Publius Ouidius Naso escribió 21 HEROÍDAS, es decir, cartas de Heroínas a sus amantes o amados. Algunas de ellas son también de los Héroes a sus correspondientes amantes o amadas. Son cartas ficticias, que no han recibido demasiada atención a la hora de editar a Ovidio. Las que propongo hoy son la XVI, enviada por Paris a Helena, y la XVII, que es la contestación de Helena.
Hay que remontarse al Juicio de Paris o Manzana de la Discordia. Como es conocido, Paris dio el premio de la belleza a Afrodita/Venus, que competía con Hera/Juno y Atenea/Minerva. Cada una de ellas intentó sobornar a Paris, prometiéndole, en el caso de Venus, el amor de la mujer más bella del mundo, que era Helena de Esparta, casada con Menelao. Como Venus recibió el premio, tuvo que cumplir su promesa haciendo que Paris se enamorase de Helena.
En la carta que Paris le dirige a Helena, la XVI, éste hace exhibición de su amor por ella y de todo lo que le puede ofrecer. En la contestación de Helena, ésta manifiesta amor y debilidad por Paris, pero prevalece el sentimiento de fidelidad a su marido, Menelao.
El escenario se sitúa en Esparta, en el Palacio de Menelao. Paris ha venido de visita, desde Troya, y ha sido bien recibido, al ser conocido y amigo de Menelao. Menelao se ha ausentado temporalmente y se encuentran en Palacio Helena y Paris. Paris intenta seducir a Helena para que abandone a Menelao y se vaya con él a Troya. Helena hace gala de su fidelidad y rechaza la propuesta. (Fuera ya de lo que se dice en estas obras, Helena será raptada por la fuerza, lo que provocará la Guerra de Troya). Helena, en su carta, hace referencia a un rapto: no es el rapto de Paris, sino que hace referencia a una leyenda, ignorada por Homero, según la cual Helena había sido raptada por Teseo y su amigo Pirítoo, cuando ésta, todavía una muchacha, se hallaba ofreciendo un sacrificio a Ártemis en Laconia. Luego fue liberada por los Dioscuros, sus hermanos, cuando Teseo y Pirítoo se habían marchado a los Infiernos a raptar a Perséfone. Los Dioscuros eran hermanos de Helena, pues todos eran hijos de Leda, fecundada por Júpiter en forma de Cisne, al tiempo que también lo fue por su marido mortal, Tindareo. De esa doble fecundación nacieron Helena y Pólux, considerados hijos de Júpiter, y Clitemnestra y Cástor, considerados mortales, por ser hijos de Tindareo. Pólux y Cástor eran los Dioscuros, es decir los hijos de Zeus/Júpiter.
OVIDIO: HEROÍDA XVI: DE PARIS A HELENA
“Salgo del puerto, y beneficiándome del favor del viento, llego a tus tierras, ninfa Ebálide [por Ébalo, abuelo mortal de Helena]. Me recibe como huésped tu esposo; también esto ocurrió no sin la determinación y la voluntad de los dioses. Él, ciertamente, me muestra todo lo que en Lacedemonia entera es digno de ser mostrado y digno de ser visto. Pero para mí, que deseaba contemplar tu celebrada belleza, no había nada por lo que mis ojos quedasen cautivados.
Cuando te vi, me quedé estupefacto y sentí, atónito, que lo más íntimo de mi corazón ardía con emociones desconocidas. Tenía un rostro semejante a éste, por lo que recuerdo, Citerea [es decir, Venus/Afrodita] cuando vino a mi Juicio. Si hubieses venido también a aquel certamen, la palma de Venus habría estado en duda. Grandes pregones suscitaron los comentarios sobre tu persona, y tierra ninguna es ignorante de tu hermosura; ni en ningún lugar de Frigia [Troya], ni donde nace el sol, otra entre las hermosas tiene una fama igual a la tuya.
De mí te lo puedes creer: inferior es tu gloria a la realidad, y lo que se dice de tu belleza casi te hace daño. Encuentro aquí más de lo que había prometido ella [Venus] y tu gloria es superada por tu causa.
Por eso se inflamó con razón el que había conocido todo, Teseo, y pareciste botín digno de varón tan ilustre, cuando, según la costumbre de tu pueblo, te ejercitabas, desnuda, en la brillante palestra y, mujer, te mezclabas con los hombres desnudos. El que te raptara lo alabo; me sorprende el que te devolviera alguna vez. Tan excelente botín debió retenerlo con empeño.
