Antecedentes históricos: Ya los antiguos Galos, los de la Guerra de las Galias, utilizaban unas bracae, es decir, unas bragas, una pieza que sostenía lo que no puede ir, o no debe ir, colgando en un hombre. Eran los hombres quienes que las utilizaban. De las mujeres, como es lógico, en esa época se hablaba poco. Posteriormente la pieza binaria pasó a las mujeres, es decir, al especimen femenino. Las bragas es un plural que encubre un singular. Oséase, que utilizamos el plural (varios objetos) cuando en realidad nos referimos a una sola pieza. ¿Cómo podríamos partir unas bragas por dos y quedarnos con una sola? Es una misión imposible. Entonces estamos ante un plural ficticio, pues es un conjunto único.
Lo más importante de unas bragas no es lo que dejan ver, sino lo que hacen imaginar. Es la imaginación la que hace que las bragas sean una pieza de alto valor erótico. Claro, las bragas se pueden poner y, lógicamente, también se pueden quitar. ¿Se puede ir por la vida sin bragas? Es un poco peligroso, pues las zonas más sensibles de la mujer estarían expuestas a múltiples agresiones: mosquitos, polvo aéreo, humedades imprecisas, etc. Lo normal es que una mujer vaya con las bragas puestas; y, puestas significa bien puestas. Quiere ello decir que una no se puede poner las bragas en las tetas, por ejemplo. Ello sin tener en cuenta el hecho de que hay tetas que no necesitan, éstas sí, nada que las sostengan: se sostienen a sí mismas. Las bragas deben ponerse donde debe ser: entre muslo y muslo y rozando el llamado Monte de Venus, es decir, el monte erótico. Lo fundamental de unas bragas es que se adapten perfectamente al contorno que cubren: no deben dejar salir ni uno solo de los arbolitos que se difuminan por el triángulo sensible.
Las bragas deben ser serias: deben ser capaces de soportar una sonrisa (vertical, claro), sin inmutarse y sin moverse. Deben permanecer en su sitio. Lo más importante de unas bragas que se presten es que sean transparentes a la vista e inexistentes al tacto. Quiere ello decir que deben tener la cualidad de que, una vez tocadas, deben dejar que la sensibilidad las traspase como si no existiesen. Entonces las bragas son un elemento inexistente: daría lo mismo acariciar la zona con ellas puestas que con ellas quitadas.
Un factor de suma relevancia en unas bragas de categoría es que no se resistan al movimiento deslizante que las traslada hacia abajo, al intento de que cambien de residencia, a la realidad de que dejen de ser bragas para convertirse en un objeto que asimila el movimiento que recibe de una mano, por ejemplo, o de unos dedos artísticamente movidos.
Es fundamental que las bragas dejen de estar presentes en el momento adecuado. No se puede prescindir de ellas en cualquier momento. Hace falta toda una teoría de la seducción para saber cuándo unas bragas ya no son necesarias y son más bien un obstáculo, un estorbo. Para los que no tengan la necesaria práctica y la intuición correspondiente puede ser suficiente, en una primera etapa, distinguir el estado de humedad de unas bragas: unas bragas impregnadas de fluido húmedo, de humor salado, están pidiendo a gritos que se las traslade de lugar, que se las deslice por el muslo y, en los casos más urgentes, que se tiren al suelo.
Son éstas las ocurrencias que me vienen a la mente, cuando dejo que mi pensamiento se mueva libremente por los espacios de la imaginación.
14 comentarios:
Amigo Antonio,
Me presento: soy una mujer de mediana edad y complexión normal, con Estudios Universitarios. La gente me considera agraciada. Trabajo en el sector sanitario, con trabajo fijo. No tengo blog, pero sigo fielmente el suyo, porque me lo paso muy bien aprendiendo y sonriendo con lo que Vd. escribe. Es éste un blog en el que hay de todo y en el que los temas más controvertidos se tratan con la máxima seriedad, siempre con un toque de ironía y buen humor.
A pesar de que lo leo siempre, nunca hasta hoy me había decidido a hacer un comentario. Por fin, aquí lo tiene.
