En el fragmento que les propongo hoy, nos recuerda los supuestos epitafios de Gneo Nevio, que vivió en el siglo III aC. y escribió Comedias, Tragedias, y un Poema Épico, el Bellum Poenicum [La Guerra Púnica]; Tito Maccio Plauto (251-184), el más grande comediógrafo Romano, que escribió unas 130 Comedias, de las que sólo conservamos 21; y Marco Pacuvio (220-130), considerado el mayor poeta trágico de la República Romana, pero del que sólo conservamos algunos fragmentos.
Bild: Aulus Gellius (gest. 180 AD) beim nächtlichen Exzerpieren (Frotnispiz einer Ausgabe der »Noctes Atticae«, Amsterdam: Elzevir 1651)
Tres poetas ilustres, Cn. Nevio, M. Plauto, M. Pacuvio, han compuesto cada uno una inscripción para servir de epitafio a su tumba. La elegancia y la belleza de estos textos me han incitado a insertarlos en esta selección. El epitafio de Nevio se resiente un poco del orgullo de los poetas de la Campania: los elogios que se prodiga a sí mismo podrían parecer merecidos, si hubiesen salido de otra boca:
Si los Inmortales pudiesen llorar a un Mortal, la Musas divinas derramarían sus lágrimas sobre la tumba del poeta Nevio. Desde que él descendió a las riberas sombrías, en Roma se han olvidado de hablar en Latín.
Sigue a continuación el epitafio de Plauto. Nosotros dudaríamos en atribuirlo a este escritor, si M. Varrón no lo hubiera incluido en el primer libro de su obra sobre Los Poetas:
Desde que Plauto nos ha sido arrebatado por la muerte, La Comedia está en duelo, La Escena está desierta: Las Risas, Los Juegos, La Comedia, La Poesía en verso libre, derraman conjuntamente lágrimas sobre su tumba.
Los versos de Pacuvio son un modelo de modestia, de pureza; son dignos de su gravedad llena de elegancia:
Joven hombre, por mucha prisa que tengas, este mármol te llama. Acércate y lee: Aquí descansa el poeta Pacuvio. Es lo que yo quería decirte. Adiós.
Aulo Gelio, Noches Áticas, I, XXIV
Texto Latino
[1] Trium poetarum inlustrium epigrammata, Cn. Naeuii, Plauti, M. Pacuuii, quae ipsi fecerunt et incidenda sepulcro suo reliquerunt, nobilitatis eorum gratia et uenustatis scribenda in his commentariis esse duxi.
[2] Epigramma Naeui plenum superbiae Campanae, quod testimonium iustum esse potuisset, nisi ab ipso dictum esset:
Inmortales mortales si foret fas flere,
flerent diuae Camenae Naeuium poetam.
Itaque postquam est Orcho traditus thesauro,
obliti sunt Romae loquier lingua Latina.
[3] Epigramma Plauti, quod dubitassemus, an Plauti foret, nisi a M. Varrone positum esset in libro de poetis primo:
Postquam est mortem aptus Plautus, Comoedia luget,
[4] Epigramma Pacuuii uerecundissimum et purissimum dignumque eius elegantissima grauitate:
Adulescens, tam etsi properas, hoc te saxulum
Aulus Gellius, Noctes Atticae, I, XXIV
Aurelii prudentii clementis; Quae existant, Recensvit et adnotationibus illustravit Ch. Cellarius que et indices copiosiores rerum et verborum addidit.; Halae Magdeburgicae; Sumtibus Orphanotrophei; 1703; 559S; Gebunden in Leder; Mit gebunden Coelii Sedvlii, poetae interchristianos veteres elegantisimi; Literatur; Alte Buecher; ID:28027
21 comentarios:
Amigo Antonio: muy interesantes noticias sobre escritores que yo, francamente, no conocía. En los epitafios que nos recuerdas hay de todo; me gustan los versos de Pacovio y la suma altivez del epitafio de Nelvio. Hablando de epitafios, cerca de la tumba de mis padres descansa Jardiel Poncela, muy admirado por mí, con la siguiente frase:"·Si queréís que alguien hable bien de vosotros, moríos". También es muy mordaz el de Groucho Mars :"Señora, perdone que no me levante" En fin, hoy día creo que ya no existen muchos epitafios creativos. Estamos viviendo tiempos demasiado tensos. Gracias por tu información y un fuerte abrazo.