¡Antes se habría separado esta cabeza de mi cuello ensangrentado que de mi lecho fueses arrancada! ¿Desearían mis manos alguna vez abandonarte? ¿Sufriría vivo que te marchases tú de mi regazo? Si tenías que ser devuelta, algo, empero, habría antes tomado y mi Venus se habría aprovechado de algo; habría gustado tu virginidad o lo que podía, intacta tu virginidad, ser robado.
Entrégate ya: sabrás de qué clase es la constancia de Paris. La llama de la pira [es decir, la muerte], únicamente, extinguirá las llamas de mi amor.
Te he preferido a los reinos que en otro tiempo me prometió, muy grandes, la esposa y hermana de Júpiter [es decir Juno, que también competía en el Juicio de Paris]; y, con de poder rodear mis brazos a tu cuello, desprecié el valor guerrero, al ofrecérmelo Palas [Atenea/Minerva, la otra que también competía en el Juicio de Paris]. Y no me pesa ni me parecerá jamás que elegí neciamente [cando eligió a Afrodita/Venus como la más hermosa entre las diosas que compitieron]; permanece mi ánimo firme en su deseo. Sólo no permitas que mi esperanza llegue a ser caduca, suplico, oh tú, digna de ser buscada con tales fatigas.
No anhelo yo, privado de un linaje noble, de una noble el matrimonio, ni serás mi esposa, créeme, con deshonor: si bien se mira, se encontrará en mi familia a una Pléyade y a Júpiter [Dárdano, primer rey de Troya y antepasado de Paris, fue hijo de Júpiter y Electra, una de las siete Pléyades], sin hablar de los abuelos de en medio. Mi padre posee, apenas visitables en sus inmensos límites, los reinos de Asia, más rica que la cual no hay tierra alguna. Verás ciudades sin número y áureos palacios, y templos que puedes decir dignos de sus dioses. Contemplarás Ilio [Troya] y, flanqueadas por elevadas torres, sus murallas construidas al son de la lira de Febo [Apolo. Según la leyenda, las piedras se reunieron por sí solas al son de su lira]. ¿Y qué te diré del número infinito de sus hombres? Apenas esa tierra basta a su pueblo. Correrán a tu encuentro en denso tropel las matronas Troyanas, y no podrán acoger en nuestros atrios a las jóvenes Frigias. ¡Oh, cuántas veces dirás: “Qué pobre es mi Acaya” [Esparta o Grecia]!. Una sola casa, cualquiera, verás que posee las riquezas de una ciudad” (127-188).
OVIDIO: HEROÍDA XVII: DE HELENA A PARIS
“[Si me estuviese permitido no haber leído, Paris, lo que he leído, conservaría como antes mi condición de honrada.] Ahora, después de haber violado tu carta a mis ojos, la gloria de no contestar me parece insignificante. Has osado, extranjero, profanando la sacrosanta hospitalidad, poner a prueba la legítima fidelidad de una esposa. ¿Sin duda para esto a ti, arrastrado por mares expuestos a todos los vientos, te acogió en su puerto el litoral Tenario [Esparta], y, aunque vinieras de un pueblo remoto, nuestro palacio no te cerró las puertas, para que la injuria fuese la respuesta a tamaño servicio? El que así entrabas, ¿eras huésped o enemigo?
Y estoy segura de que este reproche mío, a tu Juicio, puede ser considerado mojigato, aún siendo tan justo. Sea yo, sí, mojigata con tal de no olvidarme del pudor, y de que el curso de mi vida siga sin mancha. Si no tengo un gesto triste en un rostro que finge, y no tomo asiento, huraña, con el entrecejo fruncido, sin embargo, mi fama es resplandeciente, y hasta ahora he vivido sin delito y ningún adúltero se ha gloriado por mi causa.
Lo que no entiendo es cuál es tu seguridad en lo que pretendes, y qué cosa te ha dado la esperanza de mi lecho. ¿O es que, porque el héroe hijo de Neptuno [Teseo] me hizo violencia, raptada una vez, parezco digna de ser raptada dos veces. El crimen sería mío si hubiese sido seducida. Pero, siendo raptada, ¿qué era lo mío, sino el no querer? Sin embargo, no consiguió la recompensa buscada por su hazaña. Exceptuado el miedo, volví sin haber sufrido nada. El adúltero sólo me robó, pese a mi lucha, unos pocos besos; nada más consiguió de mí. Tu desenfrenada pasión no se hubiese contentado con esto: lo quieran los dioses mejor; él no fue parecido a ti. Me devolvió intacta y su moderación aminoró su falta, y es evidente que se arrepiente de lo que hizo en su juventud. ¿Se arrepintió Teseo para que Paris le sucediese, para que jamás mi nombre deje de estar en todas las bocas?.