Me encantan esas historias mitológicas que Vd. nos presenta y esos textos de Latín y Griego a los que jamás hicieron referencia mis profesores de Clásicas. Seguro que es Vd. un profesor de lo más divertido. También me gustan esos relatos con toques de fino erotismo que nos regala de vez en cuando.
No me imaginaba yo que unas bragas diesen para tanto, para palabras tan bien puestas y detalles que se nos escapan muchas veces a las propias mujeres. Siga Vd. por ese camino. A ver si algún día nos habla también de los Sujetadores, esos que cada vez se utilizan menos y que, en mi caso, no suelo utilizar, simplemente porque no los necesito, porque mis senos se sostienen solos y, además, “miran y apuntan de frente”.
Reciba mi felicitación y mi enhorabuena por esos textos tan atractivos que nos regala.
Afectivamente le saluda,
Cándida del Río
Amiga Cándida del Río,
Es todo un placer verte por este espacio, leyendo lo que buenamente escribo. Como todo el mundo, cada uno habla de lo que sabe y, sobre todo, de lo que le gusta. Si además consigo atraer el interés de personas sensibles a la Cultura y la Ironía, pues ya no puedo pedir más. Espero seguir viéndote por aquí y, por supuesto, te agradezco los halagos que haces a este espacio.
Como puedes suponer, mi esfuerzo va encaminado a que la gente que me visita pase un rato agradable.
Te envío un afectuoso saludo,
Antonio
Querido amigo Antonio, (corroboro) en tu espacio se pasan unos ratos muy agradables y uno sale con más cosas que las que entró. (No se malinterprete y se piense que la que entre con bragas, vaya a salir, además, con leotardos).
Las bragas desde nuestra más tierna infancia han inflamado la imginación y como algunas de las cosas buenas de la vida, si "los vistazos" son imprevistos, mejor que mejor.
De la época que yo hablo, las bragas eran todas blancas y algunas con caladitos. Creo recordar que cumplían bien los "cometidos" que les atribuyes, hablando eso si, siempre, desde la experiencia de la impresión visual.
Las bragas tienen también una particularidad: "brillan por su ausencia". Si debajo de unas faldas se percibe la piel luminosa o alguna sombra característica, se exclama: ¡no lleva bragas!
Un saludo, amigo Antonio
Amigo Ar Lor,
Tu comentario es, como siempre, una joya. Lo normal, creo yo, al igual que tú, según pienso, es que la que entre con bragas, no salga con leotardos, sino sin bragas, o con las bragas por el suelo.
Como bien dices, no es lo mismo tener enfrente, en el metro o el autobús, a una fémina con bragas que sin bragas. Claro, la perspectiva es diferente. Si va sin bragas, hay que forzar menos la imaginación, y es como más estético y natural.
Y ahora una aclaración: que sepas que lo que escribí está más documentado en mis lecturas y en mi imaginación que en la práctica de cualquier actividad que puedas imaginarte.
Como bien sabes, no me gusta a mí atribuirme aires de grandeza en ningún sentido. Como todo el mundo, yo “me como” lo que me permiten..
Te envío un abrazo y un afectuoso saludo,
Antonio
Amigo Antonio hoy en la tarde de aquí tendré ya corregido un comentario para esta ontológica edición tan interesante.
Saludos!!!
WOW!!! ENHORABUENA!!! EXCELENTE TU BLOG, GENIAL ESTA ENTRADA!!! DE VERDAD TE FELICITO, ME GUSTA EL CONCEPTO QUE LE IMPRIMES A CADA DETALLE Y TE INVITO A QUE TE PASES POR MI NOSTÁLGICO, OSCURO, TRISTE Y DEPRESIVO BLOG DE INVIERNO PARA QUE ME DES TUS MAS SINCERAS IMPRESIONES AL RESPECTO. DESDE HOY TE SIGO. TE ESPERO POR EL MIO...
www.juancarlosmcdonald.blogspot.com
Don Antonio, eche usted un vistazo a la fotografía de Helmut Newton, le gustará.
Las bragas, cuando dan de sí, se convierten en una prenda incomodísima. Igualmente lo es cuando no se acierta con la talla.
