En el año 215 aC., tras ser derrotado el ejército romano por Aníbal en la batalla de Cannas, en plena Segunda Guerra Púnica, se dio una vuelta de tuerca más: los políticos, movidos por la necesidad de recuperarse económicamente para continuar haciendo frente a tan poderoso enemigo, como era Aníbal y el ejército Cartaginés, votaron una ley que limitaba las manifestaciones externas de riqueza en las mujeres. No se permitía llevar más de media onza de oro en joyas, los vestidos no debían tener colores llamativos para no emplear tintes caros. Esta ley, conocida como la Lex Oppia, debe su nombre al tribuno de la plebe Gaius Oppius, que fue el que tomó la iniciativa de presentarla.
Catón, que deseaba el mantenimiento de la Lex Oppia, argumentaba que la ley evitaba la vergüenza de la pobreza, porque, en virtud de ella, todas las mujeres vestían del mismo modo. Se dirigió a ellas con un discurso de dos partes: en primer lugar una reprobación de su conducta, contraria a las buenas costumbres, y después les expuso los peligros de aumentar el lujo. Aprovechó para fustigar a los maridos y magistrados, que no habían sido capaces de restablecer el orden en la ciudad ni de hacerse respetar en sus casas. En su opinión, ceder a las pretensiones femeninas era exponerse a nuevas revueltas protagonizadas por otros grupos de presión.
A pesar suyo, la ley fue derogada; pero, como Catón consideraba que el deseo de una mujer de gastar dinero era una enfermedad que no podía curarse, sino simplemente reprimirse, años más tarde defendería otra ley, relativa a los testamentos de los más ricos, para evitar la acumulación de fortunas femeninas.
Discurso de Catón
Corresponde a vosotros, en efecto, declarar, por el sufragio que traeréis, si la propuesta que se os presenta es beneficiosa o no para la República.
¿No podríais vosotras, cada una en vuestra casa, hacer esta petición a vuestros maridos? ¿Contáis vosotras sobre el efecto de vuestros encantos más en público que en privado, más con extranjeros que con vuestros maridos? E incluso, si os afirmáis en los límites de la modestia que conviene a vuestro sexo, deberiais vosotras en vuestras casas preocuparos de las leyes que son promulgadas o derogadas aquí.
Porque hoy, recorriendo las calles y las plazas, ¿qué hacen ellas sino apoyar la propuesta de los tribunos y hacer que se derogue la ley?
Pero, se dirá, que ellas se limiten a pedir que no se promulguen contra ellas nuevas leyes: no es la justicia, es la injusticia lo que ellas rechazan. No, Romanos, lo que ellas quieren es que deroguéis una ley aprobada por vosotros, consagrada por vuestros sufragios y sancionada por una exitosa experiencia de muchos años, es decir, que, destruyendo una sola ley, vosotros quebrantéis todas las demás.
[XXXIV] (4) Ramanos, vosotros me habéis frecuentementente oído deplorar los gastos de las mujeres y los hombres, los de los simples ciudadanos, igual que los de los magistrados; con frecuencia yo he repetido que dos vicios contrarios, el lujo y la avaricia, minaban la República. Éstos son los azotes que han causado la ruina de todos los grandes Imperios. Además, cuanto más feliz y floreciente es nuestra situación, más se engrandece nuestro Imperio, y más los temo yo. Nosotros hemos penetrado ya en Grecia y en Asia, donde nosotros hemos encontrado todos los atractivos del placer; incluso ya tenemos nosotros en nuestras manos los tesoros de los reyes. ¿No debo yo temer que, en lugar de ser los amos de estas riquezas, nosotros nos convirtamos en los esclavos? Es para la desgracia de Roma, podéis creerme, que se han introducido en sus muros las estatuas de Siracusa. Yo no entiendo que demasiadas gentes se vanaglorien y admiren las obras maestras de Corinto y de Atenas, y se rían de los dioses de arcilla, que se ven delante de nuestros templos.
Yo prefiero a estos dioses que nos han protegido, y que nos protegerán todavía, yo lo espero, si nosotros los dejamos en su lugar. En el tiempo de nuestros antepasados, Cineas, enviado a Roma por Pirro, intentó seducir con regalos a los hombres e incluso a las mujeres. No existía entonces todavía la Lex Oppia para reprimir el lujo de las mujeres; y, no obstante, ninguna aceptó. ¿Cuál fue en vuestra opinión la causa de este rechazo? La misma que había obligado a nuestros antepasados a no establecer una ley en este sentido. No había lujo que reprimir. De la misma forma que las enfermedades son necesariamente reconocidas antes que los remedios que las pueden curar, asimismo las pasiones nacen antes que las leyes destinadas a contenerlas.
Yo confieso que hay caprichos que yo no puedo explicar, y de los que yo busco en vano el motivo. Que una cosa fuera permitida a unos y prohibida a otros, habría ahí seguramente motivo para experimentar un sentimiento natural de vergüenza o de cólera. Pero, cuando el acomodo es el mismo para todos, ¿qué humillación puede cada una de vosotras temer? Es una debilidad condenable avergonzarse de su economía o de su pobreza; pero la ley os pone igualmente al amparo de este doble arrecife, prohibiéndoos tener lo que no tendréis. ¡Pues bien!, dirá esta mujer rica, es esta desigualdad la que yo no puedo soportar. ¿Por qué no se me permite vertirme de oro y de púrpura? ¿Por qué la pobreza de las otras se esconde tan bien en la sombra de esta ley que uno podría considerarlas en estado de tener lo que no tienen, si no fuera por la prohibición que existe?
Romanos, respondería yo, ¿queréis establecer entre vuestras mujeres una rivalidad de lujo, que incite a las ricas a darse unas apariencias que ninguna otra podrá tener, y a las pobres a gastar más allá de sus recursos para evitar una diferencia humillante? Creedme, si ellas se disponen a ruborizarse por lo que no es vergonzoso, ellas no se ruborizarán de lo que lo es realmente. La que tenga los medios, comprará con lo suyo; la que no podrá, le pedirá dinero a su marido. ¡Desgraciado entonces el marido que cederá y el que no cederá! Lo que él habrá rehusado será dado por otro. ¿No las ve uno ya dirigirse a hombres que les son extraños, y, lo que es peor, solicitar una ley, unos sufragios, triunfar incluso ante algunos, sin preocuparse de vuestros intereses ni de los de vuestro patrimonio y vuestros hijos? Desde el momento en que la ley cese de limitar sus gastos, vosotros no lo conseguiréis jamás.
Romanos, no vayáis a creer que las cosas se quedarán en el punto en el que estaban antes de la proposición de la ley. Es menos peligroso no acusar a un culpable que absolverlo; igualmente el lujo no sería más soportable si uno no lo hubiera atacado nunca; pero, en la actualidad, tendrá todo el furor de una bestia feroz, a la que las ataduras han irritado y que uno ha desencadenado enseguida.