Y, sin embargo, no me enfado (pues, ¿quién se enojará con quien le ama?), si no es simulado el amor que proclamas. Pues también dudo de esto, no porque me falte confianza, o mi belleza no me sea notoria, sino porque la crueldad suele hacer daño a las muchachas, y se dice que vuestras palabras carecen de lealtad [las de los hombres en general o las de los Troyanos en particular]” (1-42).
RUBENS: EL JUICIO DE PARIS
(Traducción de Francisca Moya del Baño, en: Ovidio: HEROÍDAS, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1986).
HEROIDA XVI: PARIS HELENAE
applicor in terras, Oebali nympha, tuas.
Excipit hospitio uir me tuus – hoc quoque factum
non sine consilio numinibusque deum!
Ille quidem ostendit, quidquid Lacedaemone tota
ostendi dignum conspicuumque fuit;
sed mihi laudatam cupienti cernere formam
lumina nil aliud quo caperentur erat.
Vt uidi, obstipui praecordiaque intima sensi
attonitus curis intumuisse nouis.
His similes uultus, quantum reminiscor, habebat
uenit in arbitrium cum Cytherea meum.
Si tu uenisses pariter certamen in illud,
in dubio Veneris palma futura fuit!
Magna quidem de te rumor praeconia fecit,
nullaque de facie nescia terra tua est;
nec tibi par usquam Phrygia nec solis ab ortu
inter formosas altera nomen habet!
Crede sed hoc nobis! – minor est tua gloria uero,
famaque de forma paene maligna tua est;
plus hic inuenio, quam quod promiserat illa,
et tua materia gloria uicta sua est.
Ergo arsit merito, qui nouerat omnia, Theseus,
et uisa es tanto digna rapina uiro,
more tuae gentis nitida dum nuda palaestra
ludis et es nudis femina mixta uiris.
Quod rapuit, laudo; miror, quod reddidit umquam.
tam bona constanter praeda tenenda fuit.
Ante recessisset caput hoc ceruice cruenta,
quam tu de thalamis abstraherere meis.
Tene manus umquam nostrae dimittere uellent?
Tene meo paterer uiuus abire sinu?
Si reddenda fores, aliquid tamen ante tulissem,
nec Venus ex toto nostra fuisset iners.
Vel mihi uirginitas esset libata, uel illud
quod poterat salua uirginitate rapi.
Da modo te, quae sit Paridis constantia, nosces;
flamma rogi flammas finiet una meas.
Praeposui regnis ego te, quae maxima quondam
pollicita est nobis nupta sororque Iouis;
dumque tuo possem circumdare bracchia collo,
contempta est uirtus Pallade dante mihi.
Nec piget, aut umquam stulte legisse uidebor;
permanet in uoto mens mea firma suo.
Spem modo ne nostram fieri patiare caducam,
deprecor, o tanto digna labore peti!
Non ego coniugium generosae degener opto,
nec mea, crede mihi, turpiter uxor eris.
Pliada, si quaeres, in nostra gente Iouemque
inuenies, medios ut taceamus auos;
regna parens Asiae, qua nulla beatior ora est,
finibus inmensis uix obeunda, tenet.
Innumeras urbes atque aurea tecta uidebis,
quaeque suos dicas templa decere deos.
Ilion adspicies firmataque turribus altis
moenia, Phoebeae structa canore lyrae.
Quid tibi de turba narrem numeroque uirorum?
Vix populum tellus sustinet illa suum.
Occurrent denso tibi Troades agmine matres,
nec capient Phrygias atria nostra nurus.
O quotiens dices: 'quam pauper Achaia nostra est!'
Vna domus quaeuis urbis habebit opes.
seruarem numeros, sicut ut ante, probae.]
Nunc oculos tua cum uiolarit epistula nostros,
non rescribendi gloria uisa leuis.
Ausus es hospitii temeratis aduena sacris
legitimam nuptae sollicitare fidem!
Scilicet idcirco uentosa per aequora uectum
excepit portu Taenaris ora suo,
nec tibi, diuersa quamuis e gente uenires,
oppositas habuit regia nostra fores,
esset ut officii merces iniuria tanti!