Amigo Antonio, despidamos pues a los insignes latinos con epitafios sensibles, Pacuvio, Plauto y Nevio, !salve! hasta los insensibles dioses les lloraron y las Musas afligidas cantaron y danzaron en su memoria.
!Adios a ellos! Bienvenido tú, hombre de letras, que te encontraba a faltar por estos Lares, los tuyos. Bsito cariñoso, es un placer estos aromas clásicos que siempre nos traes para deleite.
Estimado maestro, evidentemente ninguno de los tres necesitaba abuela. Detesto la falsa modestia, pero vaya, por muy erudito que sea uno, por muy destacado en la ciencia o arte que practique, dejar escrito su propio epitafio en tales términos poco menos que merece el calificativo de engreido.
Aunque uno, o una, sea bueno, el reconocimiento de tal bondad viene del mundo. Opino.
El epitafio de Nevio me ha recordado a una frase que dedica Joaquín Sabina a Violeta Parra, en su canción Violetas para Violeta:
"Desde que se fue Violeta
enlutando la poesía,
se ensañan con los poetas
las faltas de ortografía".
Preciosa frase para un epitafio.
Reciba un cordial saludo y un abrazo, don Antonio.
Añado un epitafio genial que existe, no me acuerdo en que campo santo:
!HASTA LUEGO!
No quiero ser agorera.
El que cita Fernado en segundo de Groucho Marx, lo conocía, mordaz hasta la tumba. Más besitos.
Fernando, siento desmitificar al mito, pero en la tumba de Groucho no existe tal epitafio, es una leyenda urbana como tantas otras. En una sección de frases y epitafios célebres que encontré un día navegando por google venía desmentido, al igual que otra que se ubicaba en la tumba de Cela: ¡Coño, qué putada! y no, Cela dijo en una ocasión que su epitafio sería: «Aquí yacen los restos mortales de un hombre que pasó por este valle de lágrimas tratando de molestar al prójimo lo menos posible».
Al final lo dejó en un simple: Quien resiste, gana.
Amiga El Patio,
Es ideal esa vida que lleva Vd., sin beber, sin tabaco, e invirtiendo el dinero en la compra de libros. A mí me pasa un poco lo mismo: a mí me gusta tener los libros físicamente, para poder acariciarlos, subrayarlos, y todo eso. A los libros, según pienso, hay que tratarlos como a las mujeres, con mucho cariño, y con buen acopio de caricias. Odio los libros electrónicos. No es lo mismo. Los libros electrónicos sólo se consultan, no se leen.
En relación al comentario que hace en mi espacio sobre los epitafios altaneros, me sospecho que Vd., dada su juventud, todavía tiene abuela. A mí los epitafios no me suenan tan mal: los que no tenemos la suerte de tener abuela, tenemos que ser nuestra propia abuela, porque, si no nos valoramos nosotros, ¿quién nos va a valorar?
Reciba todos mis respetos, una vez más, y un cordial saludo,
Antonio
Amiga Natàlia,
Gracias por tus benévolas palabras. A mí los epitafios la verdad es que no me gustan, ninguno. Yo querría que el mío no se escribiera nunca. Es una simple cuestión de Supervivencia. Pienso que el mejor epitafio es el que no se escribe, porque no existe la necesidad. A mi tampoco me gusta ir a los entierros, pero lo que de verdad quiero es que nadie tenga que ir al mío, simplemente porque no haya tal necesidad.
Un abrazo,
Antonio
Amigo Fernando,
Si es verdad que uno tiene que morirse para que hablen bien de uno, yo prefiero que sigan hablando mal de mí. Esto mismo ya lo advertía Marcial en uno de sus epigramas. Yo creo que la vida es superior a todo, incluso si no hablan bien de uno.
Un abrazo,
Antonio
D. Antonio, es un placer volver a la adolescencia a través de sus escritos latinos. Quería me aclarase si el adverbio "vale" que usted traduce como adiós, pudiera tener otro significado. Es que en una de las pocas frases que aún conservo en la memoria está esta.."Si vales bene est ego valeo", que se usaba en la correspondencia y que se traducía como algo así.."si estás bien, me alegro, yo estoy bien".
Venía siendo como aquella letanía que se escribía en la post-guerra--"me alegro que estés bien de salud, quedando la mía bien, gracias.."
Al enviarme la factura, le ruego descuente el 5% pertinente, según las nuevas directrices gubernamentales..
Saludos cordiales..
Pues qué quiere que le diga, amigo Antonio, a mí me cuesta creer que personajes tan relevantes e instruidos, con tanto talento, disfrutando de su fama en vida y conscientes, se podría decir, de que probablemente iban a tener un hueco en la posteridad, digo que me extraña que cayeran en la debilidad y en el ejercicio de mal gusto de auto alabarse, nada menos que en su epitafio. ¿Qué necesidad tenían?, ¿acaso no ha sido este, el de alabarse, un defecto rechazado por el común de los mortales desde siempre? ¿Esto último no es publico y notorio? ¿Por qué deslucir sus propios méritos al alabarse ellos mismos cuando ya habían obtenido que otros los alabaran? ¿No será que personas de su entorno con capacidad de decisión determinaron cuál tenía que ser el contenido de esos epitafios, al igual, verbigracia, que en los tiempos modernos hemos visto, en más de una ocasión, que se contravienen los últimos deseos de un personaje público cuando solicita unas exequias sin gran aparato y se le saca en un gran desfile con carrozas y en honor de multitudes?
A menudo nos llegan noticias erróneas del pasado, bulos e imposturas, que determinados intereses o tradiciones fraudulentas se encargan de propalar: acuérdese de lo que usted mismo comentaba no hace tanto acerca de Safo de Lesbos.
Yo prefiero pensar que no fueron ellos los autores de tal desatino, sino que fueron gentes que llevadas de su mucho amor o admiración o al compás de las trompetas de la fama escribieron tales palabras.
Mención aparte me merecen los versos de Pacuvio que, sin lugar a dudas, son los que más me han gustado. En mi opinión expresan una angustia existencial o un ansia de pervivir: se dirigen a quien pase por allí, pero no a cualquiera, se dirigen a una persona joven como diciendo: "Tú que eres joven, yo un día también lo fui y mira dónde estoy ahora. Sabe que aquí descansan mis últimos restos; no olvides quién he sido para que perviva mientras tanto mi memoria". Me parece un epitafio válido para cualquier persona: hombre, mujer, niño o anciano. válido para cualquiera con esa misma angustia existencial: "mírame, yo soy (fui) fulano o mengana, aquí descanso, es lo único que quería decirte... Adiós.
Mi querido Antonio:
Me ha encantado conocer esta obra de Aulo Gelio donde tantas curiosidades anidan sobre nuestros predecesores en el tiempo, sobre grandes hombres, sobre el saber antiguo, y también sobre otras cuestiones mundanas, que nos hacen entender el pasado como nuestro presente.
Precisamente siempre he defendido que este blog tuyo es un prodigio de amor por la Literatura, las Letras, el mundo clásico, los autores no son páginas muertas o aburridas traduciones de retóricos engolados. No, no es así, el mundo clásico es este espacio tuyo supone un lugar donde los grandes autores aman, odian, muestran sus ilusiones, sus penas, sus debilidades, sus flaquezas, sus virtudes, su grandeza humana. Pues ante todo eran hombres.
Nevio, Plauto y Pacuvio, como hombres de Letras, escritores, dramaturgos, artistas en definitiva, seguramente padecían una pequeña debilidad muy extendida entre los creadores: la vanidad.
Desde mi punto de vista supone ella un mal menor, humano, comprensible y a mí personalmente me produce incluso una cierta ternura.
Fundamentalmente Nevio y Plauto, pues Pacuvio parece estar hablando con nosotros como un amigo, tendernos su mano y preguntarnos: "¿Qué será de mí cuando haya muerto? Así de actual se lee este epitafio.
Por su parte Nevio y Plauto, parecen pecar de inmodestia, pero ¿es que el Genio no puede manifestar su genio? Haganlo y sigan haciéndolo, pues su vulnerabilidad los hace más vivos, más humanos, más cercanos. Ah, cuán orgullosos se debían sentir viendo sobre las tablas a las Máscaras que representaban a los personajes que ellos habían creado. Y cuán temerosos al mismo tiempo, como me los imagino disimulando sus miedos, pero atormentados ante la posibilidad del fracaso, de no recibir los aplausos que tanto necesitaban, sintiendo el miedo a la reacción de los espectadores y de la opinión pública.
Qué cercanos se sienten todos ellos.
En otro orden de cosas, también siento la tristeza de los epitafios, independientemente de su contenido, en ellos coincido contigo, Maestro.
Preciosa entrada llena de magia y ternura. Un beso gigante de tu admiradora Ἑλένη.