Tito Livio: Historia de Roma desde su fundación, XXIV, 2-4
Texto Latino, con algunos cambios de grafía y puntuación:
Catonis oratio
[XXXIV] [2] 'Si in sua quisque nostrum matre familiae, Quirites, ius et maiestatem uiri retinere instituisset, minus cum uniuersis feminis negotii haberemus: nunc domi uicta libertas nostra impotentia muliebri hic quoque in foro obteritur et calcatur, et quia singulas sustinere non potuimus uniuersas horremus.
Equidem fabulam et fictam rem ducebam esse uirorum omne genus in aliqua insula coniuratione muliebri ab stirpe sublatum esse; ab nullo genere non summum periculum est si coetus et concilia et secretas consultationes esse sinas. Atque ego uix statuere apud animum meum possum utrum peior ipsa res an peiore exemplo agatur; quorum alterum ad nos consules reliquosque magistratus, alterum ad uos, Quirites, magis pertinet.
Nam utrum e re publica sit necne id quod ad uos fertur, uestra existimatio est qui in suffragium ituri estis. Haec consternatio muliebris, siue sua sponte siue auctoribus uobis, M. Fundani et L. Valeri, facta est, haud dubie ad culpam magistratuum pertinens, nescio uobis, tribuni, an consulibus magis sit deformis: uobis, si feminas ad concitandas tribunicias seditiones iam adduxistis; nobis, si ut plebis quondam sic nunc mulierum secessione leges accipiendae sunt.
Equidem non sine rubore quodam paulo ante per medium agmen mulierum in forum perueni. Quod nisi me uerecundia singularum magis maiestatis et pudoris quam uniuersarum tenuisset, ne compellatae a consule uiderentur, dixissem: "qui hic mos est in publicum procurrendi et obsidendi uias et uiros alienos appellandi? Istud ipsum suos quaeque domi rogare non potuistis? An blandiores in publico quam in priuato et alienis quam uestris estis? Quamquam ne domi quidem uos, si sui iuris finibus matronas contineret pudor, quae leges hic rogarentur abrogarenturue curare decuit."
Maiores nostri nullam, ne priuatam quidem rem agere feminas sine tutore auctore uoluerunt, in manu esse parentium, fratrum, uirorum: nos, si diis placet, iam etiam rem publicam capessere eas patimur et foro prope et contionibus et comitiis immisceri. Quid enim nunc aliud per uias et compita faciunt quam rogationem tribunorum plebi suadent, quam legem abrogandam censent?
Date frenos impotenti naturae et indomito animali et sperate ipsas modum licentiae facturas: nisi uos facietis, minimum hoc eorum est quae iniquo animo feminae sibi aut moribus aut legibus iniuncta patiuntur. Omnium rerum libertatem, immo licentiam, si uere dicere uolumus, desiderant. Quid enim, si hoc expugnauerint, non temptabunt?
[XXXIV] [3] Recensete omnia muliebria iura quibus licentiam earum adligauerint maiores uestri per quaeque subiecerint uiris; quibus omnibus constrictas uix tamen continere potestis. Quid? Si carpere singula et extorquere et exaequari ad extremum uiris patiemini, tolerabiles uobis eas fore creditis? Extemplo simul pares esse coeperint, superiores erunt. At hercule ne quid nouum in eas rogetur recusant, non ius sed iniuriam deprecantur: immo ut quam accepistis iussistis suffragiis uestris legem, quam usu tot annorum et experiendo comprobastis, hanc ut abrogetis, id est, ut unam tollendo legem ceteras infirmetis.
Nulla lex satis commoda omnibus est: id modo quaeritur, si maiori parti et in summam prodest. Si quod cuique priuatim officiet ius, id destruet ac demolietur, quid attinebit uniuersos rogare leges quas mox abrogare in quos latae sunt possint? Volo tamen audire quid sit propter quod matronae consternatae procucurrerint in publicum ac uix foro se et contione abstineant? Vt captiui ab Hannibale redimantur parentes, uiri, liberi, fratres earum? Procul abest absitque semper talis fortuna rei publicae; sed tamen, cum fuit, negastis hoc piis precibus earum.
At non pietas nec sollicitudo pro suis sed religio congregauit eas: matrem Idaeam a Pessinunte ex Phrygia uenientem accepturae sunt. Quid honestum dictu saltem seditioni praetenditur muliebri? "Vt auro et purpura fulgamus" inquit, "ut carpentis festis profestisque diebus, uelut triumphantes de lege uicta et abrogata et captis ereptis suffragiis uestris, per urbem uectemur: ne ullus modus sumptibus, ne luxuriae sit."
[XXXIV] [4] Saepe me querentem de feminarum, saepe de uirorum nec de priuatorum modo sed etiam magistratuum sumptibus audistis, diuersisque duobus uitiis, auaritia et luxuria, ciuitatem laborare, quae pestes omnia magna imperia euerterunt. Haec ego, quo melior laetiorque in dies fortuna rei publicae est, quo magis imperium crescit—et iam in Graeciam Asiamque transcendimus omnibus libidinum inlecebris repletas et regias etiam adtrectamus gazas—, eo plus horreo, ne illae magis res nos ceperint quam nos illas. Infesta, mihi credite, signa ab Syracusis inlata sunt huic urbi. Iam nimis multos audio Corinthi et Athenarum ornamenta laudantes mirantesque et antefixa fictilia deorum Romanorum ridentes.
Ego hos malo propitios deos et ita spero futuros, si in suis manere sedibus patiemur. patrum nostrorum memoria per legatum Cineam Pyrrhus non uirorum modo sed etiam mulierum animos donis temptauit. Nondum lex Oppia ad coercendam luxuriam muliebrem lata erat; tamen nulla accepit. Quam causam fuisse censetis? Eadem fuit quae maioribus nostris nihil de hac re lege sanciundi: nulla erat luxuria quae coerceretur. Sicut ante morbos necesse est cognitos esse quam remedia eorum, sic cupiditates prius natae sunt quam leges quae iis modum facerent.
Quid legem Liciniam excitauit de quingentis iugeribus nisi ingens cupido agros continuandi? Quid legem Cinciam de donis et muneribus nisi quia uectigalis iam et stipendiaria plebs esse senatui coeperat? Itaque minime mirum est nec Oppiam nec aliam ullam tum legem desideratam esse quae modum sumptibus mulierum faceret, cum aurum et purpuram data et oblata ultro non accipiebant. Si nunc cum illis donis Cineas urbem circumiret, stantes in publico inuenisset quae acciperent.
Atque ego nonnullarum cupiditatium ne causam quidem aut rationem inire possum. Nam ut quod alii liceat tibi non licere aliquid fortasse naturalis aut pudoris aut indignationis habeat, sic aequato omnium cultu quid unaquaeque uestrum ueretur ne in se conspiciatur? Pessimus quidem pudor est uel parsimoniae uel paupertatis; sed utrumque lex uobis demit cum id quod habere non licet non habetis. "Hanc" inquit "ipsam exaequationem non fero" illa locuples. "Cur non insignis auro et purpura conspicior? Cur paupertas aliarum sub hac legis specie latet, ut quod habere non possunt habiturae, si liceret, fuisse uideantur?"
Vultis hoc certamen uxoribus uestris inicere, Quirites, ut diuites id habere uelint quod nulla alia possit, pauperes ne ob hoc ipsum contemnantur, supra uires se extendant? Ne
Nolite eodem loco existimare,
Ego nullo modo abrogandam legem Oppiam censeo: uos quod faxitis, deos omnes fortunare uelim.'
Discours de Caton
[34,2] (1) "Romains, si chacun de nous avait eu soin de conserver à l'égard de son épouse ses droits et sa dignité de mari, nous n'aurions pas affaire aujourd'hui à toutes les femmes. (2) Mais après avoir, par leur violence, triomphé de notre liberté dans l'intérieur de nos maisons, elles viennent jusque dans le forum l'écraser et la fouler aux pieds; et, pour n'avoir pas su leur résister à chacune en particulier, nous les voyons toutes réunies contre nous. (3) Je l'avoue, j'avais toujours regardé comme une fable inventée à plaisir cette conspiration formée par les femmes de certaine île contre les hommes dont elles exterminèrent toute la race. (4) Mais il n'est pas une classe de personnes qui ne vous fasse courir les plus grands dangers, lorsqu'on tolère ses réunions, ses complots et ses cabales secrètes."
"En vérité, je ne saurais décider ce qui est le plus dangereux, de la chose en elle-même ou de l'exemple que donnent les femmes. (5) De ces deux points, l'un nous regarde nous autres consuls et magistrats; l'autre, Romains, est plus spécialement de votre ressort. C'est à vous en effet à déclarer par le suffrage que vous porterez, si la proposition qui vous est soumise est avantageuse on non à la république. (6) Quant à ce rassemblement tumultueux de femmes, qu'il ait été spontané ou que vous l'ayez excité, M. Fundanius et L. Valérius, il est certain qu'on doit en rejeter la faute sur les magistrats; mais je ne sais si c'est à vous, tribuns, ou à vous autres, consuls, que la honte en appartient. (7) Elle est pour vous, si vous en êtes venus à prendre les femmes pour instruments de vos séditions tribunitiennes; pour nous, si la retraite des femmes nous fait, comme autrefois celle du peuple, adopter la loi."
"(8) Je l'avoue, ce n'est pas sans rougir que j'ai traversé tout à l'heure une légion de femmes pour arriver au forum; et si, par égard et par respect pour chacune d'elles en particulier plutôt que pour toutes en général, je n'eusse voulu leur épargner la honte d'être apostrophées par un consul, je leur aurais dit: (9) 'Quelle est cette manière de vous montrer ainsi en publie, d'assiéger les rues et de vous adresser à des hommes qui vous sont étrangers? Ne pourriez-vous, chacune dans vos maisons, faire cette demande à vos maris? (10) Comptez-vous plus sur l'effet de vos charmes en public qu'en particulier, sur des étrangers que sur vos époux? Et même, si vous vous renfermiez dans les bornes de la modestie qui convient à votre sexe, devriez-vous dans vos maisons vous occuper des lois qui sont adoptées on abrogées ici?'
"(11) Nos aïeux voulaient qu'une femme ne se mêlât d'aucune affaire, même privée, sans une autorisation expresse; elle était sous la puissance du père, du frère ou du mari. Et nous, grands dieux!, nous leur permettons de prendre en main le gouvernement des affaires, de descendre au forum, de se mêler aux discussions et aux comices. (12) Car aujourd'hui, en parcourant les rues et les places, que font-elles autre chose que d'appuyer la proposition des tribuns et de faire abroger la loi? (13) Lâchez la bride aux caprices et aux passions de ce sexe indomptable, et flattez-vous ensuite de le voir, à défaut de vous-mêmes, mettre des bornes à son emportement. (14) Cette défense est la moindre de celles auxquelles les femmes souffrent impatiemment d'être astreintes par les moeurs ou par les lois. Ce qu'elles veulent, c'est la liberté la plus entière, ou plutôt la licence, s'il faut appeler les choses par leur nom. Qu'elles triomphent aujourd'hui, et leurs prétentions n'auront plus de terme!"
[34,3] (1) "Rappelez-vous toutes les lois par lesquelles nos aïeux ont enchaîné leur audace et tenté de les soumettre à leurs maris: avec toutes ces entraves à peine pouvez-vous les contenir. (2) Que sera-ce si vous leur permettez d'attaquer ces lois l'une après l'autre, de vous arracher tout ce qu'elles veulent, en un mot, de s'égaler aux hommes? Pensez-vous que vous pourrez les supporter? Elles ne se seront pas plutôt élevées jusqu'à vous qu'elles voudront vous dominer." "(3) Mais, dira-t-on, elles se bornent à demander qu'on ne porte pas contre elles de nouvelles lois: ce n'est pas la justice, é'est l'injustice qu'elles repoussent. (4) Non, Romains, ce qu'elles veulent, c'est que vous abrogiez une loi adoptée par vous, consacrée par vos suffrages et sanctionnée par une heureuse expérience de plusieurs années, c'est-à-dire qu'en détruisant une seule loi vous ébranliez toutes les autres. (5) Il n'y a pas de loi qui ne froisse aucun intérêt; on ne consulte ordinairement pour les faire que l'utilité du plus grand nombre et le bien de l'état. Si chacun détruit et renverse celles qui le gênent personnellement, à quoi bon voter des lois en assemblée générale, pour les voir bientôt abroger au gré de ceux contre qui elles ont été faites?"
"(6) Je voudrais savoir cependant pour quel motif les femmes romaines parcourent ainsi la ville tout éperdues, pourquoi elles pénètrent presque au forum et dans l'assemblée? (7) Viennent-elles demander le rachat de leurs pères, de leurs maris, de leurs enfants ou de leurs frères faits prisonniers par Hannibal? Ces malheurs sont loin de nous, et puissent-ils ne jamais se renouveler! Pourtant, lorsqu'ils nous accablaient, vous avez refusé cette faveur à leurs pieuses instances. (8) Mais à défaut de cette piété filiale, de cette tendre sollicitude pour leurs proches, c'est sans doute un motif religieux qui les rassemble? Elles vont sans doute au-devant de la déesse Mère de l'Ida qui nous arrive de Pessinonte, en Phrygie? car enfin quel prétexte peut-on faire valoir pour excuser cette émeute de femmes?"
"(9) On me répond: 'Nous voulons être brillantes d'or et de pourpre; et nous promener par la ville, les jours de fêtes et autres, dans des chars de triomphe, comme pour étaler la victoire que nous remportons sur la loi abrogée, sur vos suffrages surpris et arrachés; nous voulons qu'on ne mette plus de bornes à nos dépenses, à notre luxe.'"
[34,4] (1) "Romains, vous m'avez souvent entendu déplorer les dépenses des femmes et des hommes, celles des simples citoyens comme celles des magistrats; (2) souvent j'ai répété que deux vices contraires, le luxe et l'avarice, minaient la république. Ce sont des fléaux qui ont causé la ruine de tous les grands empires. (3) Aussi, plus notre situation devient heureuse et florissante, plus notre empire s'agrandit, et plus je les redoute. Déjà nous avons pénétré dans la Grèce et dans l'Asie, où nous avons trouvé tous les attraits du plaisir; déjà même nous tenons dans nos mains les trésors des rois. Ne dois-je pas craindre qu'au lieu d'être les maîtres de ces richesses, nous n'en devenions les esclaves? (4) C'est pour le malheur de Rome, vous pouvez m'en croire, qu'on a introduit dans ses murs les statues de Syracuse. Je n'entends que trop de gens vanter et admirer les chefs-d'œuvre de Corinthe et d'Athènes, et se moquer des dieux d'argile qu'on voit devant nos temples. (5) Pour moi, je préfère ces dieux qui nous ont protégés, et qui nous protégeront encore, je l'espère, si nous les laissons à leur place."
"(6) Du temps de nos pères, Cinéas, envoyé à Rome par Pyrrhus, essaya de séduire par des présents les hommes et même les femmes. Il n'y avait pas encore de loi Oppia pour réprimer le luxe des femmes; et pourtant aucune n'accepta. (7) Quelle fut, à votre avis, la cause de ces refus? La même qui avait engagé nos aïeux à ne point établir de loi à ce sujet. Il n'y avait pas de luxe à réprimer. (8) De même que les maladies sont nécessairement connues avant les remèdes qui peuvent les guérir, de même les passions naissent avant les lois destinées à les contenir. (9) Pourquoi la loi Licinia a-t-elle défendu de posséder plus de cinq cents arpents? Parce qu'on ne songeait qu'à étendre sans cesse ses propriétés. Pourquoi la loi Cincia a-t-elle prohibé les cadeaux et les présents? Parce que le sénat s'habituait à lever des impôts et des tributs sur les plébéiens.(10) Il ne faut donc pas s'étonner qu'on n'eût besoin ni de la loi Oppia, ni d'aucune autre pour limiter les dépenses des femmes, à une époque où elles refusaient et la pourpre et l'or qu'on venait leur offrir."
Traducción inglesa:
• Author: Titus Livius
Martha Patricia Irigoyen Troconis:
20 comentarios:
Pues entonces al menos una parte de la sociedad se oponía a esa distinción hortera del lujo y la apariencia; no importa para nuestros días que se hable de mujeres en el texto. En la actualidad compite el varón con la hembra, así como los otros géneros neutro, común, epiceno y ambiguo, en defender el disparate de la desigualdad. Ruina de las repúblicas, estoy de acuerdo, como corresponde a una situación tan helenística como la nuestra.
Un abrazo. ¡Gracias!
Amigo Antonio,
Desconocía la anécdota y me ha dado mucho gusto verla aquí reflejada can tal profusión de detalles. Se me antoja como un triunfo de la veleidad femenina y me pregunto si no habría en aquel momento injusticias y desigualdades que merecieran una rebelión de tales características con causa más justificada, por ejemplo, debido a la lacerante falta de igualdad entre hombres y mujeres en una sociedad tan patriarcal como aquella; si una mayoría de mujeres no podría haberse rebelado con más justo motivo contra el sometimiento al que se veían obligadas con respecto a sus padres, hermanos y, sobre todo, maridos. Es como si en la actualidad, los hombres, en vez de echarnos a la calle para rebelarnos contra el vergonzoso chantaje de los poderes económicos, lo hiciéramos para derogar, en el hipotético caso de que se hubiera promulgado, una ley prohibiendo el fútbol, ejemplo donde los haya de veleidad masculina en relación a un asunto capaz de despertar la mayor de las pasiones.
Le confieso que imaginar a esa enorme multitud, ese enorme mujerío, entrando en el Capitolio romano, chillando y despotricando libremente por su derecho al lujo y a la ostentación, ha despertado mi hilaridad y me ha movido a risa. Y es que he asociado este hecho de inmediato con La Asamblea de las mujeres y, sobre todo, con la Lisístrata de Aristófanes, obra ésta última a la que el gran comediógrafo griego perfectamente podría haber cambiado el argumento de haber existido en sus días una Lex oppia equivalente. Imagínese a todas las mujeres de roma negando sus favores sexuales a sus respectivos amantes y maridos hasta que no derogaran la ley..., indudablemente, aunque Catón se hubiera salido con la suya y la multitudinaria manifestación no hubiera conseguido su objeto, con el método aristofánico ni cien mil Catones hubieran podido impedir la victoria de las féminas. Qué risa.
Un fuerte abrazo.
Excelente y documentado post, Don Antonio. No esperarían los romanos republicanos una manifestación de tal tipo de las mujeres, ciudadadanas, pero de segunda. El caso es que la indignación (como ahora) echa a la gente a pedir lo que cree que es de justicia, y se obtienen pequeños logros. Es este caso, se suprimió la Lex Oppia, pese al estupendo discurso de Catón (magnífico en la argumentación y en el planteamiento).
Reciba un cordial saludo, en este día de ir a la asamblea a depositar nuestra opinión.
Amigo Animal de Fondo,
Estoy totalmente de acuerdo con Vd. en que esta Sociedad nuestra es excesivamente competitiva. Ahora ya no se trata de ser bueno y justo, de ser digno, sino simplemente en ser más que los demás. Como bien anota Vd., en el discurso de Catón, lo menos importante es que sean mujeres las que se amotinan para mantener sus apariencias de lujo, porque también podrían ser hombres que se amotinan para conseguir mantener sus privilegios. Quizá de todo eso deberíamos sacar la conclusión de que la energía que se gasta en esta lucha feroz que hay ahora en algunos sectores feministas contra el hombre bien podría utilizarse en pretender la igualdad de los sexos, mutatis mutandis, y no la superioridad de uno sobre otro, que es lo que parece que pretenden algunas.
Le envío un abrazo, amigo mío.
Antonio
Amigo Don Carlos, Chacien,
La verdad es que es Vd. un hombre más que divertido, y su visión del tema tratado me ha provocado una sonrisa, casi un ataque de ironía. Me gusta esa comparación que hace cuando nos dice que bien podrían los hombres echarse a la calle, si les prohíben el fútbol. Bueno, es lo que estamos viendo: aquí pierde o gana el Madrid o el Barça, y esa noche no se puede dormir de las algarabías que se forman. Sin embargo, cuando los Políticos arremeten contra nuestro bienestar, como es reduciendo las prestaciones sanitarias y educativas, para una buena parte de la Sociedad eso no tiene importancia alguna.
Bien podrían nuestras féminas, todas, luchar por la igualdad en derechos y deberes con el hombre, y no por conseguir de facto una superioridad, porque, vamos a ver:
Si un hombre le pega una paliza a su mujer, el acto tiene jurídicamente mucha menos gravedad que si es la mujer la que le pega una paliza a su marido.
Bien poco puestas en su sitio estaban las mujeres atacadas por Catón, que fueron capaces de amotinarse por llevar unas joyas innecesarias, y no lo fueron por estar permanentemente sometidas, como si de esclavas se tratase, a los elementos masculinos de su familia: padres, hermanos o maridos.
Muy apropiada la referencia a Aristófanes, que escribió sus comedias unos dos siglos antes de que Catón pronunciase su discurso. Y es que los Griegos, en la forma de pensar, siempre les llevan a los Romanos dos o tres siglos de adelanto.
Respecto a la huelga de sexo de las mujeres, tan bien descrita en la Lisístrata de Aristófanes, me temo yo que, si se hubiese dado en Roma, habría tenido pocos efectos, porque todos sabemos cómo funcionaban estas cosas en Roma: a las esposas se las tenía, en general, para garantizar la supervivencia de la Gens [de la familia]; para las apetencias del sexo y los Instintos se tenían a las amantes y las prostitutas… Vamos, que las cosas tampoco han cambiado tanto desde entonces.
Le agradezco su exquisito comentario, amigo mío, y le envío un gran abrazo.
Haga extensivo mi afecto y mis mejores deseos a su padre, Don Serapio.
Antonio
Amigo Don Paco,
Gracias por su visita, que alegra este espacio, porque, como buen sevillano que es Vd., Vd. es un hombre alegre y positivo. A Vd. no la falta Esperanza. Vamos a ver si, como ocurrió con la Lex Oppia, que se derogó por la presión ejercida por las mujeres, la presión ejercida por nuestro Pueblo, en manifestaciones y huelgas, consigue doblegar algunos cánones de la forma de gobernar de nuestros gobernantes (permítaseme la redundancia), porque, si nos atenemos a los hechos probados, la conclusión es que los gobernantes, con las excepciones que uno quiera, lo primero que legislan es el aumento de sus sueldos, y el reparto de influencias entre amigos y familiares.
Le envío un gran abrazo, amigo mío, Don Paco.
Antonio
La igualdad entre los sexos es un tema interesante; a mí me lo dejó claro, con poca edad, Rilke, en una de las últimas cartas a Kappus, cuando dice más o menos: "llegará un día en que el hombre y la mujer..." y es que la única igualdad posible es la igualdad entre seres humanos sin más. No se dan cuenta de que distinguir simplemente entre sexos a los efectos en los que lo genital no es relevante es muestra insuperable de desigualdad. No sé si consigo explicarme.
A nivel de anécdota, que tal vez sirva para ilustrar la idea, he experimentado, a lo largo de la vida, reacciones muy curiosas a mi falta total de machismo, que tal vez un día fuera divertido contar. Por ejemplo, siempre me negué a aceptar la humillación de que se me impusiera ser menos tierno de lo que soy o la humillación asimismo de fingir una fortaleza que no solamente no es varonil; es que no es humana, dada la fragilidad de nuestra especie. Así que toda la vida me he interesado por las facetas masculinas, pero también por las absurdamente "femeninas". Hace una semana, sin ir más lejos, unos amigos que cenaban en casa se extrañaron (con esa expresión en la cara que conozco bien) cuando advirtieron que el entendido (relativamente) en bordados, manteles, sábanas y piezas de hilo soy yo, que los compré de soltero, y que mi mujer no distingue una vainica de un sobrehilado, cosa que me parece muy bien, jajaja.
Mi queridísimo Antonio:
Nos ofreces un testimonio de primer orden que aúna literatura, historia, sociología, psicología, belleza, horror, miedo, arte... en fin: la vida misma en palabras de Catón. Lo que más me ha gustado del discurso es la profunda impresión de modernidad que reflejan los textos latinos, y por otro lado, claro, también es lo que más me ha disgustado porque actuales siguen siendo las diatribas entre hombres y mujeres en razón de su sexo.
El trasfondo que entiendo en el discurso contra la rebelión referida por Catón, no es en absoluto la defensa de un estilo de vida sobrio, austero, sino más allá el miedo, el terror ya, a que un grupo de mujeres se pueda organizar y cuestionar leyes en las que se sientan ofendidas, menospreciadas o discriminadas.
Este argumento lo avala sin darse cuenta el mismo Catón cuando habla del peligro de que un hombre no sepa establecer el orden en su propio hogar y las mujeres más allá de someterse a su padre o marido sean capaces de pedir cuentas a los legisladores en el Foro, ¡nada menos que intervenir en los debates y en los comicios!
Ah, ese "rebaño de mujeres" no era peligroso por cuestionar la Lex Oppia en un momento de bonanza económica o al menos de recuperación, pareciere Catón un comunista convencido sin darse cuenta. No, las mujeres eran peligrosas por hacerse notar, organizarse, reclamar su derecho a discrepar y negarse a ser utilizadas en los contenidos de las leyes sin participar en las formas, y creo que lo que más debió molestarles es ser objeto de una ley, como colectivo definido, extraído de la población de la República. Si han sido elegidas como un colectivo escogido y diferenciado, es momento de protestar y de manifestarse como tal, pues no han sido ellas las culpables de la afrenta.
Creo firmemente que el miedo a las mujeres por parte de Catón como por parte de muchos políticos antiguos y actuales y de muchos ciudadanos de a pie, es el miedo a reconocer la inteligencia de un igual. ¿Por qué?
Y ahora me viene a la cabeza aquella maravilla de película de "La costilla de Adán" dirigida por George Cukor y en cuyo guión participa la extraordinaria Ruth Gordon. En ella con una ironía sutil, una inteligencia refinada, se retoma el eterno tema de la igualdad de derechos por el que Amanda, una Katherine Hepburn en estado de gracia lucha valentísima.
Después de unas cuantas peripecias delirantes en el enfrentamiento jurídico, Amanda, la abogada, gana la batalla a su marido, el fiscal, al defender a una mujer que había disparado contra su marido y la amante de este. Pero la escena más contundente y más feliz del matrimonio es la que finaliza la película: reconciliados los cónyuges, celebran su reencuentro en el tálamo, siguiendo ambos la consigna de: "viva esa pequeña diferencia".
Viva esa pequeña diferencia mil veces, mi aterrorizado e injusto Catón, y viva la igualdad de derechos entre los seres humanos y el respeto a todos los seres vivos, que aunque diferentes no son menos que nosotros.
¡Y vivan esta entrada y este blog, claro!
Qué alegría retomar de tu mano, la curiosidad, la inquietud por la literatura y por los seres humanos, querido, muy querido amigo Antonio.
Recibe de tu admiradora Ἑλένη, un abrazo gigante. Un fuerte beso también para Ana y todo mi ánimo para seguir caminando, así como a toda la familia.
Tan peligroso puede ser opinar a favor como en contra de la lex Oppia, que es el tema femenino asunto de gran calado y envergadura, antes como ahora, sobre todo ahora. El mundo es masculino, la religión es masculina, incluso la mujer lo es, en el sentido, al menos, de que es ella (una gran mayoría, cuando menos) la que transmite a sus vástagos varones los valores culturales imperantes, que no son sino masculinos.
¿Machismo? Puede ser, quizá, sin duda... Natura nos hizo diferentes, nos dividió por sexos. ¿Es eso justo? La Naturaleza no entiende de justicia, sólo de naturaleza, la justicia es invento del hombre para modular las relaciones entre los individuos, y en tanto obra humana, no dejará, a su vez, de ser masculina. Como vemos, todo tiende hacia el hombre. Históricamente la mujer se ha visto sometida, de una u otra forma, al hombre, y muchas veces en todas sus manifestaciones. Incluso hoy, cuando tanto se ha ganado, esa batalla aún está por decidir, pues al machismo masculino se opone el femenino, de modo que lo que se legisla en igualdad tarda en llegar a la calle, o no lo hace en modo alguno. Mucho camino aún por recorrer...
Lo mejor será, pues, actuar con diplomacia y dejar que la Historia juzgue... y que sea ella la que yerre o acierte.
Un abrazo.
Amigo Animal de Fondo,
Pues claro que se explica Vd. muy bien: en efecto, como me decía un amigo hace tiempo, de hombre a hombre va cero, lo mismo que de mujer a mujer; y de mujer a hombre o viceversa también va cero, porque lo único que cambia es el sexo.
Opino lo mismo que Vd. en su manifestación de no atribuir exclusivamente a las mujeres o a los hombres ciertos comportamientos y conductas, siempre y cuando no apunten a lo genital. Opino yo que la igualdad debe establecerse entre seres humanos sin más, igualdad en derechos y deberes, con la única diferenciación de que, en lo referente al sexo, los unos –la mayoría- optemos por las mujeres, y éstas a su vez –también la mayoría- opten por los hombres. Eso es lo esperable dentro de la coherencia con las Leyes de la Naturaleza, porque, a mi entender, lo otro son las excepciones.
Totalmente de acuerdo con Vd., amigo Animal de Fondo.
Le envío un afectuoso saludo.
Antonio
Querida Elena, amiga mía, Φίλη Ἑλένη,
Te muestras lúcida como siempre y tu pensamiento llega mucho más lejos de lo que aparentemente dicen las palabras. La verdad es que yo no me había dado cuenta, incluso después de dedicar horas al discurso en cuestión, pero ahora veo que, efectivamente, como bien apuntas tú, el dardo de Catón no va dirigido contra el lujo en las mujeres ni en defensa del ahorro, sino que es una forma más de tenerlas dominadas, porque, si ceden en esto, van a ceder en todo lo demás.
Se me viene a mi a la mente ahora la idea de que, de forma semejante, cuando la Iglesia Católica intenta, o intentó a lo largo de dos mil años, controlar el sexo de sus acólitos, no es que tuviese nada contra el sexo, sino que sus Dirigentes estaban (están) convencidos de que, si son capaces de dirigir contra naturam las conductas haciendo que éstas no sean concordes con la Ley Natural, les será muy fácil dirigir esas mismas conductas en las cosas que realmente les interesan. Podríamos hacer extensiva esta aberración de la Doctrina Católica en su persecución de facto y discriminación de las mujeres.
Creo que el tema da para mucho. Los que hemos hecho el servicio militar en la Dictadura sabemos que muchas veces las Órdenes de los Superiores a los Inferiores eran totalmente irracionales, pero había que cumplirlas. Claro, si conseguían someter el pensamiento y las decisiones de los reclutas de forma irracional, cuando se tratase de algo racional, el éxito estaría totalmente garantizado.
Aguda y clarividente interpretación la tuya, como siempre, amiga mía del alma, Querida Elena.
Te envío un abrazo gigantesco y te deseo lo mejor del mundo en todos los aspectos de tu vida, incluida la laboral.
Antonio
Amigo mío, Profesor Don Javier,
Muy aguda la anotación suya de que el machismo también es abundante entre las mujeres, porque son ellas fundamentalmente las que transmiten los valores a sus hijos, valores masculinos, que son los que han predominado y predominan. Menos mal que, según Robert Graves, con su Diosa Blanca, y, entre otros, Bachofen en el XIX, con su Mutterrecht [El Derecho Materno], tenemos evidencia de que anterior a esta época de predominio del varón, hubo una de filiación femenina, en la que la digamos preponderancia correspondía a la mujer. Ello nos da la esperanza de que, según la Ley del Péndulo, las cosas puedan cambiar a mejor.
Como bien apunta Vd., Natura nos hizo diferentes, pero diferentes morfológicamente y también diferentes en la forma de pensar y en la forma de transmitir las emociones, porque es evidente que una mujer empatiza y simpatiza de forma diferente a como lo hace un hombre, y me temo que, o me alegro de que, así seguirá siendo, pero, claro, hay unos espacios en los que la mujer lo puede hacer igual de bien o de mal que el hombre, y viceversa, como puede ser, por ejemplo, ser Presidente del Gobierno, o encargarse de la Economía de un país.
Ser diferente no significa ser superior, ni ser inferior; significa eso, que en la diferencia está la riqueza, porque, si fuéramos iguales, ¿qué sentido tendría que el hombre, de forma natural, busque a la mujer, y ésta al hombre?
Vamos, que es un tema complicado y es muy difícil que todo el mundo esté de acuerdo.
Ya veo que Vd., amigo Don Javier, cuando escribe algo, lo hace de forma que crea debate enriquecedor.
Junto con mi admiración sincera, le envío un gran abrazo.
Antonio
Buen post amigo y paisano Antonio, muy interesante el texto explicativo de la entrada de post.
Bien por las mujeres que se decidieron con valentía a protestar.
Todas a una, jeje las mujeres somo geniales cuando nos proponemos conseguir una meta.
Matrona:Madre de familia, noble y virtuosa.
Un abrazo fraternal de MA.
A tu docta y magistral exposición más documentos, te respondo espontaneamente:
Me cae mal el Censor Catón, retrógrado que ansiaba retroceder a los añejos tiempos Sabinos, y ello nunca es posible.
Personaje antipáticamente austero e íntegro dudoso, porque nunca se es del todo impoluto. Elocuente retórico, casposo castigador de aquello entendido como placer, alegría, sospechosas costumbres orientales como las que adoraban los privilegiados Escipiones en su ilustre casa desde niños. Antes en las tertulias del círculo intelectual formado por !una mujer! Cornelia, madre de los Gracos al cual acudía su yerno Escipión Emiliano. ¿Mujeres y cultas? !Oh! contra natura, se rasgaría la sencilla túnica Catón.
La susodicha ley Oppia pretendía frenar el lujo de la mujer, sería el de algunas las matronas patricias, porque la inmensa mayoría, hila que hilarás y a parir futuros legionarios. ¿Se metía con las moda de depilarse el mentón o las piernas de algunos romanos, con pendientes, con muñequeras de oro? Algo señaló, pero mejor acusar a la mujer desvalida de cualquier derecho, culpable de todo vício, muda total. Lo pongo en el contexto de entonces.
Jejeje, he picado amigo Antonio !Salve! a aquellas que se atrevieron a protestar compitiendo varón con hembra !veleidosas! !Ave!
Prohibir los juegos en el Circo, lo mismo hubiera sido como prohibir hoy el futbol, ni se le ocurrió al puntilloso Catón. Menudo griterío varonil nada agudo, a lo bruto, se hubiera armado. En Lisístrita el mujeril empeño logró, no sin chanzas ni fáciles ironías del tambiém misógino, Aristófanes, parar una absurda guerra, aunque fuera apelando a aquello de que por la entrepierna en ayunas se vence al varón. Facilona insinuación del único poder de la mujer sobre el varón, no se trata de imponer poderes, mala cosa.
En definitiva, Catón estaba fuera de contexto, vivir siempre en el pasado nos tendría paralizados y todo de mueve, mal nos pese. Cualquier tiempo pasado no fue mejor.
Igualdad, no de sexos, de personas sean del sexo que sean, que siempre se va a parar a lo mismo.
He aquí un chismorreo sobre Catón escrito ¿cómo no? por una mujer (Colleen Mccullough):
"la innegable moralidad de Catón quedó en entredicho cuando éste, a pesar de encontrarse en una edad muy avanzada, tomó una nueva esposa de entre sus esclavas con edad casadera. La elegida por el Censor fue una joven de gran belleza llamada Salonia, con la que tuvo un hijo llamado Marco Porcio Catón Saloniano" !Nadie es perfecto! se dijo al final de "Con faldas y a lo loco"
Lo que opinaba de los griegos en Praecepta ad Filium: "Son un pueblo rebelde y sin valor. Toma esto como una profecía: cuando los griegos nos cedan sus obras nuestro mundo se corromperá, al igual que si envían a sus médicos aquí. Han jurado matar a todos los bárbaros con sus medicinas y cobran recompensas por hacerlo a fin de que trabajen de forma más eficiente. Los griegos por supuesto nos consideran bárbaros además de sucios oscos. Te prohíbo ser jamás atendido por uno de ellos.»
Lo dejo, lamento haber sido pelín directa al mostrar mi "tírria" sobre Catón, me parece que a partir de él, poco a poco y hasta hoy en día, la palabra Censor alcanzó un tinte peyorativo.
La implacable lucha por el poder, la competencia feroz, el "todo vale·, hoy parece nuestro mal, creo que es eterno desde Mesopotamia o Altamira, pero sucede que nos queda demasiado lejos, no nos acordamos y vemos lo nuestro. Dentro de mil años tendrán más prespectiva para juzgarnos, ¿serán entonces peores que nosotros?, no lo creo.
Un cariñosos abrazo.
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Amiga Natàlia,
Haces una descripción de Catón el Viejo que comparto en su totalidad. Hay que estar de acuerdo en que, tras el hombre político, incorrupto, austero, buen orador, ejemplar padre, se esconde un espíritu misógino como nadie, ruín al máximo y despreciable por su cerrazón y rechazo de la Cultura Griega, exactamente lo contrario de lo que hacían los Escipiones. No quiero abundar en lo que tú lúcidamente dices, porque tienes toda la razón del mundo. Dejo a continuación un fragmento de la biografía que nos ha transmitido Plutarco en sus Vidas Paralelas. En ella se puede comprobar el desprecio que tenía Catón el Viejo por los esclavos, como si de herramientas de trabajo se tratase, equiparables a bestias de carga.
Muchas gracias por tu elaborado y acertado comentario, que me ha encantado.
Te envío un gran abrazo, amiga Natàlia, la mejor de las Andorranas.
Antonio
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V. Atribuían algunos a mezquindad esta tan rigurosa economía; pero otros veían en ella el esmero y la rígida templanza de un hombre que se estrechaba y reprimía a sí mismo para corregir y moderar a los demás. Solamente aquello de valerse de los esclavos como de acémilas y deshacerse luego de ellos y venderlos a la vejez, para mí no puede ser sino de un hombre cruel, que no se cree enlazado a otro hombre sino con el vínculo de la utilidad. Pues en verdad que la humanidad y la dulzura tienen todavía más latitud que la justicia, pues de la ley y de la justicia sólo podemos usar con los otros hombres, pero la beneficencia y la gratitud se emplean aun con los animales irracionales, dimanando de la bondad como de una fuente copiosa, porque es propio del hombre de probidad no dejar sin alimento al caballo desfallecido ya por los años y el mantener y cuidar los perros, no sólo de cachorritos, sino aun cuando se han hecho viejos. El pueblo de Atenas, cuando se construyó el Hecatómpedo, a cuantas acémilas llegó a entender haber concurrido constantemente a los trabajos de la obra, a todas las echó a pacer libres y sueltas; y aun se refiere de una de ellas que por sí misma se bajaba al lugar de la obra, y agregándose a las yuntas que subían los carros al alcázar las ayudaba yendo delante, como si las animara y alentara, por lo que se decretó que hasta que muriese se proveyera de los fondos públicos para su manutención. Los sepulcros de las yeguas con que Cimón venció tres veces en Olimpia están inmediatos a los monumentos que a éste se erigieron. Muchos cuidaron de sepultar a los perros que se les habían hecho como comensales y amigos, y entre ellos Jantipo el mayor, al perro que nadando junto a su galera le siguió a Salamina, cuando el pueblo abandonó la ciudad, lo hizo sepultar en un promontorio, que todavía se llama la sepultura del perro. En efecto, no hemos de usar de cosas que tienen vida y alma como de los zapatos o de los muebles, echándolos a un rincón cuando ya están rotos y gastados, sino que es razón que en cuanto a aquellas nos mostremos cuidadosos y benignos, aunque no sea más que por excitar a la humanidad. Por tanto, yo ni siquiera a un buey de labor lo vendería por viejo, mucho menos a un hombre anciano, desterrándolo como de su patria de una tierra y de una mansión a que estaba ya habituado, en cambio de una friolera que podrían dar por él, pues que siendo inútil al que lo vendía lo sería también al comprador. En cambio, Catón parece hacía gala de estas cosas y él mismo dice haberse dejado en España el caballo que siendo cónsul le sirvió en la guerra, por no poner en cuenta a la república el gasto de su flete. Cada uno, pues, juzgará dentro de si, según su modo de ver, si cosas llevadas tan al extremo se han de atribuir a magnanimidad o a sórdida codicia.
Plutarco: Vidas Paralelas. Catón el Viejo, V
Fuente de la traducción, de Antonio Ranz Romanillos, 1921
El texto Griego puede consultarse aquí.
Menos mal que no le hicieron caso y votaron a favor de la derogación. Ay, Catón, Catón, ¿cómo podemos interpretar eso de que las mujeres les hacían "violencia" a sus maridos en casa? Pobrecillos. Me ha encantado leer su discurso. Y quizá, cuando tengas tiempo, podrías poner también el discurso con que le respondió el tribuno de la plebe que había propuesto la derogación de la ley. Si la memoria no me falla, Tito Livio lo recoge también.
Espero que Ana y tú estéis mejor. Un abrazo.
Amigo Antonio como bien usted dice en esto de las desigualdades de género el péndulo algún día debe llegar al extremo y devolverse, ojala que para ese entonces ya la humanidad tenga las suficientes herramientas para que ese péndulo se quede en el medio y ya no tire más para ningún lado. El avance en algunos países ya es esperanzador y con ello se comprueba que es perfectamente posible. Toca por todos los medios sostener y hacer avanzar los logros en este sentido para no soportar de nuevo las fuerzas reactivas que hoy desean echar para atrás cualquier asomo de igualdad humana.
Trabajos como el suyo ponen sobre la mesa que los males milenarios aún nos pesan y nos seguirán pesando si dejamos de lado la memoria, la educación, la libertad de argumentación y de pensamiento.
Una joya de retórica y de argumentación el discurso que usted cita aquí, aunque lo argumentado, como ya varios de los comentaristas lo han expresado reprobable.
No puedo menos que estar de acuerdo con usted al tiempo que me reí bastante cuando dice que los griegos le llevaban siglos de ventaja en cuanto a pensamiento a los romanos, ya que los romanos desarrollaron y se ampararon más en el espíritu espartano.
Tengo entendido que las mujeres etruscas en el periodo de esplendor de su civilización tenían un estilo de vida muy diferente al de las mismas romanas. Tal vez en alguna edición futura usted toque el tema y corrobora esto o lo despeja como mito.
Un abrazo amigo Antonio y lo hago extensivo para su familia en este periodo de duelo.
Amiga Isabel,
Muchas gracias por tu comentario, que no tiene desperdicio. Creo que las mujeres todas deberían construir un monumento para ti, in honorem, porque no hay ni un solo detalle que se te escape cuando se trata de restablecer el honor y la dignidad que merecen las Romanas, y, por extensión, todas las mujeres, sin excepción. Efectivamente, el tribuno L. Valerius contestó a Catón con un discurso sólido y bien estructurado (Tito Livio, XXIX, 5-7), rebatiendo los argumentos de Catón, desenmascarando sus patrañas, y poniendo a descubierto su misoginia congénita. Eso nos demuestra que, entre los hombres Romanos, también los había que tenían a la mujer, y a las mujeres, en un pedestal, tal como se merecen. Por supuesto que, en este tema, yo estoy con L. Valerius, y no con Marcus Porcius Cato. Tomo nota de tu invitación para poner al alcance de los lectores, en Lengua Castellana, algún día ese discurso, que es una joya. Entretanto, quienes lo deseen pueden leer la traducción en Francés o, si se da el caso, recurrir al texto Latino.
Por mi parte, voy a dedicar estos días a celebrar dignamente las Fiestas, tras la recuperación de Ana, familiares y mía propia, después de la pérdida irreparable que sufrimos todos el pasado 10 de Noviembre. En este sentido, te transmito mi agradecimiento y el de todos los afectados, especialmente Ana, por tus palabras de apoyo.
Te envío un gran abrazo, amiga mía.
Antonio
Amigo Aristos Veyrud,
Muchas gracias por su comentario, que es esperanzador, lo que, a mi entender, es producto de su sentido positivo de la Vida, y del carácter Caribeño, que es como más alegre que el Europeo. Y es que el buen tiempo hace milagros. De todas formas, vamos a ser positivos y esperar que ese péndulo del que Vd. halbla quede alguna vez quieto en el centro, porque, como bien decían los Griegos, en el medio está la virtud.
Una anotación en relación a lo que dice Vd. sobre la mujer Etrusca, que estaba en mejor posición que la Romana. Efectivamente es así. Tenga en cuenta que nuestra Civilización, también la Greco-Romana, tiene una base Indo-Europea, que es patriarcal desde sus raíces, y la Civilización Etrusca, cuyo origen desconocemos, barajándose dioferentes hipótesis, no es Indo-Europea. Eso lo sabemos con seguridad, porque el Etrusco es una Lengua de origen desconocido, sin parentesco alguno con las Lenguas que conocemos, y, por supuesto, no es una Lengua Indo-Europea.
Reciba mi agradecimiento por esa condolencia que me transmite sobre el luctuoso suceso del fallecimiento de mi suegro. Creo que los dioses Manes, los de la familia Romanos, y también los Espíritus Cristianos -los Santos y los Ángeles- nos están protegiendo, porque llevamos muy bien el duelo.
Entre otras cosas, he recibido de mi otra mitad, que es Ana, un anillo precioso, con la siguiente inscripción:
D.M.
Pater materque socerque mei R.I.P.
Ana med fhefhaked Antonio
[A los dioses Manes.
Mi padre y mi madre y mi suegro descansen en paz.
Ana me hizo para Antonio]
Todo ello a imitación de la célebre Fibula Praenestina, una preciosa inscripción Latina del 600 aC.
Le envío un abrazo,
Antonio
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