Qui sic intrabas, hospes an hostis eras?
Nec dubito, quin haec, cum sit tam iusta, uocetur
rustica iudicio nostra querela tuo.
Rustica sim sane, dum non oblita pudoris,
dumque tenor uitae sit sine labe meae.
si non est ficto tristis mihi uultus in ore,
nec sedeo duris torua superciliis,
fama tamen clara est, et adhuc sine crimine uixi,
et laudem de me nullus adulter habet.
Quo magis admiror, quae sit fiducia coepti,
spemque tori dederit quae tibi causa mei.
An, quia uim nobis Neptunius attulit heros,
rapta semel uideor bis quoque digna rapi?
Crimen erat nostrum, si delenita fuissem;
cum sim rapta, meum quid nisi nolle fuit?
Non tamen e facto fructum tulit ille petitum;
excepto redii passa timore nihil.
Oscula luctanti tantummodo pauca proteruus
abstulit; ulterius nil habet ille mei.
Quae tua nequitia est, non his contenta fuisset –
di melius! Similis non fuit ille tui.
Reddidit intactam, minuitque modestia crimen,
et iuuenem facti paenituisse patet;
Thesea paenituit, Paris ut succederet illi,
ne quando nomen non sit in ore meum?
Nec tamen irascor – quis enim succenset amanti? –
si modo, quem praefers, non simulatur amor.
Hoc quoque enim dubito – non quod fiducia desit,
aut mea sit facies non bene nota mihi;
sed quia credulitas damno solet esse puellis,
uerbaque dicuntur uestra carere fide.
At peccant aliae, matronaque rara pudica est.
quis prohibet raris nomen inesse meum?
8 comentarios:
Después de leer esta magnífica entrada, en la que las Heroídas ganan fuerza en tus palabras y en las bellas ilustraciones, y pasarme por el blog de nuestra común amiga, Elena Pascual, que nos deleita con un bellísimo poema sobre los sentimientos de Helena... sólo me queda agradeceros a ambos la posibilidad de haber colaborado en este tríptico tan hermoso.
Estoy muy orgullosa de haberos acompañado.
Un beso, maestro, y gracias de nuevo.
Soledad.
Mi querido Antonio:
La emoción me embarga. Es la pasión lo que exhalan las imágenes: pinturas y esculturas que iluminan el episodio de ardiente amor entre Paris y Helena.
Es la vida misma hecha palabra la que nos aportan tus explicaciones sobre las Heroidas de Ovidio, las llamas de la Heroidas XVI y XVII harán más intensas nuestras vidas, como el extraordinario poema atravesado por las flechas del propio Cupido que nos presenta nuestra Soledad Sánchez Mulas, la gran poeta, maravilla de los sentimientos.
Es el privilegio de aprender el que me brindáis, es la maravilla de alcanzar la estrellas y de tener el honor de haber compartido una visita al Olimpo.
La figura de Hímeros me ha arrebatado el ánimo. Las figuras de los protagonistas, incluyendo, cómo no, al esposo Menelao, al desvanecido Patroclo, horrores que se intuyen de la futura guerra, bajan de sus pedestales y nos arrojan intensas y preocupadas miradas sobre su presente y su futuro.
Después de pasear por esta galería de imágenes y palabras y de asistir conmovida a la belleza absoluta de Helena desbordándose en el mar del deseo descrita por Soledad, mi vida sin lugar a dudas, será mejor.
GRACIAS MAESTRO, COMO GRACIAS A NUESTRA QUERIDA Y ELEVADA POETA.
Hoy, gracias a vosotros, más que nunca me siente vuestra admiradora Ἑλένη
Dos cartas verdaderamente interesantes. Me gusta mucho la literatura epistolar y Ovidio creo que descolló en estas Heroidas. Te felicito una vez más, querido amigo, por esta colaboraciòn con Elena Clásica y con Soledad.
Y te agradezco tus cariñosas palabras hacia mí, siempre tan atento y afectuoso. Un abrazo.
Volveré pero ha sido un gozo leeros!
Y a mí que Helena me parecía una pava que armó la de Troya...
Yn abrazo con mi aprecio.
Carmen
Querido Antonio, extasiada estoy ante la belleza de esta entrada y de esta colaboración a tres voces. Si en algún momento pensé que Soledad, Elena y tú podíais formar el equipo perfecto, veo que este trabajo supera con creces cualquier expectativa por mi parte.