Verá, llevamos siglos poniéndonos y quitándonos las bragas, unas veces por modas, usos o costumbres, y otras porque no había ni para comprarlas. No obstante, se lleven o no, parece que el único fin sea quitárnoslas o que nos las quiten. Sucede lo mismo con el sujetador (que según un artículo de El Mundo, sólo se le atribuye una existencia de un par de siglos como tal prenda. Finales del siglo XIX, concretamente). Me disgustan las tendencias en función de los hombres o de alguna mente caprichosa. Ora se nos encorseta para disimular nuestros pechos y que no se emocionen los señores, ora dejamos de usar corset porque el acero de sus varillas se precisa para construir aviones, ora nos los ponen como a Afradita A, como un par de torpedos firmes y de punta como en los años cincuenta y sesenta, ora las flower power se los quitan como protesta, reivindicando libertad sexual... Y nada, que tan pronto nos las tapamos, como las enseñamos, como las subimos a la garganta o las dejamos caer hasta ombligo. Ni el coño de la tía Bernarda, mire usted, ya que entre pubis andamos. Pero las prendas, tanto bragas como sostenes, siempre están ahí, cobrando su protagonismo.
Últimamente, personajes como Madonna o Lady Gagá (que de lady tiene poco), las ponen de moda como prendas que no tiene por qué cubrirse ni ocultarse.
Pero yo soy una mujer chapada a la antigua, don Antonio, y cuando veo a esas señoritas millonarias bajarse de sus coches millonarios con el estilo propio de una señora de la calle Montera, con el escote de sus vestidos dejando ver todo el sujetador, o enseñando sus pubis rasurados o al estilo ingles brasileñas, me da un asquillo y un repelús. Porque a mi manera de ver, la braga, además de una prenda erótica, con su estética etc, etc, es una prenda higiénica. En fin, nuestra naturaleza ha hecho que ciertas partes de nuestro cuerpo emanen fluidos durante todo un ciclo hormonal, de diferente consistencia, color y olor. Vamos, que no me inviten a sentarme en el cuero de ese asiento millonario tras haber paseado su coño desprovisto de braguitas una señorita de éstas, porque vive Dios que antes voy andando, aunque sea a la China. Y no digo nada cuando ponen sus posaderas en un asiento público... me parece de una mala educación y de una asquerosidad. Pero ya digo, es que yo soy un poco chapada a la antigua.
En cuanto al sostén opino igual, no hay vulgaridad mayor que una prenda íntima vaya asomando sin estilo ninguno. Eso convierte el vestido más caro y elegante en prenda de mercadillo. Sin embargo soy muy amiga de las transparencias y de ese juego erótico del dejar ver sin que se vea nada. Y por supuesto pongo el mismo celo a la hora de elegir las prendas íntimas como cualquier vestido, camisa o pantalón. Ese interior nunca hay que descuidarlo. Y opino que toda mujer que se precie debe llevar sus bragas bien puestas y controladas en todo momento, y sólo su voluntad es la que decide cuándo, cómo, dónde y quién se las quita.
Reciba usted un cordial saludo.
Amiga El Patio,
Ya comentaré su sabroso, inteligente y sensato comentario en mi blog. Por ahora, le digo que ya he instalado en mi escrito una estupenda fotografía de Helmut Newton. Son Preciosas. Me las miraré con más calma mañana.
Es Vd. fantástica
Un abrazo y Buenas noches.
Don Antonio
En una charla que dio un psicólogo sexólogo tocó una anécdota de su vida de estudiante en un seminario: Quien dirigía el seminario hizo la pregunta sobre cuántas veces era lo máximo que una persona se podía masturbar por día, a lo cual cada estudiante respondía, uno dijo que 7 otro que 4 otro que 1, en fin las cifras variaron desde 12 a 1 dentro del grupo donde también había mujeres. El profesor les pide que hagan un breve escrito al respecto. Al final el profesor no toma en cuenta ningún artículo y simplemente dice que las personas se pueden masturbar todas las veces que les venga en gana, eso depende de cada persona y no hay una regla de mínimos ni de máximos.
Refiero esta anécdota porque las bragas desempeñan un papel de acuerdo al volumen libidinal de cada persona cuando de juego erótico se trata. Habrá quienes le confieren mucha importancia, habrá quienes serán indiferentes.
