron a los Reyes de Roma y nunca más los toleraron. La revolución fue protagonizada por Lucio Junio Bruto, un sobrino del Rey Tarquinio, y Collatinus, su padre. Otro Bruto, Marco Junio Bruto fue el que quitó de en medio a Julio César. Es curioso: un Bruto acabó con el último rey de Roma y otro Bruto con el que parecía un rey.
“Odi regium genus: periculosum libertati esse” [Odio la estirpe de los reyes: es peligrosa para la libertad], dice en el libro primero de su obra “Ab Vrbe condita” [Desde la fundación de Roma], que se suele traducir por "Historia de Roma”.
Por eso apuñalaron a César, porque, creían, se comportaba con si fuese un rey. Por eso al magnicidio a veces se le llama el tiranicidio, porque en Griego “τύραννος” [týrannos] significa “rey”. (Los Romanos pronunciaban la palabra como llana, de acuerdo con las normas de acentuación del Latín, diferentes de las del Griego. De ahí que en Castellano digamos "tirano").
Yo mismo he comprobado que en La Alpujarra Granadina, en los pueblos que son zonas totalmente rurales, el que se suicida lo hace siempre con herramientas que le son cercanas: suele ser colgándose de un árbol, en pleno campo, con una soga no comprada, o en la propia casa, de la misma forma y con los mismos utensilios.
Como la mujer estaba confinada en casa, las que se suicidan lo hacen siempre con herramientas caseras, preferentemente de cocina, y los hombres, que practicaban la guerra, con una espada, a ser posible, la propia.
Y es que tú, querida Soledad, cuando planteas algún tema, ese tema da para hablar largo y tendido.
Te envío un beso y un abrazo, en espera de tu próxima sugerencia,
Antonio”
"A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno"
"Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel".