Eurídice, la amada de Orfeo, el gran cantor de la Mitología, había sido picada por una serpiente venenosa. Fue directamente a parar al mundo subterráneo, el mundo de las sombras y los espectros, al Infierno. Orfeo, que la amaba profundamente, se dirigió allí a buscarla, a devolverla a la Tierra desde el reino de Hades. Tuvo que adormecer con su canto al perro de tres cabezas, al Can Cerbero. Hades le impuso una condición: que volviesen los dos a la Tierra, yendo delante Orfeo y Eurídice detrás, sin que Orfeo pudiese ni verla ni mirarla hasta que hubiesen salido del mundo subterráneo. Orfeo no cumplió con la condición impuesta: impulsado por su amor a Eurídice, volvió el rostro hacia atrás para contemplar a Eurídice. Entonces recibió el castigo correspondiente: Eurídice tuvo que volver, ahora ya definitivamente, al mundo subterráneo, y Orfeo siguió su camino hacia la Tierra, triste como nunca, porque había perdido definitivamente a su amada Eurídice.
Triste y muy triste entonces, se retiró Orfeo a un monte que estaba continuamente golpeado por los vientos. Allí Orfeo, alejado de todo amor femenino, por fidelidad a Eurídice o por la tristeza de haberla perdido, aunque fueron muchas las que lo pretendieron, entonaba su canto, canto que escuchaban todos los seres que por allí había: los árboles, las fieras, los pájaros. Todos estaban atentos al canto de Orfeo, que, al mismo tiempo, hacía vibrar las cuerdas de su lira. Era todo un tropel de pájaros, fieras, árboles y demás seres animados, quienes escuchaban su dulce canto. Orfeo seguía su canto. Hacía ya mucho tiempo que estaba cantando las historias y las transformaciones de seres mágicos.
Sigue Orfeo, es decir, Ovidio, en LAS METAMORFOSIS (X, 300-336):
Voy a cantar algo espantoso; alejaos de aquí, hijas, alejaos, padres, o, si mi canción resulta placentera a vuestros corazones, no me deis crédito en esta sección y no admitáis que se trate de algo que haya ocurrido, o, si lo admitís, admitid también como ocurrido el castigo que le siguió. Aún así, si la Naturaleza permite que se produzca una fechoría como ésta, yo felicito a los pueblos del Ísmaro y a nuestro mundo [Es decir, a Tracia, de donde es y donde se encuentra Orfeo], yo felicito a esta tierra por estar lejos de aquellas regiones que dieron origen a tan enorme iniquidad. Por más que sea rica en amomo la tierra de Panquea [Isla fabulosa, en el Océano Índico, no lejos de Arabia, donde se producían los exquisitos perfumes de Oriente], por más que produzca su canela y su costo y el incienso que sudan sus maderas y otras criaturas florales, en tanto que, además, produzca la mirra, habrá que decirlo: no merecía la pena que surgiera un árbol nuevo a tanta costa. El mismo Cupido [Eros] niega que fueran sus dardos, los que te perdieron, Mirra, y exculpa de este atentado a sus antorchas; fue una de las tres hermanas [Es decir, las Euménides griegas, las Furias romanas, cuyos cabellos eran serpientes y siempre auguraban algo siniestro] la que sopló sobre ti con su hachón de la Estige [El mundo subterráneo, el Infierno, el reino de Hades] y con sus hinchadas víboras: es un crimen odiar a un padre, pero este amor es un crimen mayor que el odio. Te desean príncipes escogidos de todas partes, y a competir por tu tálamo viene la juventud de todo el Oriente; de entre ellos elige tú, Mirra, un marido, siempre que ese uno no se encuentre entre todos ellos. Ella, desde luego, se da cuenta de todo y trata de luchar contra la torpe pasión y se dice: ”¿A dónde me lleva mi inclinación? ¿Qué voy a hacer? Dioses, os lo suplico, y también vosotros, Piedad y sagrados derechos de los padres, impedid esta monstruosidad y oponeos a mi crimen, si es que, por otra parte, se trata de un crimen. Verdaderamente no se dice que la piedad condene esta clase de amor: los demás animales se unen sin ninguna discriminación, y no se tiene por vergonzoso para una vaca que soporte la carga de su padre sobre sus lomos, la hija de un caballo se convierte en su esposa, el macho cubre a las hembras que él mismo ha procreado, y la pájara concibe del mismo por cuyo semen ha sido concebida. ¡Felices seres los que tienen permitidas tales cosas! Los prejuicios humanos han promulgado leyes odiosas, y lo que la naturaleza permite lo prohíben normas hostiles. Sin embargo, se habla de pueblos en los cuales la madre se casa con su hijo y la hija con su padre, para que aumente la piedad con un amor duplicado. ¡Ay desdichada de mí, porque no he tenido la suerte de nacer allí y me veo contrariada por el azar de mi ubicación! ¿Para qué doy vueltas en torno a todo esto? ¡Apartaos de mí, esperanzas prohibidas!". (Traducción de Antonio Ruiz de Elvira).
300
Dira canam; procul hinc natae, procul este parente
aut, mea si uestras mulcebunt carmina mentes,
desit in hac mihi parte fides, nec credite factum,
uel, si credetis, facti quoque credite poenam.
Si tamen admissum sinit hoc natura uideri,
305
[gentibus Ismariis et nostro gratulor orbi,]
gratulor huic terrae, quod abest regionibus illis,
quae tantum genuere nefas: sit diues amomo
cinnamaque costumque suum sudataque ligno
tura ferat floresque alios Panchaia tellus,
310
dum ferat et murram: tanti noua non fuit arbor.
Ipse negat nocuisse tibi sua tela Cupido,
Myrrha, facesque suas a crimine uindicat isto;
stipite te Stygio tumidisque adflauit echidnis
e tribus una soror: scelus est odisse parentem,
315
hic amor est odio maius scelus. – undique lecti
te cupiunt proceres, totoque oriente iuuenta
ad thalami certamen adest: ex omnibus unum
elige, Myrrha, uirum, dum ne sit in omnibus unus.
Illa quidem sentit foedoque repugnat amori
320
et secum "quo mente feror? quid molior?" inquit
"di, precor, et pietas sacrataque iura parentum,
hoc prohibete nefas scelerique resistite nostro,
si tamen hoc scelus est. sed enim damnare negatur
hanc Uenerem pietas: coeunt animalia nullo
325
cetera dilectu, nec habetur turpe iuuencae
ferre patrem tergo, fit equo sua filia coniunx,
quasque creauit init pecudes caper, ipsaque, cuius
semine concepta est, ex illo concipit ales.
Felices, quibus ista licent! humana malignas
330
cura dedit leges, et quod natura remittit,
inuida iura negant. gentes tamen esse feruntur,
in quibus et nato genetrix et nata parenti
iungitur, et pietas geminato crescit amore.
Me miseram, quod non nasci mihi contigit illic,
335
fortunaque loci laedor! – quid in ista reuoluor?
spes interdictae, discedite!
12 comentarios:
Te saludo amigo virtual, interesante blog el tuyo.
No pude verlo todo, ni en profundidad, pero destaco su armonía y propuesta.
Abrazo,
SB
Antonio,
1) Voy siguiendo tus instrucciones: “Para preparar lo de las Cuatro Estaciones, te aconsejo que escuches primero LAS ESTACIONES de Haydn.” Las escucharé.
2) Gracias por tu explicación sobre “Las Idus”, no sé si recordarás que yo también decía “Los Idus”, después de leer tu explicación no cabe duda de que lo correcto son “Las Idus”.
3) Gracias por la explicación sobre la acentuación en griego y en latín.
4) Gracias también por seguir con el tema de la mirra.
Acudir a tu blog se ha vuelto una costumbre y te aseguro que estoy aprendiendo muchísimas cosas.
Besos y gracias.
Esto de la bitácora o blog bien podría llamarse bitágora o blogágora, aludiendo al lugar donde acudían los interesados a conversar o discutir sobre diversos temas en la antigua Grecia. Por el momento sigo tu exposición en silencio.
Un gran saludo Maestro!
SB,
Yo también te saludo, joven estudiante, y te animo a que me visites de cuando en cuando. Alguna cosa aprenderás. Ahora me voy a tu espacio y ya te comentaré.
Un abrazo,
Antonio
winsta,
Gracias por tu fidelidad en seguir el Blog. Supongo que "eres fiel en todo y siempre".