Una persona impotente o frígida no tendrá el manejo simbólico de una braga igual a una ninfómana o un sátiro. Se puede citar también el contraste entre una pareja en luna de miel y una que ya lleva más de 20 años de unión, las intensidades varían de acuerdo a cantidades de factores.
En este comentario descarto su uso cotidiano o casual, que no va más allá de usarlas como prendas de vestir tal como se usaría un sombrero, unos zapatos o un pantalón.
Le confiero a este prenda una máxima importancia en el código erótico que pueda tener una pareja de amantes al punto que se convierte en un arte el ponérsela delante de su enamorado. Pero no me detendré en este paso y sí en el de quitársela que puede ser por parte igualmente de la dama o ayudada por el caballero o dejar esta tarea en manos del amante, lo que se constituye en otro arte. Arte que teniendo en cuenta textura, material, diseño, perfume, costo, intensidad de luz u oscuridad y temperatura incidirá en el tiempo y fuerza del despojo. Por ejemplo las prendas de algodón se prestan para una liberación rápida y explosiva como el rasgado, no así las piezas de licra que son más resistentes ni las de seda y encaje que son muy costosas. Si la prenda tiene botones, cierres, cintas, cordones o aberturas estratégicas entonces el tiempo puede de ir desde el rítmico y sincopado hasta el lento lentísimo donde labios y dientes serán de ayuda indispensable y necesaria para llegar a un espléndido finale.
Naturalmente que la prenda centro del debate puede trascender su función de estar puesta y su ausencia será motivo de afirmar la pasión en momentos inesperados como cuando la dama pase a recoger a cualquier sitio al caballero como puede ser al aeropuerto y en la ida a casa el enamorado empiece a subir la mano por el muslo de la dama y entonces se encuentre la sorpresa, también en un cine o en un restaurante cuando debajo de los manteles el pie inquieto busque entre las piernas y todo esté al descubierto.
Este juego de la ausencia de la prenda puede seguir así la amada no esté presente, por ejemplo en la oficina o en el lugar de trabajo las bragas pueden descansar en el bolsillo del pantalón o del saco mientras la dueña está a kilómetros de allí.
Las variables son múltiples mientras el amor esté encendido las bragas pueden jugar como un enlace y código más que divertido.
Saludos Maestro!!!
Querido antonio, me haces sonreir cuando escribes, al final de tu excelente post, eso de "cuando dejo que mi pensamiento se mueva libremente por los espacios de la imaginación". ¡Ay, querido, creo que ahí nos mientes! Tu detallada exposición me hace suponer - y creo que todos tus lectores coincidirán conmigo - en que tus conocimientos no navegan por la imaginación sino que más bien proceden de tu experiencia. Y que has reflexionado sobre el tema, eso se ve enseguida. En fin, que la praxis aquí ha superado la teoría, creo yo...
Has hecho muy bien en rescatar esos papeles, y espero que rescates muchos más.
Un abrazo muy fuerte, querido amigo.
Amiga Señora Doña El Patio,
Llevo varios días pensando qué tono darle a su sabroso y bien estructurado comentario y había optado en principio por entrecomillar algunas frases suyas y comentarlas, pero, tengo que confesarlo, me ha sido imposible, porque su texto entero no tiene desperdicio: está todo él más que repleto de ironía, de sentido común, de conocimientos prácticos, y también de algunos detalles que, como Vd. puede comprender, se nos escapan a los que somos del género masculino.
Admiro sobremanera su forma tan natural y tan práctica de escribir. De verdad que uno se lo pasa divinamente bien cuando lee lo que Vd. escribe, al tiempo que enriquece sus conocimientos sobre el tema tratado.
¡Coño! Tiene Vd. una gracia y una agilidad a la hora de escribir que queda uno empequeñecido y como acomplejado al leerla.
Como Vd. ya lo ha dicho todo sobre esas dos prendas tan íntimas y tan importantes, me limitaré a comentarle que me ha hecho mucha gracia que mencione Vd. la Calle Montera. No sabía yo que la fama que tiene esa calle de que por allí se alojan las putas, como en un hormiguero, llegase tan lejos.