Amigo Antonio, "Las Noches Áticas" de Aulo Gelio, (del que yo no he leído nada, salvo algún fragmento, en fuentes secundarias) es uno de los libros más admirados por los escritores de primera, Bioy Casares escribió sobre él:"Es uno de los libros que estimulan nuestra inteligencia, nuestra imaginación o nuestras ganas de vivir".
La "fórmula literaria" de las "Las Noches Áticas", ha sido imitada infinitas veces desde entonces, porque son libros que se "leen muy bien".
Los epitafios que citas son una preciosidad, coincido en todo con elena clásica, pues una vez que ella ha "roturado", uno ya no puede salirse del surco.
Parece que ya desde la más remota Antigüedad el Lenguaje fúnebre, empezó a dotarse de retórica.
La palabra creo que es de origen griego y ya desde entonces tenían una función pública y literaria también. Aleccionaban sobre la vida o la muerte.
Es desde ese sentido, que los tres epitafios que presentas y que Elena ha resaltado correctamente, son "lecciones" para los vivos. Cada una de un tipo diferente, claro, que tu mismo ya destacas.
Y el tercero el de Pacuvio, al ser el más modoso, es el que nos parece menos altivo.
Como tus escritos estimulan la imaginación, amigo Antonio se me ha ocurrido de repente un epitafio (humorístico por supuesto):
Me he muerto antes que tú. Te he ganado. Cuando quieras te doy la revancha
Un saludo, querido amigo Antonio
Amigo Fernando,
Precioso es el homenaje que haces en tu espacio a la pintura que te inspiró a ti, a tu vez, los hermosos versos que nos regalas. Es una buena forma de inspirarse regocijarse en unas pinturas, con buena tertulia, al sabor de una taza de café.
En cuanto al comentario que haces de los epitafios en mi espacio, tengo que decirte que a mí particularmente el de Jardiel Poncela no me gusta: yo prefiero seguir viviendo, aunque sea sin alabanzas.
Cordialmente.
Antonio
Amigo y admirado Antonio: gracias por tu comentario. A mí tampoco me seduce el epitafio de Jardín Poncela, ya sabes que le gustó ser ocurrente. El epitafio es real, porque yo lo leí, no así el de Groucho Mars, que lo conocía de oídas.
Me gustaría mucho que leyeras mi poesía anterior "Los campesinoss felices" y me la comentes. Creo que algo debéis haber sabido de lo que escribo en tu familia hace ya lejanos tiempos. Un abrazo.
Amigo César,
Muy gustosamente contesto a su pregunta sobre el significado de Vale/uale, que se suele traducir por Adiós. Existe en Latín el verbo
ualeo-es-ere (Valeo-es-ere)
que significa: estar bien de salud.
Puede ello comprobarse porque en castellano mismo tenemos la palabra valiente, que tiene la misma etimología.
Si uales bene est, ego ualeo (mejor con uV que vV)
Si estás bien, bien está, yo estoy bien.
La fórmula de despedida Vale/uale es el singular del Imperativo de dicho verbo. En plural sería ualete/Valete, y la traducción literal es:
Que estés bien, cuídate (En Plural: que estéis bien, cuidaos).
Se suele traducir por Adios, porque es la fórmula más cercana, que en realidad es una abreviación de A Dios te (os) encomiendo.
Espero haber satisfecho tu curiosidad.
Te envío un abrazo,
Antonio
Hola Antonio:
En primer lugar agradecerte sinceramente que sigas mi blog y los comentarios que en ocasiones has dejado en él.
Felicitarte también por el tuyo, que descubrí a través de Soledad, y que me parece muy interesante.
Y unirme a esa sabia frase sobre los padres (cuando ellos se van perdemos la referencia del pasado), precisamente en este día de aniversario de la pérdida de los míos en un accidente. Ha sido emotivo leerte y compartir esa frase de la que estoy convencido: sólo el olvido mata.
Un abrazo grande y nos seguimos leyendo.
Manuel.
Considero que un epitafio es un último deseo ante la pena de muerte que todos debemos cumplir. Siendo este un último deseo bien está ser vanidoso, orgulloso, altivo, sarcástico, irónico o lo que el condenado desee. Hay una especie de chiste que dice que si un alfeñique se para al frente de un espejo en pose de superman mostrándo musculos que no tiene es un vanidoso, pero si el propio superman hace lo mismo frente al espejo entonces es orgulloso. Si alguien por ejemplo es reconocido por honorable e inteligente, ¿porqué debe ocultarlo humildemente? No sé en que periodo de la historia se hizo la costumbre de avergonzarse por las cualidades propias y avergonzar a los demás por tener cualidades y virtudes o por empezar a mostrarlas. Cierto es que el espíritu gregario desprecia al genio y al capaz y lo ridiculiza. Un mal que está siendo reconocido en escuelas, colegios, universidades, sitios de trabajo es el acoso hostil mediante la burla, el aislamiento y la agresión verbal y física que ha llevado ya a muchos hasta el suicidio.