Veamos:
1) La música de Haydn no te va a defraudar;
2) Casi todo el mundo trata "Idus"
como masculino. Espero que, a partir de ahora, las cosas cambien;
3)Siempre es bueno añadir algún conocimiento nuevo a lo que una ya sabe;
4) Sigo y seguiré con la Mirra.
Te anticipo que, para poder seguir adecuadamente el relato, además de la mirra, necesitarás:
- Un león o un jabalí, da igual
- Algún individuo, algo entrado en años, que esté bastante ebrio
- Una flor de anémona
- Un bosque con las correspondientes fieras
- Un jovencito que sea bien guapo, pero guapo de verdad
- Alguien que sepa atender a una parturienta,
Supongo que se me habrá olvidado algo, pero, si quieres obtener un 10, ya lo sabes.
En caso contrario, tendrás que conformarte con menos nota.
Una aclaración: la mirra puede ser en perfume o en rama.
Hoy te envío 10 besos y 10 abrazos, creo que es lo mínimo que puedo hacer por ti.
Antonio
Dilman,
Tú eres un genio caribeño. Me gustan tus comentarios y disfruto leyèndolos. Eres como un cazador que apunta bien y siempre acierta.
Me encanta lo de "bitágora", "blogágora", además de "bitácora". A partir de ahora, comenzaré a utilizarlos. Yo tengo otros también:
"locus amoenus" (Éste sólo para el de Soledad Sánchez M.)
"rinconcito"
"rincón"
"espacio" y
"madriguera".
(El de "madriguera" es de Magah y yo se lo he hurtado).
Supongo que habrás entrado ya en su madriguera).
Un cordial saludo y un abrazo,
Antonio
Siento irrumpir en esta historia tan bella sobre la mirra, pero en fin, es para enviarte lo que me habías pedido de Plutarco. Voy a tratar de mandartelo a través de tu correo electrónico, así creo que puede resultar mejor ¿no crees? Si no saliera bien, volvería aquí a ponertelo en un comentario.
Una de las cosas que más me gusta de la historia de Orfeo es que el curioso es él y no una mujer, como suelen contarnos en otras historias... Besotes, maestro.
Isabel Romana,
A mí me encanta y me enorgullece que una persona tan preparada y con tantos conocimientos del mundo romano, como tú, entre aquí. Tus visitas serán siempre bienvenidas y este lugar saldrá enriquecido con tus deliciosos y exactos comentarios. Puedes estar segura de ello.
Cuando reciba lo de Plutarco ya te diré algo.
En cuanto a lo que dices de la curiosidad, pues es verdad: no había caído en ello. Y es que pasa lo de siempre; que las mujeres sois más inteligentes que los hombres y vuestra perspicacia llega mucho más lejos que la nuestra, la de los hombres. Eso lo he pensado siempre y lo sigo pensando.
Recibe un beso y un abrazo,
Antonio
PS.: Para que todo el que entre aquí se entere, dejo constancia de que el mejor Blog que conozco sobre temas romanos es el tuyo. Es todo un pozo de sabiduría y los comentarios que tú haces y la forma que tienes de exponer los hechos es exquisita. De verdad.
Léote y aprendo.
dintel,
Eso que escribes, aunque sea conciso y breve, es toda una lección. Todos aprendemos de todos (y de todas. Una vez me dijo un desconocido: Ten en cuenta, muchacho, una cosa, que de todas las personas que se crucen en tu vida, incluso del que tú consideres el más ignorante, tienes algo que aprender.
Y es verdad. Todos los seres humanos encierran tesoros que muchas veces desconocemos.
Un beso,
Antonio
Hola, Antonio:
Sigo prendada de esta hermosa historia. Comparto con Isabel mi apreciación de la curiosidad de Orfeo.
Sabes que siempre me gusta resaltar un fragmento. Hoy:
"Allí Orfeo, alejado de todo amor femenino, por fidelidad a Eurídice o por la tristeza de haberla perdido, aunque fueron muchas las que lo pretendieron, entonaba su canto, canto que escuchaban todos los seres que por allí había: los árboles, las fieras, los pájaros"
Me parece bellísimo, simplemente.
