En un día como hoy, 14 de Febrero, dedicado especialmente al AMOR, aunque son todos y cada uno de los días del año los que habría que dedicar al AMOR, tengo el gusto y el placer, y el orguillo, de poner a vuestra disposición unos versos de LAS GEÓRGICAS de Virgilio (III, 242-257), que representan, a mi entender, el Canto y la Oda más grandiosa y solemne que se ha escrito jamás sobre este tema. Hay que añadirle a ello que LAS GEÓRGICAS son, sin lugar a dudas, la obra más perfecta que existe en toda la LITERATURA LATINA durante el milenio y medio de permanencia in uiuo de la Lengua Latina.
Os dejo los versos de Virgilio, en Latín y con la traducción al Castellano. Cuando es Virgilio el que está hablando, a mí sólo me queda una opción: el silencio y el gozo estético ante sus versos, cincelados de forma magistral. Es que, después de Virgilio, ya no se puede añadir nada al respecto.
Especialmente dedicado a María Gracia [R.I.P.], matri meae, IN MEMORIAM, y a Ana María, mi parte femenina.
Peter Paul Rubens. Venus at a Mirror. c.1615. Oil on panel. Sammlung Fürst von Liechtenstein, Vaduz, Liechtenstein
http://www.abcgallery.com/R/rubens/rubens88.html
Aquí está el texto en Latín, con algunas modificaciones de grafía:
Omne adeo genus in terris hominumque ferarumque
et genus aequoreum, pecudes pictaeque uolucres,
in furias ignemque ruunt: amor omnibus idem.
245
Tempore non alio catulorum oblita leaena
saeuior errauit campis, nec funera uulgo
tam multa informes ursi stragemque dedere
per siluas; tum saeuus aper, tum pessima tigris;
heu male tum Libyae solis erratur in agris.
250
Nonne uides ut tota tremor pertemptet equorum
corpora, si tantum notas odor attulit auras?
Ac neque eos iam frena uirum neque uerbera saeua,
non scopuli rupesque cauae atque obiecta retardant
flumina correptosque unda torquentia montis.
255
Ipse ruit dentesque Sabellicus exacuit sus
et pede prosubigit terram, fricat arbore costas
atque hinc atque illinc umeros ad uulnera durat. (Vergilius, Georgicon liber tertius, 242-257)
Traducción al Castellano:
Ciertamente los seres todos que viven en la tierra, hombres y fieras, los animales del mar, los ganados y aves de variados colores, se lanzan furiosamente hacia ese fuego: el amor es el mismo para todos. En ninguna otra ocasión la leona, olvidada de sus cachorros, anduvo errante más furiosa por los campos, ni los deformes osos causaron por doquier tantas muertes y matanzas en las selvas; entonces es el jabalí feroz, entonces el tigre más cruel que nunca. ¡Ay! Con qué peligro entonces se camina por las llanuras solitarias de la Libia. ¿No ves acaso cómo un temblor conmueve el cuerpo entero de los caballos si tan sólo el olor les trajo los efluvios conocidos? Y por eso, ni el hombre con los frenos ni con el látigo cruel, ni los peñascos y barranqueras, ni los ríos que se oponen a su paso los detienen, aunque arrastren con sus aguas montañas descuajadas. El mismo jabalí sabélico se lanza y aguza sus colmillos y escarba con los pies la tierra, se rasca las costillas contra un árbol y endurece sus espaldas para las heridas por uno y otro lado (Virgilio, Geórgicas, Libro III, 242-257).
(Traducción de Tomás de la Ascensión Recio García y Arturo Soler Ruiz, BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 141, EDITORIAL GREDOS, MADRID, 1990)
Decía yo al principio que, después de Virgilio, ya no se puede añadir nada. No es que me retracte ahora de lo que dije entonces, pero me lo aplico a mí mismo: soy yo el que ya debía mantener silencio; pero sí ha habido alguien que, de forma soberbia, majestuosa, emotiva, viva, con fundamento, con inspiración y emoción, ha puesto un corolario de oro a estas palabras de Virgilio. Es Elena Clásica, Elena Pascual, Ἐμή Φίλη Ἑλένη, Mi Querida Elena. Me faltan palabras para expresar mi admiración y mi agradecimiento hacia ella. Ahora sí es verdad que debo mantener silencio: después de ella, es más cierto que nunca que ya no puedo, por lo menos yo, añadir nada.