Imagínese Vd. que me ha hecho retroceder unos cuantos decenios en mis recuerdos personales. En efecto, cuando yo hice mis Oposiciones de Latín, en Madrid por supuesto, me alojé durante un mes en una Pensión de la Calle Montera. Imagínese Vd. lo que yo veía cuando salía de aquel antro para ir a hacer mis ejercicios de Latín. ¡Menudos personajes me encontraba en la misma puerta! No obstante, quiero dejar bien claro que mis ocupaciones y mi propia ética, además de mis costumbres, hicieron que jamás me rozase lo más mínimo con ninguna de aquellas inquilinas, porque, como Vd. puede suponer, en la Calle Montera, además de las susodichas rameras, también se encuentra gente normal.
Vaya por delante desde aquí mi más alto respeto para todas las mujeres, incluidas las asiduas de la Calle Montera.
Reciba Vd., Señora El Patio un afectuoso abrazo, exento de cualquier pensamiento improcedente o indecente.
Don Antonio
Amigo Dilman,
Tu comentario no tiene desperdicio: lo analizas todo, tanto desde el punto de vista formal, la forma cómo actúan sobre nosotros esas prendas íntimas, como desde el punto de vista material, es decir, la contextura, materiales y formas que adoptan tales prendas. No podía faltar el punto de vista de la influencia y percepción erótica de tales joyas del ajuar femenino.
Distinguía, creo yo que era Aristóteles (tú, que eres el que sabes de esto, me corregirás, si me equivoco), la conformación de lo existente en materia y forma. Eso es lo que has hecho tú al comentar la esencia y función de las bracae: nos expones con todo un lujo de detalles las formas y las diferentes funciones, sin olvidarte de la interpretación psicológica, la que nos remitiría a aquello que decía Protágoras de que El hombre es la medida de todas las cosas.
Claro, y lo dejas más que claro y diáfano, unas bragas>/em> pueden tener infinitas formas e infinitas significaciones, dependiendo de la mirada y la intención con la que se perciben, o se tocan.
Como siempre, amigo Dilman, queda bien confirmado que tú eres capaz de explicarnos la Ontología y también la Metafísica de lo que quieras.
Te lo he dicho ya más de una vez: pareces un Presocrático, un auténtico Filósofo, deambulando por las calles de Atenas y hablando con todo el que tenga oídos y ganas de escucharte, y de aprender lo que es la auténtica Sabiduría.
Te envío mi admiración, y un gran abrazo,
Antonio
Amiga Isabel,
Contesto a tu agudo y perspicaz comentario de la forma que creo más conveniente.
A comienzos del siglo XX, Kart Jaspers publicó un libro, Nietzsche, Introducción a la comprensión de su filosofar [Traducido en Editorial Sudamericana]. Es uno de los mejores libros que he leído en mi vida. En él se dice (cito de memoria): El valor de lo producido nada tiene que ver con la forma cómo se ha producido, y el hecho de que un orador haya tenido que beberse una botella de vino para hacer un buen discurso no le quita valor alguno al discurso.
Pues lo mismo con el texto que yo he publicado. Te puedo asegurar que lo escribí yo hace ya algunos años y, efectivamente, es producto de mis limitados conocimientos. Lo que hay, o pueda haber, detrás o como origen del texto, debe quedar dentro de lo inaccesible para cualquier persona que no sea yo. Es preferible así, porque de esta forma, el texto se analiza y se lee con mayor objetividad.
De todas firmas, como ya te dije en un comentario a tu blog, puedes estar segura de que tienes un olfato muy fino y una sensibilidad que puede ser la admiración de cualquiera.
A estas alturas, ya hay en mi espacio otro texto, para el que vale también lo que he escrito aquí.
Te agradezco sinceramente el enorme interés que pones en lo que yo escribo y te digo que, como bien sabes, también leo yo con las gafas bien limpias todo lo que tú publicas.
Es un enorme placer contar con lectoras como tú.
Te envío un gran abrazo,
Antonio
Gracias por esta respuesta tan amable y tan en tu línea de afecto y discreción. Voy a leer su nueva entrada. Besos.
Publicar un comentario