Como última voluntad una lisonja a uno mismo es más que valedero.
Mis saludos amigo Antonio
D. Antonio, gracias por su profusa e ilustradora respuesta y pido disculpas por confundir un verbo con un adverbio.Influye la edad y la falta de costumbre.
A pesar de que llevo con orgullo que he disfrutado seis años de bachillerato antiguo y latín cada día de los seis, reconozco con verguenza que casi todo se ha borrado. Sólo quedan los cimientos.
Gracias sinceras.
Respeto la aportación del amigo Dilman, pero no puedo estar de acuerdo sin introducir alguna puntualización.
Conforme en que un epitafio puede considerarse un último deseo antes de morir, pero con una salvedad: no es un deseo del tipo "quiero fumarme un cigarrillo, cenar esto o lo otro, pasar la noche con una mujer (o con un hombre), elegir el árbol donde tengo que ser ahorcado (como en el chiste)", etc. Todo esto son deseos para llenar los últimos momentos de vida con algo que pueda ser agradable. El epitafio, sin embargo, cumple una función radicalmente distinta: pretende fijar en una frase algo por lo que podamos ser recordados sine die y que de algún modo llene el vacío de nuestra ausencia. Es algo que exponemos a la vista de personas que pueden vivir en un futuro indeterminado y que se van a llevar una impresión de nosotros mismos sin saber en muchos casos nada más de nuestra vida. No se trataría tanto de dejar una falsa imagen de humildad, por pura hipocresía, como de aparcar la vanidad y afrontar nuestro común destino dignamente.
La vanidad es algo que adquiere todo su sentido, cuando lo tiene, en nuestras relaciones sociales y humanas, pero que pierde su eficacia ostensiblemente en el momento supremo de la verdad. El individuo a solas frente a su propio destino no puede ser vanidoso: a sí mismo no puede engañarse, aunque aparentemente así lo crea o lo intente. Como probablemente todos saben la vanitas es un género de bodegón usado profusamente en el periodo barroco de la pintura que se caracteriza por representar multitud de objetos que simbolizan la vanidad humana: un juego de cartas, dinero, joyas, un bastón de mando, plumas, un espejo, armas, etc. y lo que da sentido y eficacia a la composición es el cráneo desnudo, la calavera siempre presente como símbolo de la muerte contraponiéndose a todas las vanidades.
Insisto en que un autor renombrado no tiene necesidad de fingir lo que sólo la posteridad podrá negarle o concederle: en sus obras está él mismo y por ellas será juzgado. Otra cosa es que le asista un genio satírico o cínico y quiera reafirmar su trayectoria con aquello, nunca mejor dicho, de "genio y figura hasta la sepultura". Se me ocurre el talante de un Cela o un Francisco Umbral por citar a dos célebres autores españoles recientemente desaparecidos.
En cuanto al chiste del alfeñique y Superman he de decir que como chiste está bien, pero confieso que en mi adolescencia yo he sido lector de Superman y jamás le vi alardeando de sus músculos, es más, creo que si en aquel entonces hubiera encontrado una historieta en la que apareciese haciendo tal cosa, inmediatamente y sin ningún genero de dudas, en mi ingenuidad, no lo hubiera tildado de orgulloso, en el mejor sentido de la palabra; me hubiera dicho: este no es Supermán, es un impostor, esto es cosa de Lex Luthor, seguro. Y probablemente me habría creado un trauma (usted, amigo Dilman sabrá de esto más que yo) si antes de terminar la historieta no se deshiciera el equívoco y regresara el Superman noble y de altos ideales, nada vanidoso, que todos conocíamos.
Saludos.
Me ha gustado mucho leer estos epitafios y coincido con uno de tus lectores en que quizá no fueron los propios difuntos sus autores. ¿No hubiera sido más propio de Plauto poner algun texto más jocoso? En cualquier caso, emplazaría a todos a decir qué epitafio se escribiría de sí mismo. Empiezo yo y, como estoy cansada pero de buen humor, por esto me inclino:
"Aquí te espero"
Un abrazo muy fuerte.
necesidad de comprobar:)
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