Te agradezco enormemente el "paseo" que te diste por mi blog, Antonio. Es la mejor forma de conocer a una persona en esta comunidad virtual.
Verías que en mi etiqueta de BLOGVERSO, y después de haber hecho un recorrido por la totalidad de los blogs de mis ya amigos, me permití hacerles, a cada uno un pequeño homenaje, unas palabras en las que yo reflejaba mis sentimientos hacia ellos. Es lo mismo que has hecho tú al leer el mío... y me ha hecho muchísima ilusión.
Un beso, maestro, y feliz viernes.
Soledad.
Amiga Soledad,
Te voy a contestar a tu precioso comentario, aunque con algo de tardanza, con la extensión y calidad que merece, y poniéndome al día en algunas cosas.
Recordarás que esta semana tienes adornado tu”LOCVS AMOENVS” con los versos:
“Prima Ceres ferro mortalis uertere terram instituit (Virgilio, Geórgicas, I, 147-8).
"Fue Ceres la primera que enseñó a los mortales a remover la tierra con el arado".
Desempolvando algunos libros, me tropiezo ahora con unos versos de Ovidio (Metamorfosis, V, 341-5), que son prácticamente los que antes había escrito Virgilio. Y es que los Romanos no tenían reparo en leerse unos a otros y enriquecerse mutuamente.
Es Caliope (La de la bella voz), una de las Musas, la que está cantando:
"Prima Ceres unco glaebam dimouit aratro,
prima dedit fruges alimentaque mitia terris,
prima dedit leges; Cereris sunt omnia munus.
Illa canenda mihi est. Vtinam modo dicere possim
carmina digna dea! Certe dea carmine digna est”.
[Fue Ceres la primera que hendió los terrones con el ganchudo arado, la primera que dio al mundo cosechas y alimentos maduros, la primera que dio leyes; todo es don de Ceres. A ella es a quien tengo que cantar. ¡Ojalá pudiera aunque sólo fuera pronunciar en mis versos algo digno de la diosa!; al menos la diosa sí es digna de un poema”. (Traducción, con algún retoque, de Antonio Ruiz de Elvira).
Enlazo con ello con la palabra “TIERRA”, que fue lo que tú te guardaste de lo que yo escribí.
Me pasa ahora, con tu comentario, como le pasó a Júpiter en la historia que nos explica Ovidio de Calisto (que en Griego, al igual que Safo, es femenino, y significa “la más hermosa” [En Griego, como en Inglés, el morfema –st- da superlativos]).
Resulta que está Júpiter, después del incendio provocado al fulminar a Faetón, echando un vistazo a la Tierra, para ver cómo había quedado, y se fija en una doncella que había en un paraje precioso, adoptando la figura de Diana, para no espantarla y poderla seducir más fácilmente. Ella era Calisto. Le dice Calisto a Júpiter, al verlo, sin saber quién era:
“Salud, divinidad superior, -dice-, en mi opinión, a Júpiter, aunque él mismo me oiga”. Se ríe él y oye y se alegra de que se le prefiera a sí mismo”. (Ovidio, Metamorfosis, II, 428-430) (Traducción con algún retoque, de Antonio Ruiz de Elvira).
['Salue, numen, me iudice' dixit,
'audiat ipse licet, maius Ioue.' Ridet et audit
et sibi praeferri se gaudet].
Y es que yo, en mi segundo capítulo de la Mirra, he dejado una introducción mía, seguida de las palabras de Orfeo, es decir, de Ovidio, y tú, a la hora de quedarte con algunas de ellas, te has quedado con unas líneas mías. ¡Es que me has preferido a Ovidio!
La verdad, yo no puedo pretender tanto: yo sólo soy un admirador de la belleza que se pone delante de mis ojos, lo que yo escribo no puede compararse, bajo ningún concepto, a lo que escribió Ovidio, pero bienvenida sea la opinión que dejas, que, viniendo de ti, cobra vida y valor nuevo. Es toda una delicia. Es como si, por arte de magia, hubiese entrado, con derecho propio, en el mundo de los elegidos, en lo que tú llamas tu “BLOGVERSO”.
Muchas gracias, amiga Soledad, por tu delicioso comentario, en su totalidad.
Un beso,
Antonio
PS.: Te regalo hoy, también, una de esas amapolas de Klimt, la elegida.
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