Los poemas de Soledad y Elena Clásica me han gustado mucho, pero tengo que reconocer que es de tu mano, desde donde he entendido la pasión que suscitan la Lengua y la Literatura Clásicas.
Esta lectura de "Las Heroidas" de Ovidio me ha trasportado a la comprensión profunda de la pasión, que sigue viva, y de que el Latín es una lengua inmensamente viva.
Estas Cartas me han desear conocer la correspondencia entre otros amantes, como mencionas, porque el deseo y la exquisitez de los sentimientos de Paris y Helena me han parecido deslumbrantes.
Como también la brillante colección artística que nos ofreces entre las palabras: Moreau, Rubens... para completar tus geniales explicaciones y las Cartas.
El éxtasis de Paris ante la belleza de Helena y la contemplación del cuerpo desnudo de ésta, mientras se ejercita entre otros hombres, es un momento digno de ser aclamado, pues como bien dices este libro no creo que tenga la difusión que se merece.
Por eso, la labor de tu selección y explicación me parece intensa y profunda como pocas y te felicito y te agradezco que me hayas mostrado a Ovidio de esta manera.
Os reitero mi enhorabuena a los tres fantásticos colaboradores.
Un abrazo.
Estimado Antonio, sólo quería advertirle sobre un par de errores relacionados con las ilustraciones de este post (por lo demás muy oportunamente escogidas y con un gusto estupendo).
Como amante de la pintura y asiduo visitante del Prado donde, como sabrá, hay una importante colección de Rubens, no podía asimilar la imagen de "RUBENS: PARIS Y HELENA" con el estilo propio de este autor barroco. He indagado un poco y descubierto que, en efecto, se trata de una obra del pintor neoclásico Jacques-Louis David.
Tampoco puedo reconocer a Helena en la imagen pintada sobre una pieza cerámica con el siguiente pie de foto: "HÍMEROS (El deseo sexual) induce a Helena a irse con Paris", pues ambas figuras, desnudas, no se recatan de mostrar, sin dejar lugar a dudas, sus atributos sexuales masculinos.
Yo le recomendaría, si me lo permite, que no confíe ciegamente en las fuentes donde recoge las ilustraciones, pues a veces se producen errores y, si no nos mantenemos alerta para que prevalezca el sentido común, dichos errores se encadenan, lo cual no beneficia precisamente a la correcta propagación de la cultura, de la que usted bien podría considerarse un adalid.
Un afectuoso saludo.
Amigo Chacien,
Tengo que darle las gracias más sinceras por la atención que pone Vd. en mi blog y por los dos errores que Vd. me ha advertido que existían. Como puede comprobar, ya está todo solucionado: el puesto la referencia exacta en la pintura de Jacques-Louis David y he eliminado la de Hímeros, que, como bien me ha advertido Vd., no representaba lo que se pretendía.
Es Vd. un hombre leal y riguroso, porque no se le escapa el más mínimo detalle. Así también se demuestra la grandeza: en caso de Vd., estando atento a todo, y en el mío, al rectificar gustosamente lo que sea necesario. Ya lo dice el dicho popular que de sabios es rectificar, sin que eso signifique que yo me pretenda sabio, ni mucho menos.
He aprovechado la circunstancia para entrar una vez más en su blog y admirar esas maravillosas tallas que Vd. nos presenta de Don Serapio Hernández y he de decirle que son una delicia.
También he encontrado de lo más interesante el comentario que hace Vd. sobre la lucha de los machos porque sean los mejores los que fecunden a las hembras, de forma que la especie vaya mejorando.
Ese comentario suyo y la talla de los jabalíes luchando me ha recordado un fragmento del libro tercero de LAS GEÓRGICAS de Virgilio, el más grande poeta Romano, en el que se describe minuciosamente esa lucha, pero referida a los toros. Y es que los instintos fundamentales, primigenios y primeros, continúan siendo los mismos en todo el reino animal, incluido el hombre, como bien deja caer Vd.
Insisto en mi agradecimiento y seguiré disfrutando de la delicia de sus explicaciones y la visualización de esas hermosas tallas.
Reciba un cordial saludo,
Antonio Martín Ortiz
Una verdadera belleza de informacion, fotografia y letra en este blog. Me dejo boquiabierto. Te felicito.
Un placer leerte.
(Te debo los acentos pues estoy en un teclado en ingles)
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