Aquí tenéis el COMENTARIO DE ELENA CLÁSICA, ELENA PASCUAL:
Mi queridísimo Antonio:
Cómo nos has llevado al cielo con este texto de Virgilio, sin duda uno de los más bellos y conmovedores de la Historia de la Literatura.
"Amor omnibus idem".
Qué concepto tan elevado de la vida, del amor que nos posee, del que no podemos escapar y que hace que el Mundo gire, vibre al son de las cuerdas de la música celestial. Qué grande es el Universo, y cuánto más se engrandece cada vez que siente el Amor.
El Amor está poseído, imbuido de la extraordinaria esencia de la pasión. Ésta es la idea que parece querer regalarnos con sus mágicas palabras el gran Virgilio. Será este concepto el que tenga una acogida y un eco en la posteridad de los siglos.
Pensemos en los espíritus sutiles de Guido Cavalcanti, el poeta florentino del S. XIII, espíritus que se debilitan ante el dolor de una pasión no correspondida: los ojos son el lugar, espejo del cuerpo, donde se produce la comunicación del amor y donde acuden esos espíritus sutiles. Su idealización, que compartirá Dante en el XIV de la "donna angelicata", es la estilización, el más puro refinamiento, si queremos, no de otro sentimiento sino el del deseo, el de la pasión que posee al poeta para siempre y habrá de dedicarle su vida y su obra, a la mujer a la que ama. Como hará el otro gran poeta del S. XIV, Petrarca, a su amada Laura, a la que conoció en Santa Chiara de Avignon, y la pasión lo dominará para siempre.
Una joya del mester de clerecía del Siglo XIV: "El libro de Buen Amor", del Arcipreste de Hita, nos regala unas palabras sobre la pasión: insiste el arcipreste en que la intención de su libro es defender el amor espiritual, considérese el resto pecado, y sus consejos sólo querrán alejar al posible lector del "mal amor", y con mucha ironía añade:
"Empero, porque es humanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello".
Ah, Juan Ruiz, estimado Arcipreste, hemos entendido tus palabras.
A caballo entre la Edad Media y la Literatura del Ranacimiento, en prosa, surge la joya de "La Celestina": en ella Fernando de Rojas nos habla de la pasión que domina al mundo, Calixto retratado, en principio, casi como un trovador del amor cortés, siente el deseo hacia el cuerpo de la amada y así lo expresa:
Calixto: Señora, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas (XIX, 181).
Tomando esta tradición latina e italiana que llega a nuestro Renacimiento, y perdurará en la escuela garcilacista, pues el soldado y hombres de Letras que fue Garcilaso, también se sintió imbuido de la pasión por Isabel, a la sazón una dama casada, de la que nunca lograría olvidarse; lleguemos a Lope de Vega: bien nos explica el enamorado y traspasado por las flechas del Amor, poeta y dramaturgo, qué significa el Amor unido a la Pasión: "quien lo probó lo sabe". También en el S. XVII, "supo nadar la llama de Quevedo el agua fría", como nos explica en uno de sus más célebres sonetos. Qué significa, me pregunto yo, el Fuego: las llamas del Amor son llamas de pasión, son volcanes de corazones flechados y heridos, sangrantes por el deseo.
¿Cuál es el tema de la Novela ejemplar de Cervantes "El celoso extremeño"? Si estructuralmente toda la narrativa se reduce al deseo de quebrantar una cerradura, tomemos esta expresión literal también en su sentido metafórico, la pasión logrará abatir las habitaciones más recónditas y enclaustradas.
Vayamos a la tradición hebrea: así, en el "Cantar de los cantares", también encontramos un amor sensual, gozoso, que no se avergüenza de serlo, sino que proclama su libertad y su vitalidad identificándose con los elementos de la Naturaleza y sus colores, sus sabores y olores:
"Tu estatura es semejante a la palmera,
Y tus pechos a los racimos.
Yo dije: Subiré a la palmera,
Asiré sus ramas.
Deja que tus pechos sean como racimos de vid,
Y el olor de tu boca como de manzanas,
Y tu paladar como el buen vino,
Que se entra a mi amado suavemente,
Y hace hablar los labios de los viejos".
Quizá la interpretación alegórica del extraordinario "Cantar de los Cantares" no desdeñe el placer:
"gocémonos, Amado".
Bien nos han quemado estas palabras de Virgilio, tan hermosas como la vida.
Maestro, un lujo de entrada, una maravilla de intensos resplandores.
Con todo cariño, tu admiradora Ἑλένη, con mi beso gigante de respeto y amistad.